Wednesday, December 31, 2008

APUNTES AUTISTAS--- cambio de casa


OK, fin de año...
buen año, además

par de novedades para el 2009:

uno es www.cinepata.com (mas data, pronto, pero será un sitio de distribución de cine digital)
y debutará en abril (ahora no nada en el sitio, así que no vale la pena ni entrar). Es vía Cinépata
que Tanto Tiempo y Dos horas y, espero, muchas otras producciones, nuevas y viejas, cortas y viejas, puedan llegar, en calidad óptima, y gratuitamente, a las nuevas salas de cine que la gente ahora tiene en sus casas o donde andan.

lo otro: se terminan este blog y mi otro blog, Las películas de mi vida. Los dos terminan entre hoy, 31 de dic del 2008 y algo del día de mañana. En efecto, mañana, el 01 del 01 del 2009, hacia el final de la tarde, los dos blogs se "pasarán" y "fundirán" en uno solo:

APUNTES AUTISTAS.

La dirección será: www.albertofuguet.cl/wordpress

eso
fin a una etapa, inicio de otra
bien.

Sunday, December 21, 2008

Matías Vicuña cumple 17 años

el otro día, en una librería, firmando CELDA,
se me acercó un lector para que le autografiara un ejemplar
de
Mala onda (la edición verde). El asunto es que, mientras
pensaba en la dedicatoria, me comentó:

-tengo la misma edad que Matías.
-tienes 17, le dije
-sí, nací el 91, en octubre.

Nunca me he puesto a pensar en qué mes el personaje de Matías Vicuña cumple años
(algo me dice que es piscis, no sé) pero claramente en el libro,
ambientado en sept de 1980, Vicuña tiene 17 años.

La novela apareció en Buenos Aires la primera semana de diciembre de 1991
(los primeros ejemplares llegaron a librerías chilenas unos días antes de esa Navidad)
x lo que, justo en estos días, cumple diecisiete años.

El libro tiene la misma edad que su protagonista (algo que nunca va a volver a suceder)
y, de paso, la misma edad que alguno de sus nuevos lectores

Raro

Yo, la verdad, nunca pensé que el libro
seguiría imprimiéndose ni menos leyéndose 17 años después

me alegro que así sea...

como homenaje o regalo de cumpleaños,
aquí va la portada original y, más abajo, la crítica del Cura Ignacio Valente
aparecida en la Rev de Libros de El Mercurio
(de Marzo del 92-- solo coloco la parte conciernente al libro)

q me arruinó la siquis por un buen tiempo. ya no.





Tb va un link a la versión final, posteada en Vimeo, a uno de las piezas
audiovisuales que hice yo como parte de un "tiser" que había que hacer para cumplir
las peticiones de un premio CORFO. Se postuló para estudiar la posiblidad de hacer una película. Personalmente, como están las cosas, lo veo imposible. Tampoco me interesa. Creo que, con esas piezas, ya me di el gusto de poder filmar a MV en vivo.


Esta es la pieza uno, que tb postee hace unos meses en You Tube,
llamada Matías va al sicólogo, algo que no sucede en la novela. Las otras piezas, todas filmadas
a fines del 2007, debutarán como parte de
www.cinepata.com a mediados del primer semestre del 2009.

el rol de Matías lo interpreta Ignacio Aycaguer que, después de este experimento,
optó por abandonar la actuación.

eso

http://www.vimeo.com/2587524


Revista de Libros
El Mercurio; Marzo 1992

NOVELAS DE VERANO

Por Ignacio Valente

Los cuatro libros más leídos en Chile durante febrero han sido, al parecer, obras de ficción y, más exactamente, novelas de autores chilenos. Sin desmedro de mis reservas particulares, el hecho general me complace, por lo que significa de éxito y difusión para nuestra narrativa….

…de la tercera novela más leída en febrero, Mala onda de Alberto Fuguet, hablaré poco, entre otras razones porque sólo pude leerla hasta la mitad. Se me hizo insoportable. Grandes serán las tragaderas que necesita un crítico literario, y creo que las mías lo son, pero no llegan a tanto como para terminar esta bazofia. Diré de inmediato, en aras de la verdad y la justicia, que si bien no me gustan los argots – en principio prefiero el idioma común sobre cualquier argot-, debo reconocer que Fuguet ha tratado la jerga de cierta juventud burguesa actual con cierta plasticidad literaria: que su prosa, incluso utilizando los desechos de esa jerigonza de prostíbulo pituco, consigue cierto efectos verbales interesantes; tiene agilidad, suele fluir bien, es expresiva, aunque lo sea sólo por ahora y sólo de ese submundo primario de niñitos ricos ociosos vacíos más reciamente frívolos que terriblemente degenerados. Si el lector no se aburre de la vida tan soberanamente como ellos, entonces se hastía con su hastío, se latea con su lata. El autor se especializa en lo más tonto que el alma adolescente pueda albergar, rindiendo un culto desproporcionado a lo más efímero de la moda juvenil del día.

Porque no es con la prosa de Fuguet que me he estrellado, sino con la persona, la atmósfera, la tipología humana y el mundo de sus protagonistas, sobre todo del principal, petimetre papanatas infatuado de su propia decadencia. Me refiero a la abrumadora inanidad de esos muñecos de clase media–alta santiaguina, que frecuentan los locales, oyen la música, usan las marcas de polera, viajan a los lugares, tienen el talante antropológico, etc., profusamente descritos en esta novela. Hasta la cocaína se vuelve más estúpida que mala en esta frivolísima onda.

Prefiero los antros de la delincuencia común, del terrorismo político, del lumpen de las ideologías más arrastradas, de las subculturas más bobas, porque incluso en ellas –como lo demuestra una abundante narrativa- pueden encontrarse más atisbos de sentido humano, de interés psicológico y psicopatológico, de significado ético y, en buenas cuentas, de humanidad; en todos ellos, más que en este submundo de imbéciles viciosillos ni siquiera bastante degradados, que transitan en la novela por el vacío, la droga blanda y la dura, la borrachera, el orgasmo, las señales de status, la oquedad sofisticada, la penuria de alma, la bajeza intrascendente, los sentimientos de pacotilla, la depresión insubstancial, el tedium vitae y en definitiva –porque es la única palabra adecuada-, la inanidad de estos peleles que protagonizan la peor onda de la novela chilena actual.

Saturday, December 20, 2008

tartamudo y malo para bailar

esta nota-entrevista de Quique Planas apareció en El Comercio de Lima el
domingo pasado, después q estuve "presente" via Skype en la presentación
de CELDA en Peru el viernes anterior. Poco a poco, supongo, el bombardeo
Caicedo irá disminuyendo... pero la verdad es que la recepción crítica, mediática
y de ventas ha sido notable. Caicedo es, ahora, un autor que es parte del mapa
literario

EN LA FERIA DEL LIBRO. Andrés Caicedo y "Mi cuerpo es una celda"
El salsero que no sabía bailar

ORDENANDO Y EDITANDO TEXTOS Y CARTAS INÉDITAS, ALBERTO FUGUET RECONSTRUYE LA COMPLEJA Y CONTRADICTORIA VOZ DEL MÍTICO ESCRITOR CALEÑO

Por Enrique Planas

Lo admiraba como crítico de cine, pero nunca creyó del todo en las virtudes de su literatura. Por eso, el escritor chileno Alberto Fuguet siempre pensó que faltaba una gran obra en la producción del tempranamente desaparecido autor colombiano Andrés Caicedo (Cali 1951-1977). Razón por la cual, decidió componerla él mismo.


Así, con originales dispersos y heterogéneos de Caicedo, correspondencia y prosas en gran parte inéditas, a las que nadie había puesto atención, Fuguet compone (o dirige) un verdadero documental literario. Mi cuerpo es una celda (La otra orilla) es, para el autor de "Mala onda" , la obra cumbre del autor caleño y el resto, libros como "El atravesado" o "Que viva la música", serían, más bien, textos complementarios.

Una "obra cumbre" fabricada, paradójicamente, con las sobras que dejaron otros editores que bucearon en los baúles llenos de manuscritos que el joven escritor dejó al suicidarse a los 25 años, horas después de recibir la primera edición de su novela "Que viva la música".

"Tradicionalmente, si un escritor joven muere y ha dejado material, lo primero que uno mira son sus cuentos y novelas. Se consideraba que un escritor importante era el más creativo, el más dotado para contar historias. Pero hoy, está más legitimado pensar que un escritor es alguien que no solo narra sino que se confiesa, que se desnuda, que reflexiona, que critica. Por eso me atrevo a decir que una parte importante de su obra está en "Mi cuerpo es una celda", señala el escritor chileno vía telefónica, horas antes de participar, a través de una teleconferencia, en la presentación del libro en la Feria Ricardo Palma, realizada el pasado viernes.

Sin duda, profundizar en la vida de un escritor maníaco depresivo, brutalmente obsesivo, y contradictorio hasta el límite, era una empresa agotadora. "A pesar de que yo le tenía cariño como personaje, y había tomado la decisión de protegerlo, a veces me hacía la vida insoportable", confiesa Fuguet. Pero la fascinación por este personaje genial y complicado compensaba cualquier agotamiento.

Por cierto, aquel lector que busque una clave que explique la razón de su suicidio, encontrará más bien una suma de razones y sinrazones. "Para nada tengo la respuesta de por qué se suicidó. Pero lo que sí tengo claro es que no tenía que ver con lo que él decía, que la vida no valía la pena vivirse después de cumplir los 25 años. Creo que el libro logra desenmascarar la pose. En verdad, Caicedo no era tan rocanrolero como él mismo se creía. Y tampoco sabía bailar salsa, algo increíble para quien escribió una novela como "¡Que viva la música!" Al final, Andrés era un tartamudo, un tipo que veía películas todo el día, una persona dañada y escindida", explica.

Sin embargo, en la estructura de esta autobiografía editada 30 años después de su muerte, Fuguet muestra cómo un fracasado viaje que Caicedo hace con 24 años a Hollywood con la ingenua idea de vender un guion cinematográfico motivó el derrumbe anímico del escritor.

"Claramente el viaje a Estados Unidos marcó un antes y un después en su vida. Caicedo no volvió a ser el mismo. Este chico con un apellido que le abría puertas en Cali llega a Hollywood, donde cree que por saber tanto de cine le abrirían las puertas como si llevara una tarjeta Gold Visa. Pero solo hace el ridículo. Caicedo quedó dañado de ese golpe. A partir de allí el edificio empezó a derrumbarse", afirma el escritor.

Friday, December 19, 2008

Roth y sus manías


respuestas de Roth a Andrew Corsello, en la última GQ.

"I can only really write when I´m alone in a place that´s mine, that I´m accustomed to,
and there´s no interruption. I don´t have a phone. I don´t have anything that can distract me. And I spend the hours ruminating. If you spend six or seven hours rumminating on your invention, the next part of it will come to you. When I´m walking the streets, I don´t have that kind of concentration. Nor do I want to be writing when
I´m not writing."


"Hard work, steady work, is my greatest... satisfaction. I have worked hard and steady
over these last fifty years. And when I´m at work, I´m pretty satisfied"


Tuesday, December 16, 2008

HURT


un poco atrasado, pero ahora ya hay crítica chilena. Alvaro Bisama indaga y explora
a Caicedo en El Mercurio

Domingo 14 de diciembre de 2008
Rev de Libros /Artes y Letras -El M

"Mi cuerpo es una celda":
Un imperio de miseria

La figura de este escritor y mito colombiano revive en una "autobiografía" construida por Alberto Fuguet, quien recopiló y editó sus diarios personales, cartas privadas, críticas de cine, poemas perdidos y cuanto tuviera a mano.

ÁLVARO BISAMA

En uno de sus momentos más paradójicos, Mi cuerpo es una celda puede ser leído como un pequeño cuento moral respecto de las relaciones del intelectual latinoamericano con la cultura global. Eso, porque en su punto más desquiciado Andrés Caicedo (1951-1977), colombiano, escritor suicida y cinesifilítico, se pierde en Estados Unidos intentando escribir y vender un par de guiones (escritos en un inglés que nadie parece entender) para unas películas de terror basadas en la obra de Lovecraft.

Parece un chiste y es una de las muchas interpretaciones que puede tener el texto. Lo puntual: a Caicedo le va mal. Derrotado, termina volviendo sobre sus pasos y retornando a la intensidad del tedio de la vida colombiana de Cali. Pero esta anécdota queda grabada y quizás puede revelar por qué al chileno Alberto Fuguet (quien montó esta "autobiografía" de Caicedo sobre fragmentos de diarios personales, cartas privadas, críticas de cine, poemas perdidos y cuanto tuviera a mano) le interesa la vida y obra del colombiano: el angst vital de Caicedo es quizás parecido al que esgrimen casi siempre sus personajes, expertos en extraviarse y encontrarse en lugares insólitos o cercanos.

Pero hay una trampa ahí. Leer el volumen como una obra de Fuguet le resta la virtud más provocadora que puede esgrimir el relato ante el lector: por derecho propio, Andrés Caicedo puede ser interpretado -más allá o más acá de las hagiografías sobre el exceso, la locura o la banalidad- como un poderoso símbolo cultural. Aquello recae en su involuntaria capacidad de sintetizar el espíritu de la época que le tocó -los 70, el boom, los golpes de estado en América Latina, el cine de Bergman y Truffaut, la cocaína- y volverla involuntariamente la mejor virtud de su escritura. Por supuesto, aquello está en algunos de sus otros libros (el demoledor compendio de reseñas Ojo al cine o la novela Que viva la música) pero acá resucita (¿Caicedo como un zombi literario?) con fuerza y claridad reveladoras gracias a la condición patética, contradictoria y frágil de su voz: "Palabras, palabras fuertes mías, concédanme unos sueños en los que pueda mirar al futuro (...) que mande yo, que mande el que habita en mí y hace cinco años que no sale".

Bajo todo eso, yace una historia tan sencilla como dramática, la de un adolescente amalditado que escapa de su Cali natal (a la que llama Calicalabozo: "No quiero más a esta ciudad, no así de cerca") para perderse y fracasar en sus sueños americanos de fuga y finalmente retornar a un país que lo abruma, mientras busca -por medio de adicciones tan diversas como la fiesta, las drogas, el cine, la literatura y el deseo- un modo de remontar su propia desesperación: "Me tomé, impecablemente, 25 Valiums Blues y me hice profundas cortadas en las muñecas con el cuchillo de cocina más oxidado que pude encontrar: no me pasó nada (...) las heridas están perfectamente cicatrizadas".

Por lo mismo, en el libro se vuelve relevante leer, al lado de los fragmentos puramente biográficos, las reseñas de cine de Caicedo, verdaderas instantáneas de su universo en descomposición. Quizás el valor central del texto y de la obra de Caicedo está acá, donde el morbo de la autodestrucción cede a algo más profundo, menos ligero o romántico, infinitamente más viscoso. Interesa así, más que el artista que se automutila y esparce su reino de miseria mientras se dopa con Seconal y fetichiza a los Rolling Stones, el perfil del crítico de cine que pone a prueba los límites de su escritura. Ese gesto, donde el héroe se acerca de modo inexorable a la propia destrucción, el silencio se homologa como una forma de la paz interior, lo que conmueve al lector.

Ese espectáculo -que podría estar, sobre todo hacia el final, acompañado con Hurt de Nine Inch Nails como fondo- es el de la demolición de la personalidad, percibido por el lector en una alucinante confusión final, como si la alucinante obsesión del colombiano por una juventud congelada esbozara, contradictoriamente, los estigmas terminales de una madurez desconsoladora y prematura. Dice Caicedo: "No puedo más con la vejez de mi adolescencia" (...) No estoy bien vivo. Estoy muerto".

Monday, December 15, 2008

el cuento vs la novela (según Millhauser)

hace unos meses leí este ensayo de Steven Millhauser
--creo q en the NY Times, no me acuerdo- acerca de los cuentos
y su diferencia con las novelas y la (¿secreta?) ambición que tienen...

tema a debatir: ¿cuál es la diferencia en ambición entre un corto y un largo?
y, ahora, ¿entre un largo y una serie? ¿se puede hacer analogía entre los largos y los documentales,
tal como entre la ficción y la no-ficción?

No sé: sólo sé que deseo seguir con cuentos, con cortos, con novelas,
con no ficción y con "investigaciones", con documentales, con largos....

aqui un par de trozos de lo plantado por Millhauser (en inglés)


The Ambition of the Short Story

By STEVEN MILLHAUSER

The short story — how modest in bearing! How unassuming in manner! It sits there quietly, eyes lowered, almost as if trying not to be noticed. And if it should somehow attract your attention, it says quickly, in a brave little self-deprecating voice alive to all the possibilities of disappointment: “I’m not a novel, you know. Not even a short one. If that’s what you’re looking for, you don’t want me.”... The novel is the Wal-Mart, the Incredible Hulk, the jumbo jet of literature. The novel is insatiable — it wants to devour the world.

What’s left for the poor short story to do?

It can cultivate its garden, practice meditation, water the geraniums in the window box. It can take a course in creative nonfiction. It can do whatever it likes, so long as it doesn’t forget its place — so long as it keeps quiet and stays out of the way... The short story is always ducking for cover. The novel buys up the land, cuts down the trees, puts up the condos. The short story scampers across a lawn, squeezes under a fence.


The novel is exhaustive by nature; but the world is inexhaustible; therefore the novel, that Faustian striver, can never attain its desire. The short story by contrast is inherently selective.
By excluding almost everything, it can give perfect shape to what remains. And the short story can even lay claim to a kind of completeness that eludes the novel — after the initial act of radical exclusion, it can include all of the little that’s left... What the novel cares about is vastness, is power...The novel wants things. It wants territory. It wants the whole world. Perfection is the consolation of those who have nothing else...

... the ambition of the short story, the terrible ambition that lies behind its fraudulent modesty: to body forth the whole world. The short story believes in transformation. It believes in hidden powers. The novel prefers things in plain view. It has no patience with individual grains of sand, which glitter but are difficult to see... The short story concentrates on its grain of sand, in the fierce belief that there — right there, in the palm of its hand — lies the universe...

...It looks for the moment when the grain of sand reveals its true nature. In that moment of mystic expansion, when the macrocosmic flower bursts from the microcosmic seed, the short story feels its power. It becomes bigger than itself. It becomes bigger than the novel. It becomes as big as the universe...

...Therein lies the immodesty of the short story, its secret aggression. Its method is revelation. Its littleness is the agency of its power. The ponderous mass of the novel strikes it as the laughable image of weakness. The short story apologizes for nothing. It exults in its shortness. It wants to be shorter still. It wants to be a single word. If it could find that word, if it could utter that syllable, the entire universe would blaze up out of it with a roar. That is the outrageous ambition of the short story, that is its deepest faith, that is the greatness of its smallness.

Sunday, December 14, 2008

El libro del año en Colombia

insólito, increíble, buenísimo
Caicedo estará más que contento...

según Semana, de Colombia, en su número del 13 de diciembre,
el libro del año 2008 es...


En un año editorial dominado por testimonios de secuestrados y narcos también hubo espacio para la narrativa y la reflexión. Una selección que incluye novela, cuento, historia, ensayo y periodismo. Por Luis Fernando Afanador, crítico de libros

1 - Mi cuerpo es una celda. Andrés Caicedo.

A partir de cartas y textos en su mayoría inéditos, el chileno Alberto Fuguet montó una notable autobiografía de Andrés Caicedo. Su mejor libro, sin duda. Ahora, ya no será más el prometedor autor de obras adolescentes, sino el escritor desgarrado y lúcido que trasciende su época y su ámbito parroquial.

Tuesday, December 09, 2008

ahora le toca a Lima... Caciedo tour 08


OK---sigue la gira de caciedo, pero ahora andrés viaja solo..
ahora le toca a Lima, ciudad donde vive uno de sus mejores amigos epistolares,
Isaac León Frías,y donde tb vive uno de sus mayores influencias:
Mario Vargas Llosa

¿sabrá Vargas Llosa de Caicedo?
¿lo fan que era de sus libreos pre 1977?


de Lima tb era Juan Bullita, otro crítico de cine amigo,
al que le escribía, y que quedó un poco en la mesa de montaje
(nota: Bullita, otro cinéfilo, se suicidó)

la presentación será en Feria Ricardo Palma este viernes 12, a las 19, con la presencia de Chacho León además de Miguel Ildefonso y César Gutiérrez

ah: hubo un adelanto en Caretas
(reproducido en cinencuentro:
http://www.cinencuentro.com/2008/12/04/adelanto-autobiografia-andres-caicedo-caretas/

Monday, December 08, 2008

"abrazarlo... protegerlo en su caída... salvarlo"

un gran y muy largo texto en el Excelsior del DF
a cargo del gran José Noé Mercado, un lector privilegiado y
un gran cinéfilo

me dicen que, post FIL, el libro ya estará llegando a todas las liberías de México




Andrés Caicedo revive con ayuda de Fuguet

x José Noé Mercado
Excelsior

GUADALAJARA.-“Me gusta que la gente piense que ya estoy acabado, para que reciban de tanto en tanto la sorpresita”, escribió Andrés Caicedo, quien está de regreso al mundo. El 4 de marzo de 1977, a los 25 años de edad, murió el escritor y cinéfilo colombiano sobre su máquina de escribir, luego de recetarse 60 seconales. Pero ahora, como en una cinta clase B, nos da la sorpresita de volver, para finalmente ser reconocido fuera de su país, a través de Mi cuerpo es una celda, suerte de documental del escritor y cineasta chileno Alberto Fuguet.

Mi cuerpo es una celda (Editorial Norma) es un libro que, después de estrenarse en Chile y Colombia, se presentó en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2008. Se trata de una autobiografía, de un testimonio de puño y letra de Caicedo, bajo los créditos de dirección y montaje de Fuguet, quien en el making of explica:

“Caicedo no escribió este libro tal como existe y acaso no lo concibió, al menos de manera consciente, pero es su libro. No se sentó a escribir Mi cuerpo es una celda. Simplemente se sentó todos los días a escribir lo que fuera. Todo lo que está en el libro ha sido escrito por Caicedo. El material base fueron cartas, trozos de papel, diarios a medio terminar, libretas, cuadernos argollados, críticas de cine, artículos de prensa y ‘escritos’”.

A partir de este magma, Fuguet esculpe un conmovedor testimonio en primera persona (la de Caicedo), que al tiempo que nos muestra su vitalidad y pasión por la literatura y el cine, se desgarra y fisura irremediablemente como existencia, en la soledad, en la incomprensión, en la urgencia de conectar con el mundo: pero en la conciencia de su imposibilidad. Caicedo, igual que le pasaba con el baile de la salsa, quería pero no podía:

“He soñado que muchas mujeres me asedian, que quieren bajarme los pantalones y yo nunca me dejo: aterrado ante la idea de que encuentren, allí donde esperan vigor, tiesura, un pedazo de músculo flácido porque se encuentra desencantado con el mundo, porque él mismo ya no quiere darse gusto de vida, sino que viene buscando la muerte”.


El mérito de Fuguet radica no en la simple recopilación y armado de textos, sino en comprender y enfocar la sensibilidad de Caicedo para llevar las premisas (un chico cinéfilo y suicida, de pelo largo y gafas onderas, tartamudo y fiestero) hasta el encuadre de un personaje profundo y empático que despierta en el lector la ansiedad de abrazarlo y, quizás, protegerlo en su caída, para contribuir a una salvación.

El narrador chileno muestra sus dotes de director y usa diversas tomas y planos para encontrar detalles y matices entrañables en Caicedo: lo leemos, por ejemplo, en poemas, posts, ensayos, crónicas, críticas, contemplando su ciudad, su río, dialogando por carta muchas veces sobre la cultura pop o, simplemente, tirado durante una hora en el suelo de su habitación, en silencio y completa oscuridad. De lo anterior, puede deducirse que la estructura de Mi cuerpo es una celda es sólida, pero ágil, imaginativa, de lectura rápida y con punch.

Este libro es el fruto de un encuentro epifánico de Fuguet con Caicedo. El chileno supo de Caicedo en 2000, en Lima, Perú, pues en la hoy desaparecida librería La Casa Verde, mientras hacía hora, encontró su libro Ojo al cine: “Veo los datos del autor: 25 años, colombiano, y empiezo a hojear: James Dean, Roger Corman, Taxi Driver, películas de terror, cosas muy actuales, y digo: ‘qué es esto, de dónde salió’.

“Compro el libro, me voy al aeropuerto, me subo al avión, son tres horas a Santiago, y aterrizo otra persona. Fascinado, me encuentro con el hermano que siempre anduve buscando, con el par, con el tipo que yo sentía que me hacía falta para haber sido menos atacado, alguien que me habría podido proteger, que me habría podido decir ‘tú también puedes escribir de esto, no está mal escuchar música en inglés, no eres un traidor por escuchar a Radiohead o a The Rolling Stones, en vez de escuchar rancheras: tú puedes ser chileno o peruano, ecuatoriano, colombiano o mexicano, ver películas extranjeras y, sin embargo, procesarlas localmente’”.

Fuguet afirma que “Caicedo es un escritor que puede viajar. Su lenguaje, sobre todo en sus textos de no ficción, no es tan difícil, raro o colombiano como la gente podría pensar, sino el de un autor contemporáneo, moderno y nuevo, que puede viajar también a otros idiomas. Para cualquier persona que la haya pasado mal, ya no digo alguien que se ha matado o está en ello, que haya dudado de sí misma, que esté insegura o que sienta que algunos se han burlado de ella, es un autor impresionante porque escribe desde el corazón.

“Más allá de la figura del pelo largo o de aquello de que todo el día estaba como volado, Andrés Caicedo, claramente, escribió. Hay toneladas de sus cartas. Las de cine son alucinantes, porque Andrés era un cinéfilo que veía de todo: desde basura hasta gran arte. Era un tipo que veía a François Truffaut, a Roger Corman. Cuesta imaginarse que Caicedo escribió al final de los 60, en América Latina. O sea, si fuera norteamericano habría sido contemporáneo de Jack Kerouac o William Burroughs, de la Beat Generation, o de gente más grande que él, como Ernest Hemingway o Scott Fitzgerald".


“En su momento, Andrés escribía como nadie en América Latina. Cuesta muchísimo entender que en una ciudad de provincia, en Colombia, en los mismos años de Cien años de soledad, había un tipo que sin internet, sin VHS, sin YouTube, parecía que estaba viviendo en Nueva York. Era un tipo con la información que yo. Aun hoy, conozco muy poca gente que la domina. Creo que hay muchas formas de entender a Andrés Caicedo, pero, entre otras facetas, es el gran cinéfilo latinoamericano. Hay gente que va al cine para huir. Andrés iba a refugiarse. Se dio cuenta que afuera la vida no era tan buena y que había que ver cine. Él vio películas para salvarnos a nosotros. Porque, más que un crítico, quería que la gente fuera a ver las mismas cintas que él había visto. En ese sentido, era un psicópata, un cinépata. Él sentía que la gente debía ver sus películas y que, logrando eso, iba a salvar al mundo. A lo mejor se dio cuenta que, en el fondo, no iba a poder salvarse él, pero si la gente veía las películas que él veía, el mundo iba a ser mejor. Y yo creo que el mundo, efectivamente, es mejor por Andrés”.

cansado




I am tired.
I am tired of speech and of action.
If you should meet me upon the
street do not question me for
I can tell you only my name
and the name of the town I was
born in –but that is enough.
It does not matter whether tomorrow
arrives anymore. If there is
only this night and after it is
morning it will not matter now.
I am tired. I am tired of speech
and of action. In the heart of me
you will find a tiny handful of
dust. Take it and blow it out
upon the wind. Let the wind have
it and it will find its way home.

---Tennessee Williams

Sunday, December 07, 2008

demasiada gente



"But if I am in a unfamiliar place, among a number of strange people, or people whom I feel to be strangers, than the whole room presses on my chest and I am unable to move, my whole personality seems virtually to get under their skins, and everything becomes hopeless"

-F Kafka

Friday, December 05, 2008

Feedback desde Tabogo:


desde Bogotá, donde pasé la semana pasada, Tabogo según Caicedo, me llega mucha info,
más de la que puedo colocar, pero el libro está provocando y alterando y, lo que me deja más contento, está cambiando la mirada que los propios colombianos tenían de AC

esto es del
del semanario colombiano SEMANA,
un impresionante articulo escrito por Eduardo Arias

El lugar que merece


Mientras América Latina comienza a descubrir a Andrés Caicedo, Mi cuerpo es una celda, autobiografía basada en cartas y textos personales, muestra que es mucho más que un autor para adolescentes.


Andrés Caicedo, uno de los secretos literarios mejor guardados que tenía Colombia, comienza a hacerse famoso en el resto de América Latina. Caicedo, de quien en Colombia se habla desde hace más de 30 años a raíz de su suicidio, su novela Que viva la música y algunos de sus cuentos más recordados, era un ser casi desconocido en el resto del continente, y si acaso su nombre se conocía en circuitos muy cerrados, de culto.

¿A qué se debe el cambio?

Uno de los grandes responsables es el escritor chileno Alberto Fuguet, quien acaba de publicar con Editorial Norma Mi cuerpo es una celda, una autobiografía que él armó con base en cartas a amigos, textos personales y sobre cine de Caicedo, varios de ellos inéditos. Fufuet lo lanzó en la pasada Feria del Libro que se celebró en Santiago. "En Chile Caicedo no existía y al libro le ha ido increíble. Después del lanzamiento estuve sentado dos horas firmando ejemplares". Y agrega que en Chile y Argentina les parece un escritor extremadamente contemporáneo. "No se creen que haya escrito en los años 70".

Diversas columnas y noticias en diarios argentinos de circulación masiva, como Clarín y La Nación, con motivo de la edición en ese país de Que viva la música o del lanzamiento de Mi cuerpo es una celda, refrendan la afirmación de Fuguet: "Andrés Caicedo, el James Dean de la literatura latinoamericana". "Muerte y resurrección: El escritor colombiano Andrés Caicedo se suicidó en 1977, a los 25 años. Mito 'punk' e hijo de una ciudad enferma, comienza a editarse en la Argentina" o "¿El año caicediano?" son apenas algunos ejemplos.


Según Fuguet, Andrés Caicedo empieza, por fin, a tomar su lugar en el mundo, y señala que muy pronto será traducido al alemán. "Es necesario sacarlo del culto, del terreno adolescente y darle su verdadera dimensión".

Fuguet, autor de novelas como Mala Onda, Tinta Roja, Las películas de mi vida y la novela gráfica Road Story, aparece en los créditos de Mi cuerpo es una celda como si hubiera sido el director y el responsable del montaje de una película. Porque en realidad eso fue lo que hizo. Armarles a los lectores la verdadera película de Andrés Caicedo. Mostrar que el personaje cargado con la aureola mítica de haber sido un roquero mechudo y salsómano que azota baldosa en la Sucursal del Cielo en realidad era un ser atormentado, confundido, de una fragilidad extrema y que no se suicidó por un gesto generacional (aquello de que "no vale la pena vivir más de 25 años"), sino porque la vida le quedaba muy grande. Algo de eso se había comenzado a insinuar en algunos de los textos y las cartas de Caicedo antes publicados, (sobre todo en El cuento de mi vida), pero Fuguet lo hizo más que evidente al acceder a un material que hasta hace poco tiempo la familia Caicedo Estela no había considerado pertinente que se hiciera público.

La lectura de estas páginas, armadas por Fuguet con la precisión de un cirujano, revela gran parte de los temas que tanto lo atormentaron. Para hacerlo se valió de cartas, textos sobre su vida cotidiana, e incluso críticas sobre películas. Pero no son la simple selección y la transcripción de textos en un orden más o menos cronológico. Fuguet tomó fragmentos de escritos, fusionó cartas escritas el mismo día a varias personas para sacar lo más relevante de cada una de ellas y, además, incluyó algunas reseñas críticas sobre películas que había visto.

"No se trataba de hacer un libro de cartas", advierte Fuguet. "Me di cuenta de que cuando Andrés escribía sobre cine, hablaba de las películas y, a través de ellas, sobre todo hablaba de sí mismo. Esos textos de cine son parte clave de su vida. No se puede entender a Caicedo sin el cine, sin su interés por el cine".

Y tal vez uno de los detalles más llamativos de esta creación a cuatro manos entre dos personajes que jamás se conocieron es que Caicedo y Fuguet tienen en común el gusto no sólo por la literatura, sino también por el cine. Y fue gracias al cine que Fuguet se enteró de la existencia de Andrés Caicedo.

"Armar este libro fue labor de detective", recuerda. Todo comenzó en 2000, cuando Fuguet miraba libros en una librería de Lima y se encontró con Ojo al cine, la antología de textos cinematográficos de Andrés Caicedo que recopilaron en 1997 Luis Ospina y Sandro Romero Rey, los curadores de la obra de Caicedo (ver recuadro).

Fuguet encaró su misión con toda la seriedad. "Yo quería averiguar quién era este escritor misterioso. Quería resolver el caso y resolverlo bien. Quería saber quién era ese autor que hubiera querido haber leído antes, ese cinéfilo latinoamericano globalizado. Además, colombiano. Si hubiera sido un autor ecuatoriano o peruano, de pronto el personaje no me habría llamado tanto la atención. Pero me pareció irresistible descubrir que en el país de Gabriel García Márquez había existido un escritor que se había adelantado a McOndo".

No sobra recordar que Fuguet se dio a conocer en el continente a raíz de la antología de cuentos McOndo, en la que él y otros autores querían decirle al mundo que el realismo mágico era cosa del pasado y que ya era hora de oír las voces de un continente de ciudades abiertas a las influencias del planeta entero.

Para Fuguet, Caicedo fue una víctima de su época. Por un lado, hace 30 años era muy difícil mostrarse a la sociedad como alguien débil y frágil, y más en sociedades machistas como las de América Latina. Por el otro, él percibe que, más que escribir, Caicedo quería hacer cine. "Tal vez habría escrito menos novelas y cuentos", aventura Fuguet, y habría sido ante todo ensayista y director de cine. Con las facilidades tecnológicas de comienzos del siglo XXI lo ve como un blogger compulsivo y, como escribe en el ya citado making of, "Internet Movie Database habría sido un lugar ideal donde volcar su trivia, los chats lo habrían conectado con otros 'freaks', las cámaras digitales lo habrían ayudado a filmar sus cintas de terror y una colección de videos o DVD lo hubría dejado dormir tranquilo: ahí, en un estante, en orden alfabético, habría podido guardar todas esas imágenes que ya no le cabían en la cabeza".

América Latina comienza a descubrir a Caicedo. Y, gracias a Fuguet, una voz internacional y ajena a cualquier relación de tipo afectivo o generacional con Caicedo, Colombia por fin podrá salir del síndrome bipolar de verlo ya sea como el genio drogo, bacano y adolescente o como el invento de unos adoradores. Basta leer Mi cuerpo es una celda para corroborar lo que dice Fuguet: lo más importante de Andrés Caicedo no son sus novelas y sus cuentos, sino Andrés Caicedo mismo.




Sandro Romero Rey:
“Un libro necesario”

Desde comienzos de los años 80, Luis Ospina y Sandro Romero Rey se dedicaron a clasificar las obras inéditas de Andrés Caicedo. Sandro Romero Rey así opina del trabajo que realizó Alberto Fuguet con el material de Caicedo.

"Mi cuerpo es una celda es un libro demoledor. No se trata de "otro-libro-de-Andrés-Caicedo". Se trata de una relectura de un autor, de un 'personaje' convertido en un misterio mucho más profundo y complejo, luego de la lectura de este texto armado por el escritor chileno Alberto Fuguet. Gracias a su mediación, los lectores asiduos de Caicedo pueden tener una mirada desconcertante de muchos de los textos del obsesivo autor caleño. Pero, más allá de la constatación de su genio indudable, uno puede ser testigo de la inmensa y sincera tragedia que reposaba en el corazón de Andrés, sólo resuelta con la accidental dosis de seconales del 4 de marzo. Mi cuerpo es una celda es un libro como pocos: terrible, desgarrador, ingenuo, doloroso, divertido. En una palabra: necesario".

en las zapatillas de AC


entrevista x mail con Rodolfo García para Paula.com
acerca de... claro, acerca de Caicedo

pronto mas data de Bogotá

Fuguet: En las zapatillas de Andrés Caicedo

Por Rodolfo García.

Andrés Caicedo vivió una corta pero vertiginosa carrera como crítico, escritor y dramaturgo. Nacido en Cali, Colombia, se suicidó a los 25 años en marzo de 1977, luego de recibir por correo el primer ejemplar de su libro Qué viva la música, hoy obra de culto, e ingerir 60 pastillas. Mi cuerpo es una celda es su autobiografía póstuma, dirigida y editada por Alberto Fuguet a partir de diarios de vida, notas y correspondencia epistolar.

El escritor chileno comparte el gusto y la sensibilidad de Caicedo frente al cine, y quedó impresionado cuando años atrás descubrió Ojo al cine, sus escritos cinéfilos. Desde un viaje por Sudamérica que incluye lanzar Mi cuerpo es una celda en Colombia y asistir a la Feria del Libro de Guadalajara en México, Fuguet contesta por e-mail entre aviones, entrevistas y hoteles.

¿Cómo sitúas a Andrés Caicedo dentro de la crítica latinoamericana?
Uno de los mejores, uno de los adelantados. Si bien creo que Héctor Soto es el mejor crítico de cine latinoamericano del siglo XX (que seguirá siendo notable durante el XXI, pero su ADN es claramente Siglo XX), creo que Caicedo es el líder de un movimiento crítico (de cine, de libros, de tele, de rock) donde lo que importa no es tanto lo que se sabe o lo que informa, sino lo que se siente. A Caicedo quizás no le dejarían escribir en Mabuse. Caicedo parece más un colaborador de El Amante, la revista argentina de cine.

¿Por qué?
Caicedo cometió un error para el siglo XX: Caicedo debía hacer suyas las películas. Escribía mejor cuando una cinta le gustaba. Sentía que existía una guerra fría entre buenos y malos. Esparcía el evangelio, su evangelio (como tratar que todos vieran Lillith de Robert Rossen cuando nadie la vio). Caicedo proyectaba su vida y lo que vivía a la película. Usó la crítica para hablar de sí mismo y del mundo, no entendía la crítica para dar clases o enviarle recados al director o para pasar de intelectual. Era un crítico lúcido, con una prosa impresionante, un estilo notable y era capaz de ver lo que otros no veían.

¿Qué te llamó la atención de su sensibilidad?
A cada rato uno se topa con escritores que son brillantes, inteligentes, pero no tengo claro si son sensibles. Caicedo era quizás demasiado sensible y, respecto a su sensibilidad, ese punto de vista particular con que veía el mundo, no sólo me llamó la atención sino, por cierto, simpaticé. Sentí que encontré un amigo, un hermano mayor. Creo que es, sin duda, el eslabón perdido de McOndo. Su padre o su hermano mayor.

¿En qué sentido?
Me gusta que sea urbano, que no tomó en cuenta el realismos mágico de Gabo, que no entendía la vida sin el cine, que consideraba que la cultura pop era cultura, que a pesar de ser rockero y obsesionado con la cultura yanqui, tenía distancia y era capaz de apreciar lo mejor del resto del mundo, que creía en la salsa, que devoraba a Vargas Llosa y Alan Poe, que era un perdido, que no tenía claro y a la vez la tenía clara, porque si no escribía moría, porque detrás de su look Morrison era un nerd tímido y tartamudo.

Voces múltiples

¿Por qué escogiste la primera persona, lo subjetivo, como tono?

Surgió solo. Me di cuenta que no me interesaba hacer una novela histórica ni menos una biografía. Y al captar que tenía sus palabras, la idea de intentar escribir como él me pareció una falta de respeto. Además, tampoco sabía todo lo que había vivido o sentido. Al empezar a leer este material capté que él tenía un libro que no estaba armando u estructurado, pero que sí estaba escrito, que es lo que importa.

¿Cómo es eso?
Leyendo y, a medida que me encontraba con sus cartas, entendí que la posibilidad de ingresar a su mente, como Cusack ingresa a la Malkovich, era alucinante. Y aterrador. Y triste. La idea de poder ingresar a una mente torturada me fascinó. El tono es de él, conmigo como un editor duro que no lo dejaba repetir, irse por las ramas, etcétera. En breve: por qué no usar a Caicedo si tenía a Caicedo. Para que ir a escuchar a un grupo de imitadores si tienes al verdadero.

¿Cómo sientes que opera lo fugaz en Andrés Caicedo?
Fugaz fue su vida y corría y escribía corriendo y no tenía tiempo pues sentía que se le iba y lo hacía todo a la rápida, con intensidad. Quizás era volátil pero no se evaporó, ni siquiera su alma. Su cuerpo fue quizás su celda pero sus palabras lo liberaron y voló. Ahora está vivo, volando, conquistando hermanos y primos en todas partes de América Latina y, no se cabe duda, pronto en otros idiomas. Caicedo, como todos, era varias personas en una.

¿Varias personas en una?
A veces su lado B y C se integraban y lo hacían el tipo brillante que era. Recordemos que murió a los 25 y dejó una gran obra. ¿Cuánta gente conoces de 25 que tiene obra? Yo estaría muy incómodo si mi propia “carrera”, hubiera terminado con Sobredosis. La verdad es que me daría entre asco y vergüenza. Mal. Ahora Caicedo era un ser débil, bipolar quizás, fracturado y, sobre todo, escindido. A veces no podía integrar su lado B y con su A y ahí empezaron los problemas. Problemas que lo llevaron al final que todos sabemos: muerto a los 25 y, lo que es peor, más triste, seducido y adicto a la muerte desde por lo menos los 22.

http://www.paula.cl/blog/libros/2008/12/04/fuguet-en-las-zapatillas-de-andres-caicedo/

Thursday, December 04, 2008

triste, liminal, escindido

por un tiempo, abusaré de este blog
por unos días, será el blog Caicedo
o el de Mi cuerpo es una celda

están apareciendo críticas
en todas partes.
esta particularmente me impactó y agradó
porque es era la idea:
hacer un libro liminal, triste, duro

aqui va lo q escribió Juan David Correa
en El Espectador de Colombia


4 Diciembre 2008

Un libro triste

x Juan David Correa Ulloa

A los quince años descubrí con una emoción desmedida la obra de Andrés Caicedo. Durante un buen tiempo leí todo lo que pude sobre él. Averigüé, pregunté, y sufrí una sobredosis. Entonces, Caicedo se quedó en una especie de limbo en el que permaneció a pesar de los libros que han recopilado amigos suyos como Sandro Romero Rey. Esos libros, sin duda, eran documentos relevantes, pero mi vena hacia Caicedo estaba, así lo creía yo, irremediablemente rota. No le encontraba ya gracia a sus textos literarios. Y comenzaba a creer que el mito de Andrés Caicedo era algo creado, que superaba sus propias esperanzas cuando estaba vivo.

Así que llegué con muchas reservas a Mi cuerpo es una celda, una autobiografía “dirigida y montada” por el escritor y director de cine Alberto Fuguet. Debo decir también que el término de dirección y montaje se me antojó pretencioso e innecesario. Lo abrí con todos esos prejuicios y no bien comencé a leer; apenas comencé a adentrarme en eso que Fuguet decidió llamar montaje y que digamos a mí me parece solo edición, comprendí que estaba ante uno de los libros más hermosos, complejos, duros, brutales, y aterradores que haya leído.

El testimonio que logró “montar” Fuguet sobre Andrés Caicedo, ese hombrecito que quiso morir de una sobredosis de cine pero que solo pudo cumplir con Seconal, el más precoz de los escritores colombianos, el mismo que se adelantó a un montón de cosas en nuestra crítica y literatura; la vida de ese muchacho de Cali que hizo obras de teatro a los 16 años, escribió cuentos, fundó la revista Ojo al cine con Luis Ospina; hizo cortos con Carlos Mayolo, y se enamoró sin remedio de Patricia Restrepo; la vida, digo, de ese muchacho, está contenida con tanta hondura, con tanto acierto en este libro que, me temo, será el encargado de que ese mito que creía yo desmedido, se convierta en verdad, en permanencia.

Fuguet ha creado un guión —para seguirle la corriente— imperfecto y bestial. Ha recuperado, cortando aquí y allá, parte de su correspondencia, de su crítica, de sus papelitos olividados, de sus notas de cuaderno, y nos los ha devuelto quizá con la mirada desinteresada de quien no conocía a Andrés Caicedo. Y lo ha logrado. Y creo que no me equivoco si digo que este es el mejor libro de Andrés Caicedo: el que escribió pensando en que “el cine era mejor que la vida”.

Tuesday, December 02, 2008

despacho desde Calicalibozo


me enviaron este link q salió en La Nación Domingo
de SCL---
creo q apareció el dgo pasado
el diario chileno le pidió al periodista caleño despachar desde la zona cero,
desde Calicalabozo----
este es su informe a raíz de la salida en Colombia
de Mi cuerpo es una celda

Maldita Cali, maldito Andrés


Por Jorge Enrique Rojas,
desde Colombia / La Nación Domingo

El escritor chileno que se obsesionó con el colombiano acaba de presentar Mi cuerpo es una celda, una autobiografía que abre las venas del extraño de pelo largo. Acá un periodista colombiano recorre su ciudad, ese pequeño paraíso de narcotraficantes y capital mundial de las cirugías estéticas, para hablar de ese escritor miope, pero de mirada con precisión quirúrgica, que en sus textos anticipó la maldición.

Seconal. Eso dicen los médicos que fue. Hablan de sesenta pastillas. Cuentan que te las tomaste de un sorbo, que cuando te encontraron ya no había nada qué hacer.

Ahora lo relatan como una monstruosidad, abren los ojos y exageran las vocales al hacer la cuenta ("s-E-s-E-n-t-A"), pero la verdad es que en algún momento de aquel 4 de marzo, mientras el sol posaba todos sus dedos sobre Cali, los barbitúricos estallando al interior de tu estómago menudo llegaron a ser vistos como algo menos perverso que el calor de ese día: antes ya habías intentado suicidarte. Siempre fuiste un chico persistente.

Dicen que lo hiciste varias veces. Algunos dan cuenta de dos intentos, otros hasta de seis. Aunque el número no importa, ya no.

Entre la incredulidad de unos y el sopor silencioso que aturdía a otros, esa mañana de 1977 finalmente cumpliste con tu promesa. Lo habías dicho: "vivir más de 25 años sería una vergüenza".

Pero claro, eso ya lo sabes. Debe parecer una tontería escribirle cartas a un difunto, aunque ésta tenga una razón. Déjame explicarte: hace poco, cuando cumpliste años de muerto, encontré una chica en un bar con una polera que llevaba estampada una foto tuya.

La foto era esa en la que tienes la cerveza en la mano y una mueca que gravita entre la sonrisa del borracho y la liviandad de un suicida resuelto.



Pero cuando ella se movía al vaivén de un reggaeton estridente, todo cambiaba: los pliegues de la tela ondulante convertían tu cara en una mancha retorcida, atravesada por interrogantes que lo deformaban una y otra vez.

La chica tenía una belleza artificial: senos plásticos, uñas postizas, cabello tinturado de rubio. Bebía un refresco con sabor a manzana.

-¿Sabes quién es el tipo que llevas en el pecho?, le pregunté.

-No, me dijo sin dejar de moverse

- ¿Entonces por qué llevas la polera?, insistí.

- Está de moda, ¿no?

- En serio, ¿ni una vaga idea?

- Mmmm en el almacén me dijeron que era un modelo

Esa noche la imagen de la chica dándome respuestas estériles y tu rostro deformado por los movimientos torpes de aquel ritmo torpe, resultaron una metáfora perfecta del desconocimiento que en tu propia ciudad hay de ti.

A veces te desdibujas, Andrés, y por el capricho de algunos y la ignorancia de otros, terminas convertido justamente en eso que nunca quisiste ser. Pero no es tu culpa. Y por eso te escribo. Aquella noche le conté esta historia a la chica del bar.

DIME CÓMO MUERES Y TE DIRE QUIÉN ERES

Según una vieja máxima la muerte es uno de los reflejos más fieles de la vida. Dime cómo mueres y te diré quién eres, bromean con cierta ironía en Colombia, ese país donde los sesenta suicidios por cada cien mil habitantes, lo han convertido en la nación iberoamericana donde más gente se quita la vida. A veces tienen razón. La máxima se cumple.

El muchachito flaco, tartamudo y miope de lentes ovalados que más tarde sería encumbrado a la categoría de prodigio literario, había terminado con su vida justo un día después de que fuera publicada su primera novela.

¡Qué viva la música!, ese banquete sin sosiego narrado a través de su alterego y heroína, "María del Carmen Huertas" era al fin un libro. Y entonces se atragantó con Seconal. "Si dejas obra, muere tranquilo", transmitía en vida.

Andrés empezó precoz y concluyó precoz. Genio al fin y al cabo. Tal vez el único cierto que ha surgido de esa ciudad de apariencias que él veía como un calabozo.

Cali-calabozo, la llamó. Y uno de los pocos capaces de consumar sus manifiestos. A los trece años escribió "El silencio", su primer cuento.


Un texto demasiado sensato para un talento tan prematuro. Aunque no era fortuito: ya desde antes, iluminado en una suerte de régimen autoimpuesto, había empezado su carrera contra el tiempo.

Luis Ospina, hoy director de cine, pero entonces uno de sus amigos más cercarnos, contó un día que desde la madrugada hasta las últimas horas de la noche, Andrés rumiaba sólo en forjar su propia obra, trazar su propio universo, darle vuelta a sus propios antojos y tratar de atesorar la mayor cantidad de escritos, películas y obsesiones, para llegar bien armado a la hora de la parca.

Y lo hizo. Y su universo erigido, o más bien descubierto por esas gafas que alcanzaban a ver lo que otros apenas sospechaban, no fue otro que el de la ciudad que lo encarcelaba, pero que también lo embriagaba.

En una relación de amor-odio que por momentos alcanzó proporciones matemáticas, la contó y la recontó, y la estudió y la putió, como si lo suyo no fuera una expresión, sino la única forma de vomitar esta ciudad.



"Odio a Cali, una ciudad que espera, pero que no le abre las puertas a los desesperados... Sí, odio a Cali, una ciudad con unos habitantes que caminan y caminan y piensan en todo, y no saben si son felices, no pueden asegurarlo... Odio la Avenida Sexta por creer encontrar en ella la bienhechora importancia de la verdadera personalidad... Odio a las putas por andar vendiendo añoraciones falsas en todas sus casas y sus calles... ... Cali es una ciudad ramera", escribió en "Infección", el primer relato de una compilación que hace diez años publicó Editorial Norma con el nombre de Calicalabozo.

IMPLANTES

Cali, entonces, era una ciudad de ochocientos mil habitantes surcada por un río aún de aguas azules. Treinta grados a la sombra, eterno verano, mujeres turgentes, la salsa de Richie Ray en las calles y un emergente negocio del narcotráfico que empezaba a prosperar.

Sí, en ese tiempo ya era racista y arribista: tener la mayor población negra del país ha sido desde siempre una suerte de mácula en la solapa para su burguesía.

Y eso tallaba en los zapatos de Caicedo. Mucho más al integrar una familia de clase alta en la que él, siendo lo que era (escritor, teatrero, bohemio, irreverente, drogadicto, cinéfilo y salsero) resultaba todo lo que ellos repugnaban.

La casa de los Caicedo está ubicada en Santa Teresita, un exclusivo sector del Oeste de Cali, hoy poblado de penthouses, por donde pasa la parte más cristalina del río moribundo que todavía insiste en recorrer la ciudad.

Rosario, una trabajadora social que vive en los Estados Unidos y por trece meses la hermana mayor de Andrés, me recibe allí en una tarde de lunes. La ciudad es otra, porque a sus desgracias se sumaron otras.

La mitad de sus habitantes pobres, hoy un pequeño edén de narcos y más recientemente la capital mundial de los implantes y las rinoplastias, pero aun así es conocida como "la sucursal del cielo".

-¿Qué mató a Andrés?

- Entre otras cosas, Cali.

Son las dos de la mañana y he vuelto a ver a la chica. Nos encontramos en el mismo bar de aquella vez. Esta vez una salsa se escurre por los parlantes.

El sitio se llama Evocación y queda sobre la Calle Quinta, esa avenida de asfalto agujereado por la que tanto caminaste con tus botas de suelas desgastadas. Sí, es la misma calle que sigue atravesando la ciudad como una arteria enferma. Aunque ahora lo está más.

Esta chica se llama Ángela. Angelita, le digo, intentando encontrarle el parecido con esa niña de la que hablaste en "Angelitos empantanados", la novela donde internaste a dos adolescentes ricos y enamorados en un viaje por los barrios populares de Cali, que los llevó a descubrir un infierno delicioso.

Pero no se si pueda. Esta Angelita vive en un departamento con un ventanal sin cortinas, por donde se ve la ciudad. Y de noche, bajo la luz mortecina de los postes, Cali se transforma en algo peor. La chica me ofrece una cerveza de la nevera. Vuelvo a ver la polera.

Está sobre el mesón y ahora es un trapo con el que Angelita seca los trastos y limpia la mugre. Tu cara ahora es una mancha viscosa de grasa y restos de comida, que te hacen ver como muerto irrespetado.

Dejo de mirarte. Ella está desnuda. En la radio suena la misma canción. Lavoe habla de una chica triste y vacía.

Monday, December 01, 2008

para q perdido no se pierda


en el suplemento de
La Tercera cultural del sabado pasado
salio una notita titulada:

PARA QUE PERDIDO NO SE PIERDA

asi es-- la informacion fue este mismo blog
no puedo contar mucho, es un proyecto, pero es mas que eso:
es un proyecto que ya partió. No puedo decir aún el dibujante
aunque es muy bueno.

La Tercera dice que no entiende lo que es
wide-screen: la idea es q el libro sea lo más apaisado posible
para intentar capturar cómo se iba a filmar:
como un western, con el formato 2.35:1

la idea con PERDIDO es que sea una NOVELA,
una novela gráfica,
o sea, q tenga mas de 350 a 400 páginas

fecha tentativa:
primer semestre del 2010, nuestro aporte del bicentenario :)