Sunday, September 30, 2007

mi vida Podcast

esto salio ayer en el Sabado de El M
fue escrito a pedido y me costó su poco:
es raro objetivar algo que uno ya da por hecho,
tratar de explicarle a un otro algo tan cotidiano
y normal, digamos

pero aqui va y claro, recomiendo algunos de los podcasts citados

CONFESIONES DE UN ADICTO DIGITAL:
MI VIDA PODCAST

¿Qué son los famosos podcast? ¿Algo Útil o un lujo de techno-freaks? ¿Son de verdad el nuevo medio de expresiÓn o sólo otro invento con que nos abruma la tecnología? "Sábado" le pidió al escritor Alberto Fuguet que se sacara, por un rato, sus audífonos y explicara por qué estos programas de radio "a medida" pueden ser una buena opción.

Por Alberto Fuguet




Hace un par de semanas, caminando de noche por una calle de Providencia llena de cerezos en flor, en medio de esas espesas neblinas de agosto que lo invaden todo, me enteré de que Sam van Halgren, uno de mis mejores–amigos–nuevos, partiría de mi órbita. No fue un momento agradable, lo confieso, y no estaba para nada preparado. La desaparición de Sam –anunciada por él mismo– me hizo pensar en si uno puede considerarse amigo virtual de alguien con el cual nunca ha estado ni ha visto, pero al cual ha escuchado por más de un año con leal atención. Escucharlo, sí, porque nuestra amistad fue, digamos, una amistad podcast, de esas que sólo nacen cuando uno se aísla del mundo con unos audífonos para entrar en otro muchas veces mejor, más culto y con mejor pronunciación, que nada tiene que ver con la dictadura de lo actual, del chiste rápido y la información al instante, que no mide minutos ni posibles audiencias y donde lo único que importa es el flujo de la conversación y el interés en aquello que a la mayoría no le interesa nada.

¿Acaso eso no es como se mide en parte la amistad? ¿Juntarse con alguien para poder escuchar lo que nadie más es capaz de contarte?

En el mundo podcast, el medio no es masivo y, por lo tanto, puede darse un lujo que ni siquiera la televisión por cable digital puede darse: los creadores de estos programas radiales tratan primero de complacerse ellos antes que al resto. Bienvenido a la segmentación de la segmentación, donde todo es gratis (los podcast se descargan por cero, que es más o menos la suma que un podcaster gana por emisión) y la idea de pensar que alguien puede ser medido por lo que tiene (ABC1) y no por sus gustos y pensamientos (fanboys, cinéfilos, republicanos recalcitrantes, gourmets veganos, adictos al tenis, seguidores de Lost) parece ofensivo y pasado de moda. En la moral podcast no se trata de convocar a todos, sino al revés: una o dos personas (a lo más un grupo) se juntan para hacer un podcast (una conversación acerca de su reducido mundo personal) y esperan que lleguen los indicados.

A diferencia de la radio, donde el aire no sobra y todo está regulado, el ciberespacio es tan grande que aunque grites es perfectamente posible que nadie te escuche. Pero a veces sí. Y por cada tres docenas de podcast sin auditor alguno aparece un programa que seduce a millares (o millones).

Sam van Halgren abandonó mi programa radial semanal favorito (perdón, mi podcast favorito) pues ya no podía seguir viajando de Milwaukee a Chicago y debía ganarse la vida en algo serio. Escuchar a Sam conversar/discutir/pelear de cine junto al sobregirado Adam Kempenaar en www.filmspotting.net fue una experiencia auditiva intensa y divertida, una junta semanal donde, después de sesenta y tantos minutos (en el mundo podcast no todo es ni tiene que ser tan riguroso y exacto), yo terminaba potenciado, arriba, con ganas de crear, de ver películas nuevas, al tanto de lo que se estaba estrenando en las carteleras americanas y en los festivales de cine del mundo. Cuando me enteré de la partida de Sam capté al menos dos cosas: ya llevaba más de un año escuchándolo y que ciertos podcast ya eran parte inseparable de mi existencia, una de las tantas maneras en que me enteraba de la vida, del mundo y de lo que estaba sucediendo más allá. Pero quizás lo más importante: vía los podcast podía leer escuchando, matar dos pájaros de un tiro y acceder a información y confesiones que no había encontrado antes en ningún otro medio.

BLOGS AUDITIVOS

Alguien me pregunta qué son los podcast, cuánto valen y si son como los blogs. Obviamente no sé qué responder o, al menos, me demoro, pues ya son tan parte de mi cotidanidad como para algunos es googlear cualquier duda. Le explico que, para mí, algunos de estos podcast son muchísimo más importantes que ciertos programas de radio, o columnas o suplementos de la prensa análoga. Luego le explico que son sin costo, que es cosa de suscribirse (gratis) usando un software tipo iPodder o cualquier podcatcher que todo computador posee o puede poseer si se baja (en mi caso personal uso el iTunes que se actualiza automático cada vez que aparece un nuevo episodio de un podcast al que estoy suscrito). Lo más cómodo es subir el podcast a tu aparato reproductor de mp3 o iPod, aunque también se puede escuchar directamente del ordenador. Pero lo cierto es que el sitio natural para escucharlo es el iPod, pues así te permite acceder al programa a la hora y en el sitio donde uno desea (estos reproductores también se pueden conectar a los parlantes del auto). Escuchar una entrevista a Richard Ford caminando por la precordillera o saborear el acento noruego de Liv Ullman al recordar a Ingmar Bergman en el Metro de las 19 horas son placeres adquiridos y del todo civilizados.

–Y los blogs– me dice. Detesto los blogs.

Le respondo que son parientes, que parten de la misma premisa (armar tu propio medio o forma de expresión) y utilizan una tecnología parecida, aunque un podcast es claramente más pesado y de mayor complejidad.

–Ah, son como blogs auditivos.

–Algo así– le respondo.

–Entonces no me interesan, no tengo tiempo; con todo el respeto que me merece, lo que puede hablar un chico depresivo de Illapel no me seduce en los más mínimo.

A mí, al parecer, tampoco. Desde luego, no estoy suscrito a ninguno que tenga esas características. Y el supuesto chico depresivo de Illapel, por lo general, tampoco tiene un podcast, aunque es probable que sí tenga un blog y hasta un fotolog. Los podcast –incluso los peores– son después de todo un programa y necesitan de disciplina, trabajo, inversión y, sobre todo, constancia. Los podcast requieren de esfuerzo y trabajo (y tarjeta de sonido y micrófonos), y quizás sea ése el factor que los separa del resto de la comunidad digital por ahora.




La llegada de los podcast es un grano más en lo que algunos llama control de los medios: no en el sentido de ser sus propietarios, sino de tener control sobre lo que podemos escuchar y leer y eso ocurre simplemente porque ahora tenemos muchas más opciones. No sólo podemos leer, y escuchar y navegar por la web; podemos crearla (blogs, páginas web, fotologs, podcasts y una extraña forma de tv/cine llamado Youtube). Quizás no es el fin del mundo ni el comienzo de otro, pero sin duda está modificando el real.

Tal como en mi caso, este nuevo invento (ojo: podcast fue la palabra nueva, de moda, más usada y sobrecitada del año 2005 por The New Oxford American Dictionary, así que todo esto lo estaba viviendo con un cierto retraso), ya es una parte decisiva de cómo se informa (o divierte o aprende) mucha gente. El término podcast nació después de una sesión de sexo entre un iPod (el primer aparato portátil de audio digital) y la palabra broadcast (transmisión), aunque un grupo no minoritario de gente anti–Apple dice que podcast viene de pod, portable on demand.

Lo más fascinante, y donde compiten mano a mano con la prensa análoga (para definir la tradicional), es que estos podcast no tienen que competir y no tienen problemas de tiempo o de pauta. ¿Un escritor paquistaní, un jazzista malayo, un arquitecto sueco? Todos pueden ser entrevistados por largo tiempo vía un podcast. Es más: el rango de posibles programas supera la imaginación. Hay de humor, de historia, de sexo, de cocina, de moda y cotilleo, de autos y ciencia. También hay muchísimos de cine y de televisión, donde, entre otras cosas, te actualizan o ponen al día con una serie tipo 24, o Alguien te mira, por ejemplo.

Como estos podcast son relativamente recientes, el aspecto nuevo negocio aún no ha fraguado. Cualquiera que recuerde la fiebre de internet de fines de los 90 tiene claro que muy pocos ganaron dinero y casi todos quebraron. Los podcast aún no alimentan a nadie pero, especulando, debe haber un par de docenas de ellos que ya tienen sus fans incondicionales y, por lo tanto, pueden empezar a cobrar por avisos que llegarán a un segmento extremadamente segmentado, pero, hasta el momento, son hobbies profesionalizados o son extensiones de radios o medios impresos, y aquí es donde la realidad cibernética se acerca y se funde con la realidad real.

Por muy freak, energético y políticamente incorrecto que sea el blog/podcast cinéfilo local http://cineconchile.wordpress.com, por ejemplo, no puede ni debe ni quiere competir con The Treatment o The Business, dos programas de cine realizados por la grandiosa National Public Radio (NPR) norteamericana, un servicio radial del Estado pero que se financia con los aportes de los (muy liberales y demócratas) oyentes. Uno de sus mejores programas, Fresh Air, famoso por entrevistar a escritores y pensadores, me llega a mi iPod vía mi suscripción al podcast que ellos cuelgan minutos después que el programa salió al aire. ¿Y por qué no? Para escuchar ese programa tendría que vivir en Estados Unidos y ajustar mi horario para estar cerca de una radio a la hora de la emisión. ¿Pierde NPR algo al podcastear sus programas? No. Antes, un programa emitido se disipaba en el aire. Hoy, cada uno de sus programas no sólo quedan almacenados, sino pueden ser escuchados por mucha gente en el mundo. ¿En qué importa que yo escuche un programa de, no sé, la radio Horizonte, en un podcast y no en una radio? ¿En qué afecta que alguien escuche algo de la radio a su manera, que siguiendo la pauta de hierro de la radioemisora? La opción contraria es claramente más dañina: simplemente no escucho la radio. Punto. Todos pierden, partiendo por el auditor sin tiempo pero con ganas de poder escuchar algo que otro (una radio, un podcast, una persona) le quiere ofrecer. Una cosa a su favor que tienen los podcast es el rating. Mientras la radio mide su rating con un sistema antiguo (encuestadores), los podcast se descargan, por lo que un podcaster (o una radio que tenga podcast) puede enterarse minuto a minuto cuántas descargas está obteniendo sin siquiera dudar del sistema de medición.

LA MORAL DEL MAKING OF

Otro amigo me confiesa que no tiene idea de lo que son los podcast y que duda que podría escuchar uno, pues "apenas escucha unos minutos de radio" al mes. En su caso particular, la radio implica el auto. Por lo tanto, él alcanza a escuchar un poco yendo a dejar a los niños al colegio y, a la noche, algo a la hora del taco.




Antes parecía que las radios estaban en todas partes. Mientras los conglomerados compran radios, los aparatos de radio en sí de alguna manera están desapareciendo. Cada vez se venden menos radio de autos, por ejemplo, y no porque se las roban. Cada vez hay menos transistors o walkman con radio, de ésas en que, años atrás, estudiantes escuchaban Haciendo Ruido en la Rock and Pop. Claramente, estamos en la era del iPod o de sus hermanos menores y más baratos. El hábito de escuchar radio en sitios fijos se ha reducido drásticamente: al despertarse o en la ducha (casos aislados) o en la cocina haciendo las labores domésticas (aquí la radio pierde frente a los matinales y programas de farándula de la TV). Donde mejor les va es en las oficinas, ya sea vía radio online del computador o en un viejo aparato sin pretensiones de alta fidelidad.

¿Estamos ante el fin de la radio?

Para nada. Hay mucha gente que anda en auto, durante horas, pero no hay que ser un futurólogo para darse cuenta de que pocos llegan a casa a escuchar radio. No todo el mundo tiene, además, radio. Los equipos de sonido se están saltando la radio, y si la tienen, mucha gente está más preocupada de los CD. Y ahí volvemos de nuevo al iPod o su equivalente: mucha gente ha optado por concentrar su música en este aparato. ¿Y la radio satelital? Es más cara, generalmente está ligada al auto (o a la TV cable) y su talón de Aquiles tiene que ver –de nuevo– con el tiempo real. En Chile, casi todas las radios transmiten en tiempo real, es decir, luego de apretar unos links, El diario de Cooperativa se puede escuchar perfectamente tanto en Nueva York como en Moscú. Pero de nuevo topamos con el factor tiempo y espacio: Lo que queda del día se transmite a un horario impresentable en Varsovia. En dos palabras: los podcast te liberan del tiempo y del espacio.

Los podcast, en rigor, fueron inventados para que chicos depresivos de Illapel hablaran de sus problemas como si fueran Cristián Slater en la vieja cinta de culto Suban el volumen. Pero los entes vivos mutan y buena parte de los podcast que triunfan (y que yo personalmente escucho) están ligados a entes análogos, del mundo real. Esto puede parecer un fracaso mayor, pero quizás es simplemente naturaleza humana. Ya lo vimos con los periódicos: los sitios noticiosos más importantes son justamente de los diarios. Buena parte de los podcast que yo descargo están ligados a una radio muy particular: la ya mencionada NPR, que se puede dar el lujo, por no tener que vivir de avisos, de tener programas semanales como Bookworm (entrevistas a fondo a escritores) o Studio 360, una suerte de estelar cultural animado por un tipo en extremo curioso y culto llamado Kurt Anderson (www.studio360.org). Filmspotting, mi podcast fetiche, era y es un programa menor que se transmite en la radio pública de Chicago. Hoy por hoy, buena parte de su feedback llega de sitios como Malasia o Portugal; antes, a lo más, cuando tenían suerte y el viento soplaba a su favor, sus ondas llegaban a Iowa. Otros podcast son hijos auditivos de páginas web con una cierta trayectoria o fuerza digital. Filmcouch sale de www.spout.com y Filmschool es el podcast de la Escuela de Cine de la Universidad de Irvine, en California. Esto no implica que uno a veces caiga o escuche podcast alternativos, pero, por lo que he averiguado, los más descargados son justamente aquellos que están ligados a un medio o una institución.

Y no siempre a una radio. Curiosamente, cada vez los diarios están ofreciendo podcast notables. The New York Times le pide a cada uno de sus editores que conversen con sus periodistas, colaboradores y columnistas acerca de lo editado durante la semana. La revista The New Yorker hace eso, y es por eso que no me pierdo el podcast de Sam Tannenhaus de The NYTimes Book Review (www.nyt.com) o el despacho de Joe Morganstern, el crítico de cine de The Wall Street Journal.




En Chile, los diarios aún no podcastean; al menos no me he dado cuenta. Las revistas online como Paniko o Super45, sí. Las radios curiosamente tienen pocos podcast. Alguien me dice que les asusta. No entiendo por qué. Los más podcastablen son, en efecto, programas semanales o programas cortos que no son noticiarios duros. Para seguir por estos lados, existe un sitio a cargo del ingeniero y cantante Andrés Valdivia llamado www.podcaster.cl, que no sólo crea contenido especial, sino que guarda y sube los podcast de seres más anónimos que graban sus podcast y los postean ahí para que muchos puedan descargarlos (un servicio no menor, pues los podcast pesan y un año de podcast, ocupa un buen espacio). El abanico de temas y voces que ofrece Podcaster es tan sorprendente como variado, aunque, y siempre terminamos volviendo a Darwin, unos podcast terminan claramente venciendo a otros y, por ahora, no está claro si esto será un negocio en el sentido clásico del término. Pero si una persona desea darse a conocer, claramente éste es un sitio a visitar.

El programa Filmspotting, al final, no desapareció. Al revés. Era difícil que ocurriera. Sigue y ahora es, de alguna manera, mejor, pues es más profesional. La vida post Sam van Halgren existe. Apareció un tal Maddy, un adolescente eterno, cesante, que no hace otra cosa que ver películas. Maddy Robinson vivía –mal– en Nueva York, pero se trasladó, sin pensarlo dos veces, a Chicago, para unirse a Adam y transmitir, semana a semana, el evangelio según Filmspotting. La vida, después de todo, sigue. Y el cine también. La última vez que los escuché ellos estaban en el Festival Internacional de Toronto y yo en una estancia en medio de la pampa argentina pensando, curiosamente, en Manuel Puig, y en cómo él sería un fan de un programa (de un podcast) como éste y como, de existir, quizás hubiera terminado animando uno o, lo que pudo ser peor, transformándose en un adicto y no escribiendo nada.

Wednesday, September 26, 2007

a bunch of fuckin freaks and yet...


que son los escritores?

"...aquellos que nos salvan
nos acompañan
nos entienden, hablan por nosotros
nos ayudan a comunicarnos con otros..."

de SER ESCRITOR
del argentino ABELARDO CASTILLO

Tuesday, September 25, 2007

Bonus Tracks

Aqui va la columna en Rev de Libros de EL M
q salio el domingo pasado...

eso

Domingo 23 de septiembre de 2007

LA COLUMNA DE ALBERTO FUGUET

Bonus Tracks

Hay textos inclasificables, que no son poemas ni cuentos ni páginas de un diario íntimo, que tienen sin embargo la nobleza de los que nunca aspiraron a ser parte de un libro mayor. De ese tipo de trabajos comienza a llenarse mi biblioteca.

De un tiempo a esta parte me he ido topando con libros (tanto nuevos como antiguos) que han sumado espacio en mi biblioteca hasta transformarse no sólo en masa crítica sino en obsesión. Una amiga los define como "textos de escritor" (desde Artículos de incierta necesidad de Donoso a los Carnets de Camus), pero siento que el mote de Bonus Tracks es lo que corresponde, porque casi todos son libros de no-ficción de autores que se han consagrado como escritores de ficción. Estos Bonus Tracks son las sobras, el material de basurero que no se desechó, es aquello que se archivó y se olvidó. Son textos relegados, perdidos, escondidos, que reaparecen y salvan el día. Te devuelven el ánimo y te dan ganas de seguir leyendo y, algo no menor, de continuar escribiendo.

Aquel material que, años atrás, quizás sólo les interesaba a licenciados en literatura que estaban haciendo una tesis, ahora me están cautivando, y a los editores, al parecer, también. Cartas, diarios, apuntes, charlas, artículos y columnas, entradas de blogs (no aún, pero pronto), ensayos hechos y derechos. La tentación es creer que estos textos son compilaciones de artículos periodísticos. Error. Existen, claro, y algunos de estos libros me gustan, pero es más que eso y, muchas veces, son textos póstumos o sencillamente responden a un cierto grito de libertad, de no querer ahogarse en los tres actos de la ficción pura y dura. Muchas veces son -además- libros sobre el oficio de vivir, pero, sobre todo, de escribir. El último y fascinante libro de Abelardo Castillo se llama, notablemente, Ser escritor y posee esa libertad del autor que tiene claro que no quiere llegar a muchos sino, a lo más, a un grupo lastimado, inseguro y exiguo que se lo devorará.

Dos subgéneros dentro de estos Bonus son "Los libros que he leído durante mi vida" (lean a Vargas Llosa, lean a Saer, lean a Coetzee) y los "Cómo me convertí en escritor" (Hemingway, Welty, Stephen King) con lecciones de vida que nunca están de más. Estos Bonus Tracks tienen la gracia de resumir lo mejor de dos mundos: una prosa y un estilo pulido, ejercitado, entrenado, con la libertad, creativa y estilística, de la no-ficción. Son textos bravos, tensos, livianos, pero no por eso light, que tienen la nobleza y la inconsciencia de los que nunca quisieron ser parte de un libro mayor.



Así me topé, por ejemplo, con Prosas apátridas. Desde hace un tiempo que ando recorriendo el mundo (sin ninguna suerte) tras los diarios de Julio Ramón Ribeyro: La tentación del fracaso, acaso una de las mayores tentaciones posibles. Pero al menos tengo Prosas apátridas, un libro publicado póstumamente a comienzos de este año, unos trece años después de morir. Cito al propio Ribeyro:



El título de este libro merece una explicación. No se trata, como algunos lo han entendido, de las prosas de un apátrida o de alguien que, sin serlo, se considera como tal. Se trata, en primer término, de textos que no han encontrado sitio en mis libros ya publicados y que erraban entre mis papeles, sin destino ni función precisos. En segundo término, se trata de textos que no se ajustan cabalmente a ningún género, pues no son poemas en prosa, ni páginas de un diario íntimo, ni apuntes destinados a un posterior desarrollo, al menos no los escribí con esa intención. Es por ambos motivos que los considero apátridas, pues carecen de un territorio literario propio.



Revisando mi biblioteca capto que muchos de mis libros favoritos son, en rigor, Bonus Tracks: desde El derrumbe de Scott Fitzgerald, a No Heroics, Please de Carver. Tal como se titula la nueva publicación de Truman Capote, el leer cartas de escritores (algo que terminó con los e-mails) puede ser un placer fugaz. Ahí tenemos las cartas de Octavio Paz, de Naipaul, del propio Kafka a su padre. Manuel Puig murió muy joven, pero los dos recientes volúmenes de sus cartas (Querida familia) sólo pueden ser entendidos como la más extendida de sus novelas. Una novela tan, tan Puig que a veces casi parece una parodia.



Prefiero y digiero mejor los ensayos de Kundera que sus novelas. Esto me ha pasado con muchos escritores jóvenes norteamericanos: no he podido leer su inflada (meta) ficción y me he quedado con gusto a poco con ciertas rarezas o pequeñeces de Rick Moody, David Foster Wallace, Jonathan Lethem y Jonathan Franzen (Cómo estar solo perfectamente podría ser leído como un notable libro de cuentos). ¿Cómo se clasifica esa elegía llamada Mi madre: in memoriam, de Richard Ford?

Donde realmente el término Bonus Track se aplica es en un libro como Borges, de Bioy Casares. No sólo queda claro que tenía muchas páginas guardadas sino que este explosivo, maldadoso e interminable libro sobre una amistad literaria corre el riesgo de transformarse en uno de los textos más importantes de Bioy. Tal como le sucedió a Cheever con sus Diarios.



A veces aquello que te sobró, que no quisiste publicar, que se te fue, es aquello por lo cual te van a recordar.

Tuesday, September 18, 2007

Leer en vez de escribir

“Leer, por lo pronto, es una actividad posterior a la de escribir: más resignada, más civil, más intelectual”

Jorge Luis Borges


Sí...?

interesante reflexión? O chiste?
o ambas cosas...?

claramente habla de alguien q escribe, de un escritor
xq para un lector regular, leer es LA actividad...
anterior, posterior y durante..

pero si se refiere al escritor, que es, segun yo, o debería ser, un lector con suerte, o un lector que escribe
esperando que lo lean, entonces esta cita, con la que me tropecé, empieza a significar otra cosa
y quizas es verdad:



leer --ahora q estoy leyendo despues de mucho tiempo, leyendo como un animal, como si mi vida dependiera de ello, leyendo 2 o 3 libros al mismo tiempo, como si supiera que solo leyendo no voy a perder, como teniendo la certeza que todo este tiempo "perdido" sí se puede recuperar y que si leo lo correcto, no será perdido, será procesado, acumulado, transformado, mejorado...
entonces si... escribir tiene algo animal, sudado,
poco civil, nada de intelectual, totalmente masculino,
muscoloso, difícil, como construir casa, hacer hoyos, cavar, sudar..

hay algo peor que escribir tomando cafe? coca light?
por suerte no fumo...

escribir es un esfuerzo serio
sobre todo escribir como un plan
escribir estas cosas --estos apuntes autistas, estos posts de blog-- son faciles, son divertidos, son resignados

leer... se puede hacer en cualquier parte y se puede hacer -por suerte- solo



xq un guion, un cuento, una novela, una puta columna o articulo, tiene el siguiente problema:
uno se los imagina, tienen un plan, y al momento de concebirlos, uno se los imagina mejor...
mucho mejor
uno quiere llegar a la cima
no se quiere resbalar....

si, leer es mucho mas civilizado
es un actividad gentil, de caballeros...

aunque, a la larga, los que escribimos sabemos q cdo uno escribe, lee
dicho eso: q descanso es leer xq si, no porque estas preparando un libro, xq tienes q leerlo xq te pidieron un articulo...

como le dice Cancino a Gastón en Se ARR:
"q rico tener tanto tiempo libre..."

q rico, si

Monday, September 17, 2007

Preferir el silencio

Hace un tiempo cayó en mis manos LOS SUICIDAS de Antonio Di Benedetto
y desde entonces me declaro un fan...
no fue parte del Boom pero, al final, ha ido encontrando lectores devotos

sus (recien) editados Cuentos Completos llevan sus bonus tracks
y uno de ellos es una suerte de autobiografía x encargo que me parece corta, precisa y alucinante
x la manera como capta lo fragil y ridiculo q es todo esto de la fama y xq entiende bien, con una claridad
aterradora, de que se trata todo esto.



al final, un escritor son sus libros pero mas q nada, es todo lo que ha leido y lo que no ha escrito
pero ha querido (¿puedo agregar todo lo que he querido filmar y quizas nunca filme, todas las pelis que quiero ver,
y todas esas que deseo repetirme?)

aqui va, en primera persona, el mendocino Di Benedetto:



"He leído y he escrito. Más leo que escribo, como es natural; leo mejor que escribo.
He viajado. Preferiría que mis libros viajen más que yo. He trabajado, trabajo.
Carezco de bienes materiales (excepto la vivienda que tendré).
Una vez, por algo que escribí, gané un premio, y después otro y después…hasta 10 de literatura, uno de periodismo
y uno de argumentos de cine. Una vez tuve una beca que me dio el Gobierno de Francia,
y pude estudiar algo en París.
Un tiempo quise ser abogado y no me quedé en querer serlo, estudié mucho, aunque nunca lo suficiente.
Después quise ser periodista. Conseguí ser periodista. Persevero.
Un tiempo anduve de corresponsal extranjero (por ejemplo, revolución de Bolivia, la que llevó al poder a René Barrientos).
Yo quería escribir para el cine. Pero en general no soy más que un espectador de cine, y también periodista de cine. Una vez fui al Festival de Berlín, y otra al de Cannes, y otra a Hollywood el día de los Oscars, y otra…
Bueno, en el Festival de Mar del Plata una vez me pusieron en el Jurado Internacional de la Crítica.
Soy argentino, pero no he nacido en Buenos Aires.
Nací el Día de los Muertos del año 22.
Música, para mí, la de Bach y la de Beethoven. Y el "cante jondo".
Bailar no sé, nadar no sé, beber sí se. Auto no tengo.
Prefiero la noche. Prefiero el silencio".

GRANDe!!!!!!!
eso se llama hacerla corta y precisa

Autobiografía de Antonio Di Benedetto,
escrita en 1968 para Diálogo con América Latina de Günter Lorenz.