Tuesday, November 15, 2005

Shorts, segun TIme Out NY



Shorts

By Alberto Fuguet, translated by Ezra E. Fitz.
Rayo, $12.95 paperback.

Almost a decade ago, Alberto Fuguet—along with other young pan-Latin writers such as Edmundo Paz Soldán, Rodrigo Fresán and Jorge Franco—cooked up the idea of the McOndo movement, a group spread across Latin America who were more influenced by the globalized pop culture of McDonald's and Mac computers than by García Márquez's magic-realist world of Macondo. Since then, Fuguet, the group's true ringleader and impresario, has been putting on a show. His rollicking first novel, Bad Vibes, is a sort of Bright Lights, Big City set in Santiago during the Pinochet dictatorship. His follow-up, The Movies of My Life, is a novel devoted to cheesy films from the '60s and '70s that, through its clever arrangement of memories and associations, manages to build to an emotional crescendo.

His new book of linked stories, Shorts, is another provocative, genre-splicing work. Again, Fuguet bounces madly between high and mass culture; his straightforward narratives modulate into TV-sitcom dialogues, made-up magazine Q&As or notes for a film-in-the-making. This inventiveness often becomes surprisingly powerful. In stories like "Unseeing Eyes," "Truth and Consequences" and "The Magic Hour (Matinee, Vermouth and Night)," the author casually stumbles upon moments of great revelation about global migration and the psychic unease of rich citizens in poor countries, whom he calls "the most solitary, disconnected and sad people on the planet." Above all, he evokes a smog-bound Santiago that has seeped into the soul of his wayward characters, whether they're on a Kerouac-like road trip through the Southwest, holed up in a Hollywood Denny's or just trying to fade into the anonymous night in Chile. "In a country of the disappeared, disappearing is easy," says the drifter narrator of the very-short story "Lost." Prepare yourself for more from Fuguet: He's only begun to mine two American continents for material.—Anderson Tepper

Saturday, November 12, 2005

El pasado es como un pais extranjero...







Hace poco leí LA ERA OCHENTERA. Tal como dice Cristian Barros, este libro, que uno creería divertido y saturado de trivia, se vuelve casi siniestro. Creo que debe leerse como un libro de historia. Es lo que es. Contardo y García ingresan por la ventana de la cultura pop y se encuentran con, para citar a Germán Martín, "el palacio de la risa". Pensé que, al leerlo, lo pasaría bien, una suerte de máquina del tiempo por mi juventud, pero todo es bastante escalofriante. Quizás lo que más me impactó fue la parte de los comerciales. Que mal quedan aquellos publicistas y cineasta que inventaron campañas siniestras. Me acuerdo, de niño, lo simpática que me pareció el aviso de COMPRATE UN AUTO, PERICO. Ahora, al leer el libro, capto lo que de verdad estaba debajo de ese mensaje. ¿Qué sentirán Nissim Sharim y Delfina Guzmán? ¿De verdad creyeron que estaban simplemente haciendo un aviso?

Recomiendo el libro. Dato extraño: al final del libro, me topé conmigo mismo, reporteando para la Revista del Domingo la subcultura New Wave. Me enviaron a cubrir Matucana y El Trolley, lugares que ya conocía. Los autores extractan una frase de ese artículo y, al leerla, capto que en esa frase, escrita en el diario, en 1987, surgieron dos títulos de los cuentos que formaron mi primer libro. Me cito:

"Los que no los quieren dicen que son muertos vivientes, que deambulan por la orilla oscura, que son autodestructivos, que no creen en el futuro, que son la generación abortada...".

Raro. Cuando Planeta me planteó editar mis cuentos dispersos por ahí, consideré que el título correcto era DEAMBULANDO POR LA ORILLA OSCURA, pero al final ellos optaron por algo más preciso y comercial: SOBREDOSIS. Ojalá hubiera tenido más poder o fuerza para haber persistido por el título que yo quería pero bueno....

Friday, November 11, 2005

The World According to Jimmy Corrigan




Mi columna mensual (o algo así) en La Revista de Libros de El Mercurio

de verdad, me ha impresionado lo oscuro, melancólico y distímico que es esta novela. Porque eso es. ¿O es una película?
Tiene planos absolutamente impresionantes. Sin duda, es el mejor storyboard que he leído. Jimmy Corrigan es algo así como Charlie Brown con ravotril fusionado con el Niño Ostra, con algo de Harvey Peckar de American Splendor.

aqui va columna de hoy, 11 de nov:

Corresponsales del momento

Hace poco leí una entrevista a Ray Loriga, un escritor vivo y pop, que también es cineasta y guionista y, sobre todo, cinéfilo, como toda persona que se respete, donde señalaba que toda su obra apostada por el zeitgeist, por la idea de tratar de captar, ficcionalizar o transformar en crónica los signos de los tiempos. Loriga, que tiene mucho de poeta, define su misión literaria como el de un "corresponsal de su momento".

"Siempre escribes desde un lugar determinado, desde un lugar emocional, desde un lugar físico, desde un lugar de tu propio desarrollo como escritor y como persona", explica con precisión Loriga, que, ahora, años después, y con el pelo considerablemente más corto, no sólo es respetado sino que es parte del canon español. "Con errores o con aciertos, siempre he tratado de escribir desde el sitio donde me encontraba. Lo que no he tratado es de ser un impostor y de escribir a los veinte años los libros que tenía que escribir a los cuarenta o viceversa".

Impostar. Impostar la voz, el sitio, tus intereses. Eso es clave, por cierto, para ser serio. Ojalá que nada de lo que exista en tu casa (tus discos, tus dvd, los programas que ves, la comida que comes) aparezca en tu obra (un autor de verdad tiene una obra, no libros). Tu biblioteca, por cierto, debe ser - qué duda cabe- aprobada por nada menos que Harold Bloom. Analizando mi propia biblioteca me he dado cuenta que ésta es, dentro de todo, bastante conservadora y hasta canónica. Es verdad que tengo todos los libros de ciertos autores considerados "sospechosos", pero, a la hora de la verdad, lo cierto es que mi biblioteca es en extremo siglo XX y más concentrado en la ficción-ficción que en ciertos subgéneros "menores".

Vengo llegando de un simposio celebrado en esos pueblitos de la Norteamérica profunda donde, entre los fans de Bush y la gente que va a la iglesia, se alzan esos oasis liberales y cafeinados que son los pueblos universitarios. En uno de ellos se celebraba un simposio dedicado a la cultura pop en AmLat (latinoamérica en jerga académica) y la ciencia ficción. Lati-
noamerica Writes Back! Para ellos, write es producir textos: escritos, visuales, auditivos. Las charlas iban desde los lazos entre Neal Stephenson y Edmundo Paz Soldán (su El delirio de Turing está provocando delirios) hasta "Promedio rojo" de Nicolás López pasando por la literatura pop-gótica-automutilante del jovencísimismo autor de Sao Paulo, Santiago Nazarian.

Un profe con un doctorado en su mochila y con el nuevo iPod con imágenes (andaba con el clip de "No me confundas" de Nicole, más episodios de "Lost" y "Buffy") está terminando un libro sobre medios masivos y literatura (era qué no). Yo le mostré La década ochentera y señalé, hackeando la información de García y Contardo, cómo el ICTUS apoyó la consagración del modelo neoliberal con su "supuestamente chistocillo" comercial del "Cómprate un auto, Perico", quizás uno de los momentos mas goebbelianos de nuestra historia.

¿En qué momento sucedió esto?

No es que nadie asesinó a Diamela Eltit, la otrora "reina de la academia", sino más bien, ocurrieron dos cosas: Diamela Eltit empezó a escribir sobre supermercados (ver Mano de obra) y, por lo tanto, sin querer, según un profesor pop, ella ingresó a un territorio que quizás antes consideraba "enemigo". Dos: los profesores y doctores en literatura nueva se criaron con tele, cómics y cine. El tema que se discutía en los almuerzos no era Paradiso de Lezama-Lima sino "Elizabethtown" de Cameron Crowe mientras que varios me interrogaban si ya había leído Ygdrasil, de "mi compatriota" Jorge Baradit. Era tal la excitación que provocaba la aparición de esta novela, un cruce, según una profesora, de "los mitos del Chile profundo vistos con la mirada de la cultura trash" que fotocopias a color circulaban del nuevo descubrimiento de Ediciones B. Yo, que siempre me he sentido bastante pop, capté que, uno, no estaba tan al tanto y, dos, me estaba quedando atrás "del momento".

Edmundo Paz Soldán me comentó que "The New Yorker" optó por consagrar las novelas gráficas al señalar la primera obra maestra del género: Jimmy Corrigan, the smartest kid on earth de Chris Ware. En un acto de generosidad me regaló una edición de lujo (me tocó la copia 58.463). Lo leí en el avión. Quedé profundamente conmovido. Y adicto al nuevo género que, por cierto, no tiene nada de nuevo.

Ir a una librería con estos nuevos profesores fue toda una experiencia. Me recomendaron varios libros que estaban en varias hileras por las cuales - lo confieso- nunca había transitado. Volví de este pueblito con héroes nuevos: Neil Gaiman (devoré en 5 horas su Neverwhere, novela ambientada en el metro de Londres), Danny Cloves (el mismo de Ghost World) y William Gibson, un tipo considerado ya un clásico, pero que nunca me había atrevido a leer. Opté por Pattern Recognition que está ahí, esperándome.

Es impresionante cómo uno - sin querer- va cerrando su mente y empieza a encontrar bueno a Sándor Márai (por suerte, no es mi caso) no tanto porque sea bueno sino porque responde a los gustos que uno se ha creado luego de décadas de trabajo para protegerse de ideas nuevas que no molesten la estética que ya sientes tuya. El no estar dispuesto a correr riesgos a la hora de ir al cine, entrar a iTunes o recorrer una librería necesariamente te afecta la manera como escribes, filmas o compones. Es raro: partí negándome a leer clásicos o gente muerta, pero, con el tiempo, uno termina leyendo gente que ya está "consagrada" o "aprobada". No creo que sea el único. Es cosa de ver cómo el público lector apuesta más por lo conocido que por los desconocidos. Poca gente vende menos o es tan poco leída como un autor nuevo. Antes no era así. ¿Qué pasó por acá? ¿En qué momento dejamos de preocuparnos por las nuevas señales que están saliendo de los sitios más inesperados?

Aquellos que creen que la televisión es la mejor manera de enterarse qué está pasando, cómo está el estado de las cosas, se equivocan. Hay ciertos mensajes, cierta sensibilidad, que sólo puede ser captada y filtrada a través de una mirada artística. Nada mejor para entender qué pasó, cómo éramos, que leer autores clásicos. Pero nada mejor, a su vez, para captar cómo somos ahora, qué está pasando, como son los ríos que circulan por las profundidades de nuestro inconsciente colectivo, que leer aquellos, debutantes o ya instalados, que sienten que parte de su misión no es sólo estética sino ser corresponsales de nuestro momento.

Os filmes de minha vida--LPDMV en portugues



Via Agir, de Rio de Janeiro.. Dicen q la traducción esta muy bien. Me gustó lo que escribió en la contraportada el escritor Joca Reiners. Aquí va una entrevista que di al Folha de Sao Paulo.

Fuguet funde a escrita em filme e livro

SILVANA ARANTES
DA REPORTAGEM LOCAL

Certo de que "entre o cinema e a literatura não há muita diferença, além das folhas", o cineasta e escritor chileno Alberto Fuguet, 40, se desdobra nos dois papéis.
Para vir ao Rio de Janeiro nesta semana divulgar seu livro "Os Filmes da Minha Vida" (Agir, 270 págs, R$ 44,90) e debater sobre a literatura latino-americana a convite do CCBB, Fuguet fez pausa em maratona de entrevistas à imprensa chilena pela estréia de "Se Arrienda" (aluga-se), seu primeiro longa como diretor e roteirista.
"Os Filmes da Minha Vida" narra terremotos pessoais na história de um sismólogo, entrelaçando-a com seus filmes preferidos.
A seguir, Fuguet fala de filmes, livros e outros abalos.


Folha - Qual foi o ponto de partida para "Os Filmes da Minha Vida"?
Alberto Fuguet - A primeira motivação foi fetichista. Queria escrever dois livros que tivessem títulos relacionados ao cinema, para ir preparando a transição de escritor a diretor. O primeiro foi "Cortos" [curtas], como curtas-metragens.
A outra coisa que me interessou em "Os Filmes da Minha Vida" era a idéia da lista. Creio que a mente das pessoas no fim do século 20 e início do 21 funciona muito com listas. Basicamente tudo é lista, categorização.
Pouco a pouco, eu me dei conta de que, quando você encontra uma pessoa que não conhece, em cinco minutos começa a falar de cultura pop, para ter algum grau de relação. Não posso te falar dos meus amigos de colégio, nem você me contar do último escândalo político de São Paulo, porque não nos pareceria muito atraente.
Mas, quando você começa a falar de filmes, imediatamente surgem laços ou inimizades, do tipo: "se você odiar Woody Allen, nunca poderemos ser amigos". E talvez seja verdade.
Por fim, percebi que, tal como Marcel Proust, ao comer uma madeleine, vê todo o seu mundo em retrospectiva, você pode estar vendo TV a cabo e começar a se lembrar do seu pai com um filme de Steve McQueen [1930-1980].

Folha - Ou seja, os filmes tomariam hoje o lugar das madeleines na reminiscência proustiana?
Fuguet - Absolutamente. Juntando todos esses elementos, vi que, mais do que um livro sobre cinema, era um livro sobre as memórias que o cinema provoca.
Nem é um livro sobre os meus filmes favoritos, mas sobre aqueles filmes que nos escolhem, porque nossos pais nos levaram para ver ou porque estava em cartaz no bairro ou qualquer coisa assim.

Folha - Mas há no livro muitos elementos de sua própria história, como a infância nos EUA, a imigração, as relações familiares. Sua intenção foi "despir-se dos fantasmas", como foi a de Gabriel García Márquez em "Viver para Contar"?
Fuguet - Exato. Agrada-me a referência a García Márquez, que supostamente é meu maior inimigo [leia texto à direita]. Meu problema com García Márquez não é tanto ele mesmo, mas seus imitadores e aficionados.
Encaro "Viver para Contar" como um comentário de "Cem Anos de Solidão", parecido aos "comentários do diretor" nos extras de DVD. Ele conta mais ou menos a mesma história, mas como ela realmente ocorreu, sem ter de recorrer ao realismo mágico, às coisas estranhas.
O que me desagrada no realismo mágico é que te contam a loucura, mas não a explicam. Não tenho dúvidas de que a América Latina, como qualquer continente do mundo, está cheia de coisas estranhas, curiosas, idiossincráticas, inexplicáveis.
Mas não temos que ser transformados num estereótipo por isso. Acho que escrever só sobre essas pequenas estranhezas é transformar uma realidade complexa num estereótipo. É um equívoco estético e ético. Boa parte da visão que o primeiro mundo tem de nós é conformada pelos nossos produtos culturais.

Folha - A lista de favoritos de "Os Filmes da Minha Vida" retoma o recurso de Nick Hornby em "Alta Fidelidade". O paralelo com um autor do pop inglês lhe desagrada?
Fuguet - Não acho um insulto ser associado a Nick Hornby. Ser considerado pop hoje em dia, para mim, é o mesmo que antes significava ser ilustrado.

Folha - Hoje, será exibido em São Paulo o filme "A Batalha do Chile" [do documentarista chileno Patricio Guzman]...
Fuguet - [interrompendo] É um grande filme.

Folha - O sr. gosta de Guzman?
Fuguet - Não sei. Provavelmente eu o odeio. Para mim, ele representa um mundo demasiadamente esquerdista e ultrapassado. Mas reconheço que adoro seus filmes. Melhor do que os livros, os documentários captam o momento.

Minha visão da batalha do Chile é diferente da de Guzman. Ele a vê de modo heróico. Eu a vejo como o garoto que fugiu pensando: estão todos loucos. Por mim, o filme poderia se chamar "A Batalha do Chile: O Mundo Está Louco, Louco, Louco". Você vê o filme e fica entre fascinado e aterrado

Wednesday, November 09, 2005

Las peliculas de mi vida AKA The MOVIES of MY LIFE





...en paperback para el mercado USA, tanto en castellano como en inglés---tb están las versiones en tapadura

SHORTS en USA: Cortos en ingles




Crítica en The New York Times Book Review
(pudo ser mejor, pudo ser peor... al final, mixed hacia arriba--no concuerdo con todo, dale con McOndo,
pero Road Story o, Truth or Consequences, como se llama allá, es mi cuento favorito del libro)

November 6, 2005
'Shorts': Dislocated Characters

By LENORA TODARO
If you're going to beat a dirge to Latin American magical realism, you'd better have the chops to give it a proper burial. The Chilean novelist Alberto Fuguet and the contributors to his anthology "McOndo" toasted magical realism's demise in 1996 with cups of Coca-Cola in a McDonald's in Santiago.

The youngish McOndo writers, influenced more by Homer Simpson than by Augusto Pinochet, see their elders, the stars of "El Boom" (Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa), as writers of a time to which they can no longer relate, a provincial period in which language levitated characters, politics infused waking dreams and inbred villages like García Márquez's fictional Macondo figured prominently. The McOndo stories, typically urban, are filled with characters steeped in American pop culture. For his part, Fuguet replaces magical realism with the magic of movies.

Fuguet's most recent book, a novel called "The Movies of My Life" (2003), dramatized bicultural dislocation in finger-snapping vignettes. Ready and action! A Chilean seismologist raised in California uses the 50 most important movies in his life as his madeleines to help him sniff out recollections of his dysfunctional family and describe the hardships of assimilation. But where a magical realist might employ an image of fishing nets pulling up circus animals after a flood, Fuguet deploys movie sets: under an entry for "The Poseidon Adventure" he describes suburban kids recreating the film's tsunami with trash cans full of water. Magical? Not really. Real? Perhaps.

In his new book, "Shorts," a collection of stories, Fuguet again uses movies as cultural shorthand: from "Christine" for a son who drives "almost on autopilot" to confront his abusive father to "The Blue Lagoon" for fantasizing young lovers. (Some of these stories are presented on the page in dialogue, like screenplays.) One story unfolds in "scenes" in a Denny's restaurant on Oscar night in Los Angeles, as two failed Chilean documentary makers commiserate over their lives. Fuguet links the young men in both subtle and overt ways (they went to film school together) with much boo-hooing about how hard it is to be an artist. In another story, a young man laments: "I ended up as a field producer. . . . But it's not quite what I had planned. Does anyone out there ever realize his plan?"

In "Shorts," which has been translated by Ezra E. Fitz, Fuguet comes across as a clever writer - an old-fashioned cafe realist - who portrays a certain stratum of Latin American society on its bruised knees: the haves who have little in the way of personal happiness and less in the way of love, and egoistic 30-somethings who prolong adolescence beyond its expiration date. He grinds on about the sense of alienation and professional dissatisfaction they feel as they jet between their native countries and the United States. ("There's nothing worse than rich people from poor countries: they're the most solitary, disconnected and sad people on the planet.") Along the way he sounds other themes, of course: love, lousy fathers, being lost.

While his observations about cultural dislocation seem spot on, intrusive bits of conventional wisdom flicker through the stories like news crawl. ("If you're able to conquer solitude, you can conquer anything.") But just when you have decided that Fuguet has the soul of a greeting-card writer, he seduces with an odd love story. In "Truth or Consequences," an embezzler whose marriage has selfdestructed wanders across the United States and meets an unlikely partner in a lying, dying woman. Stealthily, even romantically, they fib their way from town to town, falling in love.

To set Fuguet against the outsize talents of García Márquez & Company is unfair, but by fronting McOndo, he raised the gloves. This round goes to the elders.

Lenora Todaro is a former editor of The Voice Literary Supplement.