Monday, April 30, 2007

CAICEDO: conocido en su casa


LA COLUMNA DE ALBERTO FUGUET

CONOCIDO EN SU CASA

Domingo 29 de abril de 2007



¿En qué año estamos? ¿En qué siglo? El veintiuno, ¿no? El futuro por fin llegó. Supuestamente. La geografía - dicen- cambió. Thomas Friedman insiste en que el mundo ahora es plano. ¿Lo es? Tengo mis dudas. ¿Entonces por qué el mundo literario (sobre todo el hispano) parece tan siglo XIX? La manera como se edita, comercializa y promueven los libros está llegando - o ha llegado- a su punto final. Ha tocado, literalmente, fondo. No sólo está haciendo agua, se está inundando.

Se supone que estamos en América Latina y que hablamos el mismo idioma, da lo mismo que los acentos sean distintos. Entonces, ¿por qué uno entra a una librería en cualquier ciudad de este castigado continente y siente que está en otro mundo? ¿O es que el único mundo que existe de verdad es del exterior y traducido a nuestro idioma, todos esos Nobel, todos esos librillos amarillos y una que otra cara vieja de algún latinoamericano que lo "logró" en España? Es comprensible que un libro de un colombiano no se encuentre en japonés o polaco, pero lo que no se explica, lo que amarga y finalmente enrabia, es que cualquier libro escrito en español no se encuentre en una librería (o incluso en la calle) de un país en que se habla español.

Insisto: ¿en qué siglo estamos?

¿Es necesario viajar para encontrar libros y enterarse de autores de los cuales uno no sabía siquiera de su existencia? ¿Dónde está el gran suplemento literario digital que no esté basado en una ciudad importante? ¿Es justo que un libro de una editorial grande sólo esté disponible en su país de origen?

Acabo de leer una lista que anuncia los 39 nuevos escritores del futuro con menos de 39 años. Autores latinoamericanos. Conozco algunos. Otros, ni en pelea de perros. Los que conozco son, no casualmente, los que están publicados por editoriales grandes. Pero ni tanto. Varios de ellos, como Eduardo Halfon, por ejemplo, de Guatemala, por mucho que haya aparecido en Anagrama, tampoco logra llegar a países vecinos.

¿Por qué? Basta. ¿Servirá esta lista? Ojalá. Uno queda curioso y con ganas de leer a aquellos que no conoce para ver si merecen o no estar en la lista. Pero dónde los encuentro. ¿Debo ir a El Salvador? Ni siquiera voy a entrar al tema de Brasil, que también está en la lista. Es más fácil pasar del turco o del finlandés al castellano que del portugués al español. Santiago Nazarian, de Sao Paulo, puede estar contento por lograr entrar a la lista pero ¿lo podremos leer? Esta lista, arbitraria y controversial como toda lista, podría ser una gran oportunidad.

Una gran oportunidad para vencer un status quo.

Veamos qué pasa. La tarea no será fácil. Existe un filtro en la América Latina literaria. Un gran filtro. Digo filtro para no usar censura porque en rigor quizás no lo sea pero es algo semejante. Hemos vuelto al mundo jurásico de Carmen Balcells y Carlos Barral y a ese maravilloso invento extraliterario, ese monumento a la exclusión, denominado el BOOM, donde sólo un autor por país tenía "el derecho" de viajar. Hemos vuelto al más fascista de los provincianismos. Chilenos para los chilenos, colombianos para los colombianos, peruanos para los peruanos. La moral profunda que subyace es: el mundo interior de un ecuatoriano contemporáneo no puede conectar con un lector contemporáneo mexicano. Sólo España, la madre patria, puede filtrar y ver qué podemos leer. El itinerario es simple y todos lo conocen: la ruta más corta entre Santiago y Ciudad de México pasa por Madrid y, sobre todo, Barcelona.

Despacho esto desde Caracas, donde hay una movida literaria impresionante que se pierde bajo los titulares más sonoros políticos. ¿Por qué nadie cubre las revoluciones o movidas culturales? Los venezolanos se están leyendo a sí mismos de una manera casi compulsiva y hay gente con un verbo tenso y transpirado. En Colombia, donde estuve en la Feria de Bogotá, el libro más vendido es de un de un autor de culto caleño. El cuento de mi vida es un flameante y delgado libro de no ficción "que vende como arepas" y es la novedad de la feria. Su autor es Andrés Caicedo. Un joven autor colombiano intensamente contemporáneo y "al día", que, de estar vivo, tendría 56 años, pero que se mató "por ver demasiado cine" y tomar demasiadas pastillas, a los 25 años.

Caicedo es de nicho, sí, y ese nicho fusiona lo que podría denominarse la sensibilidad emo con la furia del fanboy (los cinéfilos acérrimos y fetichistas) con la de un autor literario, una suerte de Cesare Pavese tropical. Triunfa tanto en la ficción como en la no-ficción. Caicedo es de nicho pero ese nicho colombiano que posee vende millares y millares. Y es respetado y admirado por todos sin transformarse en una estatua ni tener que ser lectura obligatoria. A lo largo de 30 años, sus lectores se han ampliado de manera exponencial. Su último libro, suerte de compilación de diario de cinéfilo-blogger más dos cartas de suicidio, es de Norma. Pero qué pasa. Caicedo es otro conocido en su casa. En Venezuela, el país del lado, es imposible de encontrar. Y cuando uno lo encuentra por ahí, perdido, su precio es prohibitivo. ¿Por qué no viaja? Es - me dicen- local. Un fenómeno que sólo se entiende en Cali. Si es así, ¿por qué le va tan bien entonces en Bogotá? ¿Y por qué yo, un tipo de otra generación, de otra parte del mundo, puedo conectar tanto con el?



¿Es Caicedo realmente un autor local? Lo dudo. Si las cosas siguen así, Caicedo conectará primero con los lituanos y los islandeses que con los argentinos y los chilenos. Caicedo es una suerte de Kurt Cobain literario y cinéfilo que es capaz de unir a los fans de André Bazin con los de Bob Dylan. Mientras García Márquez, el mismo año, se maravillaba con las mariposas amarillas, Caicedo se obsesionaba con Travis Bickle y Taxi Driver. La editorial Norma ha hecho un trabajo tan, pero tan miope y extraviado con Caicedo que uno duda si es un asunto de conspiración o simple ineptitud. O quizás sea un tema de costos: para qué invertir en alguien que ya nos da dinero en forma local. Lástima. Caicedo salva personas, Caicedo es un autor de primera, urgente. Caicedo no puede esperar. Ya hemos esperado demasiado.

Sunday, April 29, 2007

el ultimo clavo de la ataud de McOndo



Domingo 29 de abril de 2007

Feria del Libro de Bogotá
Realismo, LITERATURA Y MAGIA

Álvaro Matus

La presencia de Gonzalo Rojas y Alberto Fuguet, entre los autores chilenos, así como la de Juan Villoro, Margo Glantz y Darío Jaramillo, demuestra que una feria puede servir no sólo para promocionar novedades, sino también para transmitir ideas y tomar contacto con figuras de primer orden.

ÁLVARO MATUS DESDE BOGOTÁ

"No, no, yo no he matado a nadie", dice Alberto Fuguet. Son sus primeras palabras en el epicentro del realismo mágico, en Colombia, un país donde los "garciamarquianos" o los "gabistas" abundan como el café y la guayaba. A su lado está Juan Villoro y al frente Fuguet tiene una enorme cantidad de rostros de todas las edades y colores y estilos. La sala está colmada; en el aire se siente la tensión. Hace un momento, la moderadora del encuentro ha presentado a Fuguet como el autor del "prólogo más famoso que se ha escrito en América Latina en los últimos cincuenta años. O, al menos, el que más ha dado que hablar". Se refiere al texto introductorio de McOndo, la antología en que el escritor chileno daba por superada la estética rural y maravillosa de García Márquez.

- ¿Es necesario matar al padre para ganarse un espacio como escritor?, insiste la moderadora.

- No - agrega Fuguet- . Y si esto fuera un juicio, podría decir que Villoro con su libro Tiempo transcurrido, o Manuel Puig, mucho antes, ya pensaban distinto.

Sólo han pasado cinco o diez minutos de conversación, pero es evidente que una feria del libro puede ser algo más que un muestrario de novedades a las que se suman los libros de saldo, esos ejemplares que duermen durante todo el año, entumidos, en una inhóspita bodega. En Bogotá, donde se celebra por estos días la vigésima versión de la Feria del Libro, quedó claro que un evento de esta naturaleza sirve para reflexionar sobre la literatura, transmitir ideas y, claro, encontrarse con figuras de talla mundial.

Para Villoro, el realismo mágico es algo así como un desastre cultural provocado por la mirada ajena: "No creo que García Márquez haya pretendido ser intencionalmente colombiano. La etiqueta misma de realismo mágico vino después, con los estudios europeos y norteamericanos. Sería injusto pensar en algo deliberado, como pensar que si un personaje mío toma tequila es para parecer mexicano o que si uno de Alberto toma pisco sour es para verse chileno. Creo que ambos beben porque tienen sed... o porque son borrachos".

El humor del autor mexicano ayuda a distender el ambiente. "Lo que más me gusta de esta feria es que siempre está Villoro", comenta una persona del público, mientras Fuguet explica que para él la literatura no es algo tan ideológico como algunos piensan, que lo fundamental es el placer de las lecturas, la confianza que entregan ciertos autores, la cercanía que se siente al tomar sus libros. "Hay que ser honestos - señala el autor de Mala onda- . Más allá de la calidad de García Márquez o de Kafka o de Diamela Eltit, también uno tiene sus propios gustos. Entre leer a Fresán y a García Márquez prefiero a Rodrigo Fresán. Para mí, lo importante es confiar en un artista, sobre todo en los momentos malos. Y dentro de ellos estaba Vargas Llosa y Manuel Puig, con quien a pesar de no compartir sus gustos cinematográficos, sí sentía que era un cinéfilo auténtico. Y me parecía muy latinoamericano y muy cojonudo titular una novela como The Buenos Aires affair" .

"Míralo qué engreído es", susurra una señora que da justo en el clavo: Fuguet, para los colombianos, es un provocador. Los irrita su falta de respeto ante EL MAESTRO. La propia Feria está dedicada a los 80 años de García Márquez. O a los 40 años de Cien años de soledad. O a los 25 años del Premio Nobel. O a todo eso junto. Hay un pabellón de mil metros cuadrados titulado "Gabo del alma", y entre las actividades hay charlas tan desproporcionadas como "El realismo mágico en Orhan Pamuk".

Con todo, lo esencial del encuentro Fuguet-Villoro fue la refutación del concepto de territorialidad de la obra del colombiano. No en vano, hay conexiones claras entre Cien años de soledad y La hojarasca, por citar un par de ejemplos, y las obras de Salman Rushdie, Ismaíl Kadaré o el Günter Grass de El tambor de hojalata. Todos son escritores sin denominación de origen, como sí lo tienen el tabaco, las artesanías, los licores.

Al final hubo que interrumpir las preguntas del público para desalojar el auditorio. Y a Fuguet no lo dejaban salir. Sus fans le pedían una firma, los periodistas una entrevista, otros, una simple foto. La idea de la urbe como material narrativo, más que como mero paisaje, queda dando vueltas en el aire. Y dando vueltas por la Feria se siente que Bogotá podría ser considerada no sólo la Capital Mundial del Libro, como la nombró la Unesco, sino también la Capital de la Crónica Latinoamericana.

No es casualidad que en Bogotá se haya fallado esta semana el Premio de Crónica Seix Barral, que tuvo como ganador a Braulio García Jaén, periodista español que recibió 20 mil dólares para financiar la investigación y escritura de un libro sobre dos marroquíes condenados en España a 100 años de cárcel por una serie de violaciones perpetradas en Barcelona en 1991, pero también en 1995, cuando ambos ya estaban en prisión. El proyecto, titulado provisoriamente "Condenados por la cara", también abordará la historia de los dos gitanos que fueron detenidos en este mismo caso. Uno de ellos es "idéntico" a uno de los marroquíes, y de acuerdo a las pruebas de ADN sería el auténtico violador.

Wednesday, April 25, 2007

things change: presentando 100 años de soledad en Caracas...



asi es
me cuesta creerlo pero tb me atrae
igual la edicion de RAE- Alfaguara está bien y viene con bonus track de Vargas Llosa

ya vere que dire
sera mañana jueves 26 de abril en Caracas, Venezuela
en un sitio llamado La Estancia

supongo q este sera el ultimo clavo de la ataud de McOndo

Sunday, April 22, 2007

Papelucho, revisitado



mi ultimo articulo sobre Papelucho..
aqui va:

Sábado 21 de abril de 2007

Papelucho, revisitado

"El que no sabe quién es Papelucho no ha sido niño, no tiene niños o simplemente no es chileno" asegura el escritor Alberto Fuguet, quien además tiene una mirada sobre el personaje bastante lejana al "cliché arraigado" del niño feliz. Por eso, y a días del estreno de la película Papelucho y el marciano, "Sábado" le pidió que escribiera sobre la célebre creación de Marcela Paz.


Por Alberto Fuguet

1. Cualquiera que haya leído Papelucho –releído, más bien, y de adulto– capta que es todo menos los que creen que es: un simpático niño risueño y sin muchos dientes "lleno de curiosidad" y "adicto" a las aventuras.

Por el contrario.

Quizás la imaginación no tiene edad, como dice la frase de la próxima película animada, pero tampoco hay edad para sufrir, tener pena y, lo que es quizás más angustioso, para no sentirse seguro, acogido y con un lugar en el mundo. La idea que Papelucho es "nuestro chico más feliz y risueño", un poco travieso pero sin una gota de maldad en su sangre, se ha arraigado tanto que se ha instalado como uno de los tantos clichés con los que tenemos que vivir.

Travieso, quizás, pero como una forma de escape. Si a Papelucho le gustan las aventuras es que no se siente tan cómodo en casa. Las cosas claras: Papelucho es una de las voces narrativas nacionales más punzantes, agudas, perfectas en su tono, desafiante en su ira, incondicional con sus ideales y afilada a la hora de cortar con una inocencia casi aterradora la gruesa capa de desdén y la mediocridad de nuestra burguesía poco ilustrada.

En efecto, no hay que confundir a Papelucho, el personaje público, con lo que llamo Papelucho, la novela, formada por la saga, es decir, esos once volúmenes cortos de libros infantiles que, unidos, uno detrás de otro, en tapa dura, sin los dibujos ni las portadas de color, se podrían alzar como la gran novela del siglo XX sobre la familia disfuncional chilena.

Lo que pasa es que nadie quiere leerla así. O quizás no corresponde.

Los Papeluchos son libritos infantiles que llenan a los adultos de nostalgia y que, cegados, se los pasan a sus críos, sin tener del todo claro lo que les están entregando.

No es común releer Papelucho ya de adulto y, a veces, la parte infantil de Marcela Paz termina por cansar y agotar, pero cuando la paz de Marcela Paz se disipa y surge el complejo mundo interior de Esther Huneeus, la voz de Papelucho (que este año cumple 60 años y aún no cambia ni se espesa) deja de brincar y salta a profundidades no menores.

La duda que se inserta en el cerebro luego de releer toda la saga es clara: ¿se trata de una fallida novela de adultos o una saga infantil infiltrada llena de sarcasmo, ironía, perversidad y simple abandono? De qué está hablando Marcela Paz: ¿del mundo de las pastillas Ambrosoli o el universo de las pastillas con receta retenida?

Es complicado y erróneo juzgar un libro por lo que quiere que sea y no por lo que es. Esta mala costumbre termina por hundir al más objetivo de los críticos. Pero uno puede especular. Cómo habrían sido estas novelas si Marcela Paz hubiera usado la misma voz y el mismo narrador y, con leves variantes, hubiera escrito una novela para adultos. No porque un narrador tenga nueve años y escriba en presente implica que la narración deba ser infantil. Leyendo todos los Papeluchos queda claro que Paz no está simplemente "entreteniendo a los peques". Está también hablándoles a aquellos que, muchas veces, les leen en voz alta esos libros al público objetivo. Papelucho es y no es un libro infantil. En esa tensión está su fuerza y ahí también sus carencias. En la segunda novela de Jonathan Safran Foer, por ejemplo, Tan fuerte, tan cerca, Oskar (al igual que el niño-narrador de El tambor de hojalata) es un chico de 9 años que no las ha tenido fácil: sus abuelos judíos escaparon de los bombardeos de Dresden y su padre murió en una de las Torres Gemelas. Safran Foer lleva la idea de Papelucho al límite y, tal como lo ha hecho Ian McEwan, cree que, para ciertas historias, sólo un niño es lo suficiente fuerte para narrarla.

El mundo de Papelucho no es tan limítrofe y retorcido, pero tampoco es un simple juego. Antes de Los Simpsons, muchísimo antes que Holden Caulfield y su primera persona cáustica de El guardián en el centeno, antes que South Park y Charlie Brown, Marcela Paz tuvo claro que el mundo infantil puede estar poblado de gente pequeña, pero no por eso de problemas pequeños.

2. Papelucho es un clásico, un ícono. Me refiero al personaje en sí. Es parte de nuestro disco duro emocional; lo ha sido para varias generaciones. Es una figura pop local, alguien que todo el mundo conoce y atesora a pesar de que ya lo olvidaron. Es de esos personajes que incluso es conocido y querido por aquellos que nunca lo han leído.

En el mundo de la publicidad, un creativo diría que el chico tiene "capacidad de recordación". No hay que perder el tiempo para que el resto establezca una conexión de confianza y cariño hacia él. Papelucho está por allá arriba, quizás compitiendo en masa crítica de identidad y reconocimiento sólo con Condorito. Y por eso llama un tanto la atención que ahora Papelucho esté "saltando a la calle".

Papelucho reloaded.

Papelucho mediático.

Papelucho superestrella.

Papelucho –por fin– es una estrella de cine.

¿Pero lo es de verdad?

¿Puede un chico tan a la deriva, tan introspectivo, que se inventa aventuras más que vivirlas, trasladarse a la pantalla, sobre todo a la de los multicines, donde un héroe, para ser masivo, tiene que conectar con el ciudadano (o el niño) medio?

He aquí un problema: de medio, de común, de masivo, Papelucho no tiene nada. Éste es un chico dañado, al que le faltan plaza y calle, por mucho que se sienta un patiperro, que en vez de estar jugando con sus amigos le está escribiendo sus cosas a un diario.

¿Qué niño sano-sano escribe un diario?

Veamos qué pasa y veamos cómo es este Papelucho en 35mm, repensado no sólo para el cine, sino para este nuevo siglo.

Hasta esta fecha, la familia (los herederos de Marcela Paz) habían guardado a Papelucho con un celo casi salingeriano. Todo estaba prohibido. Nada de comerciales o campañas de servicio público, ni siquiera obras de teatro infantil para los malls. Pero ahora va a pasar del mundo bajo perfil de las letras (por mucho que la saga Papelucho haya vendido cerca de un millón de ejemplares) a la cegadora luz mediática del cine, del placement y de las franquicias.

3. Creo que optaré por ahorrarme explicar quién es nuestro héroe. El que no sabe quién es Papelucho no ha sido niño, no tiene niños o simplemente no es chileno. Papelucho es una figura literaria, pero, curiosamente, a diferencia de otros héroes literarios infantiles (o adultos), esta creación de Marcela Paz tiene su estética física. De alguna manera, Papelucho no es sólo una voz literaria, sino una figura pública. Sus rasgos humanos son inconfundibles: ese remolino incontrolable como pelo que podría transformarlo en un poster-boy para un gel capilar para surfistas-urbanos; esas largas piernas huesudas, señal inconfundible de ese viejo Chile mal alimentado, pre cereales, yogures y cajitas-felices.

Mientras Tom Sawyer y, sobre todo, Huckleberry Finn poseen rasgos inmediatamente reconocibles, quizás no exista un personaje literario con una identidad visual tan marcada como Papelucho. Sólo Harry Potter con sus anteojos redondos, el uniforme de colegio inglés y esa imitada bufanda a rayas, posee una persona tan instantáneamente reconocible. La razón, en estos dos casos, es clara: ambos libros venían con ilustraciones y portadas con la simpática cara del héroe.

El riesgo de la película no es menor, aunque es más artístico que comercial. Es poco probable que Papelucho y el marciano no sea un éxito y no se replete de niños durante su primer fin de semana. Cuenta, además, con la bendición del angelito de UCTV por lo que no es aventurado pensar que el filme no será tan oscuro, disfuncional y, en rigor, desolado, como la saga de novelas que inspiran este largo animado.

Lo más probable, y tal como lo ha hecho Disney por décadas, es que Papelucho pasará "por el filtro" y habrá más luz que sombras y, lo más probable, menos ambigüedad, también. Es algo lógico, por lo demás. ¿Una cinta infantil depresiva y triste? Poco probable. Papelucho y el marciano, sin duda, atraerá e intrigará a sus lectores, tanto los del presente como los del pasado, pero como sucede con toda adaptación de un clásico leído por millones, la gente llegará a sus butacas con sus propias expectativas. Lo más probable es que Papelucho y el marciano sea, en rigor, para toda la familia y sea en extremo "sana" y "cautivadora" y "bonita".



El Papelucho estrella-de-cine ya no es el mismo de siempre. En rigor, este es el segundo fashion-emergency al que ha sido sometido el chico. Desde que se cambió de editorial, Papelucho ya no es tan huesudo y ha sido, de alguna manera, coloreado y photo-shopeado. Además, está más globalizado porque habla con un acento difícil de localizar.

4. Papelucho va rápidamente camino a la droga, a la rebeldía y a un espiral que apunta decididamente hacia abajo. Papelucho es el chico inocente que termina pagando por los platos rotos de sus mayores y de ahí que sea un narrador compulsivo y privilegiado.

"Me gustaría que me enterraran en un cajón bien pobre y con la plata del fino le compraran chocolates a los niños pobres porque el rico le roba al pobre y a mí me da vergüenza ser hijo de ricos", dice, en forma clara, el chico.

Una de mis grandes dudas es qué habría pasado si Papelucho, en vez de quedarse pegado en los 9 años, hubiera ido creciendo. ¿Se habría dañado tanto como sus contemporáneos o se habría mantenido inocente? Papelucho, es bueno no olvidarlo, es el diario de vida de un chico en serios problemas que, al final del día, sólo tiene a su diario y un mundo demasiado interior que no siempre se entiende con eso que llaman "el exterior".

Antes de seguir: no me siento un experto en Papelucho, pero sí, cercano. Le tengo cariño. He escrito acerca de él antes, y aquí estoy de nuevo, tecleando sobre lo que considero uno de los personajes fundamentales del canon literario nacional. Ya lo dije antes: es mejor el personaje que la suma de sus novelas. Pero en un país donde faltan personajes literarios de carne y hueso, y sobran novelas supuestamente perfectas y bien escritas, el aporte de Marcela Paz no es menor y bien se merece el Premio Nacional de Literatura (aunque fue en la época del apagón cultural de la dictadura). Si Volodia Teitelboim, que aún está vivo y sus libros, en cambio, están muertos, tiene un Premio Nacional, Paz es la excepción a la regla: a veces el jurado se equivoca y premia a la persona correcta.




5. La saga empieza así:

"Lo que sucede es terrible. Muy terrible y anoche me he pasado la noche sin dormir pensando en esto. Es de aquellas cosas que no se pueden contar porque no salen por la boca. Y yo sé que mientras no lo haya contado no podré dormir"

Luego:

"es bueno dejar su diario cuando uno se muere para que la gente comprenda lo que uno era por dentro y conozca sus intenciones".

Es cierto que lo terrible es que casi mató a su fiel nana (como se dice ahora) Domitila. Y todo es por una travesura. Pero la primera frase es clave, y da el tono, y sobre todo es una saga, y por mucho que rápidamente todo se soluciona, no deja de llamar la atención que una novela chilena parta así:

"Lo que sucede es terrible".

Alejémonos del experimento con Rinso y entremos al mundo interior del niño. Porque eso es, al final, la saga: un gran diario. En busca del tiempo perdido pero en presente.

"Yo ya no estoy desilusionado de la vida porque ya sé que la vida es así y que lo que uno quiere hacer bueno sale malo. De modo que ahora trato de hacer algo malo para que salga bueno, y cuesta mucho, porque no sabe uno cómo va a salir bueno. Cuando uno es invisible, aunque le den pena los que lo busquen, uno no puede aparecer y sigue invisible. Y, de repente, le da miedo de quedarse invisible para toda la vida".

No es un chico de diecisiete el que está hablando. Nada de memorias desde una clínica siquiátrica. No es un tipo que se está recuperando de un suicidio o que dejó esperando a su novia. No. Es un chico de nueve –sí, de nueve–, de clase media alta (o alta baja), con familia entera, y mascotas y hermanos y habla así.

¿Por qué?

"Ya sé lo que llaman desengaños de la vida. Hoy tuve uno tremendo. El desengaño más atroz, creo. Se siente en el pecho como una agüita caliente que corre suave hacia la garganta y se instala ahí. Es un gran sufrimiento desengañarse".

Por qué Marcela Paz le dio tan poca paz interior a su personaje. Por qué lo hizo sentir siempre un extranjero, a lo Camus.

"Me voy de la casa, me voy para correr por el mundo y para huir de las injusticias de la vida. Me voy a la montaña, donde nadie me insulte y me desentienda. Mi padre es cruel y me aborrece. Los ricos no saben lo que es la pobreza. Yo sé".

Algunos de los subtítulos de sus libros hablan por sí solos: perdido; casi, huérfano; soy dix-leso. Cierto: hay montón de otros simpáticos y coloridos, y todo chico sueña con ser misionero o detective. Pero lo raro es que, más allá de todos los viajes y aventuras que, en efecto, Papelucho tiene, lo perturbador es que sus reflexiones están llena de dudas e incertidumbre. Alguien podrá argumentar que esta personalidad depresiva de Papelucho son errores en el texto. Que es lo mínimo y que el que quiere ver eso soy justamente yo o lectores más atentos de lo necesario a ese tipo de personalidades. Puede ser, pero no lo creo. Nadie obligó a Marcela Paz a persistir, libro tras libro, década tras década, con estos estados y reflexiones que no tendrían que aparecer en la personalidad de un niño "alegre, feliz y aventurero".

6. Papelucho y el marciano no es uno de los mejores episodios de la saga, aunque es el más ambiguo. ¿Papelucho en efecto se traga a un marciano o es todo producto de su imaginación producto de una bronconeumonía que lo deja en la clínica delirando? ¿Ese marciano son los bichos del virus o es un alien cariñoso? Det, el marciano, no es E.T. y ese capítulo de la saga pudo haber sido acerca de un encuentro real entre un ente de otra galaxia y un chico sudamericano que se adelantó al Elliot de Spielberg. Pero no se puede criticar un libro por lo que no es, sino por lo que es. No es, para mi gusto, uno de los mejores de la saga pero entiendo por qué fue elegido como base para la adaptación.

Quizás uno de los episodios más lúcidos es Papelucho, perdido, que parte con una sentencia devastadora:

"Soy un perdido y lo peor es que nadie nos busca. No hay avisos de radio que digan: "Se gratificará, con un barril millonario al que devuelva niños perdidos, etc. etc.", ni cosa por el estilo. Porque mi familia es de esa gente que busca las cosas perdidas, pero jamás la fruta ni la plata ni los parientes. Tampoco buscaron a la tía Ema, sino que dijeron siempre: la Ema es una perdida, y se acabó el cuento. Ellos creen que uno se pierde adrede y quieren obligarlo a encontrarse".

Vaya.

Veamos esta reflexión:

"La gente es muy distinta de lo que uno aprende en la Historia Sagrada. Siendo que yo era un hijo completamente pródigo, no hicieron ninguna fiesta para recibirme y me trataron igual que si nada hubiera pasado. Ni siquiera me preguntaron la aventura de la perrera. Porque son padres modernos o tal vez subdesarrollados".

Hay humor y da risa que la palabra moderna se siga usando y siga provocando tantos estragos. La visión que Papelucho tiene de sus padres es apabullante y pareciera que él los quiere más que ellos a él. Es cierto que en un momento el padre se presenta como "su mejor amigo" pero Papelucho le explica, en forma clara, que necesita más un padre que un amigo. La madre de Papelucho bien puede estar entre los grandes personajes de nuestra literatura pues, con pocas apariciones, demuestra una ausencia continental y pone en entredicho que ésta es una sociedad matriarcal (aquí el rol de la madre sostenedora y acogedora es, sin duda, Domitila, una mujer que nunca ha sido madre).

Veamos algunos momentos de la madre.

"Mamá estaba como loca y me dio diecisiete pellizcazos".

Papelucho es chico, pero no tanto para insinuar que pasa mucho tiempo en la calle en "diligencias". Raro para una mujer que no trabaja y que tiene un buen pasar. ¿Qué hace tanto en la calle?

"¡Quítate que estorbas!", le dicen al que quiere ayudar, y si uno se va, lo llaman: "¡Ven acá tú, y sé útil por una vez en tu vida!".

Éstas son palabras de la madre. Hoy se llamaría abuso verbal. Releyendo Papelucho, una de las cosas fascinantes es ver cómo lo que hoy escandaliza, antes era pan de cada día: castigos, abandonos y una confianza ciega en extraños. Las veces que Papelucho termina en la compañía o bajo el techo de extraños es para dejar a cualquier funcionaria del Sename en estado de constante alerta.

Un diálogo madre-hijo:

–Mamá, una vez dijo usted que me daría una fiesta para mi cumpleaños.

–Por supuesto que te la daré –dijo, limpiando una foto apestada de moscas.

–Lo malo es que ya pasó mi cumpleaños -dije fatalmente.

–¡No me digas! ¿Cuándo fue? –paró de limpiar, me miró y escupió el trapo para seguir limpiando.

–Usted debería acordarse. Yo era guagua cuando nací.

–En realidad, lo siento. Pero podemos celebrarte cuando quieras.

¿Estará esta mujer drogada? ¿Tomará martinis o pisco sours antes de las siete? Sigamos con ella:

"Entonces la mamá sacó sus famosas pastillitas y nos metió una en cada boca y dos en la propia y de puro desvelados nos dormimos".

Sus famosas pastillitas. ¿De qué? ¿Por qué una madre les da pastillas de dormir personales a sus hijos pequeños?

En una clínica, un doctor se percata:

–Hace tiempo que está raro –dijo una voz de hombre–. Sus padres no se preocupan. Deberían internarlo en un hospital.

Pero Marcela Paz no cree en villanas y supongo que cree que todos somos víctimas y todos, a la vez, tenemos la razón. La madre puede estar en otro planeta, pero también tiene los pies en la Tierra. Y Papelucho intuye que uno de los motivos por los que huye tanto de la casa es quizás por sus hijos, que la atan:

"Me gustaría que la mamá se demorara mucho en sus diligencias porque así descansa de nosotros".

Lo mejor de Papelucho y el marciano es un intercambio al final que poco y nada tiene que ver con E.T. Papelucho se despide de su amigo que lo abandona y, con pena, le pide un consejo:

–¿Y ahora qué hago yo?

–Lo mismo que hice yo en la Tierra: aguantar.

Aguantar.

Curiosa palabra, extraño consejo. ¿Eso es lo que uno tiene que hacer en esta tierra? ¿De eso se trata todo? No creo. Pero hay gente que sin duda estaría de acuerdo y que entiende el consejo del marciano y comprende que eso es lo que debe hacer Papelucho para sobrevivir: Aguantar. Soportar. Seguir.

Y así lo hizo por 25 años y lo sigue haciendo ahora. En el cine, en las páginas de su saga, condenado siempre a tener nueve años, a estar perdido y casi huérfano, a depender del cariño de los extraños y entender que la única persona que tiene, el único en que confía, es en sí mismo, desdoblado en su escritura.

Papelucho, más que un niño, es alguien que entiende muy joven que la única manera que él puede salir vivo de esto es escribiendo. Sí, lo que sucede es muy terrible, pero peor sería si no pudiera contarlo. Aunque nadie lo lee. Lo curioso es que sí lo leen, por millares. Tal como un blog, el diario secreto de Papelucho no tiene nada de secreto pero es en extremo personal y, a veces, entre risas y palabras divertidas, en extremo desolador.

Friday, April 20, 2007

rumbo a Bogota--3x1



de EL TIEMPO de Bogota...
rumbo, y retorno, a Colombia, el pais de Gabo, de Andrés Caicedo, de grandes librerias, de grandes lectores
con CORTOS, APUNTES y, de yapa, SE ARRIENDA

El escritor chileno Alberto Fuguet presenta su primera película y dos libros

El autor de la novela 'Tinta roja', de particular verbo afilado,sorprende ahora con el filme 'Se arrienda'.

Fuguet no se edita cuando habla. Dice lo que dice y sólo sobre la marcha lo arregla, lo mejora y termina acuñando frases para enmarcar o, también, para meterse en líos.

Su naturaleza viaja a toda velocidad. Fuguet escribe, Fuguet filma, Fuguet produce un blog, Fuguet dirige recopilaciones, Fuguet no para.

Esta semana llega a Colombia con un triple lanzamiento: sus libros Cortos y Apuntes autistas, y su primer filme Se arrienda, materia con la que comienza esta charla.

"Es difícil hablar sobre esa película -dice-, porque estoy superinvolucrado en una nueva, que comenzaré a filmar en septiembre. Como con los libros, en las películas la parte más importante sucede antes de que salgan. Uno no filma mucho, máximo durante un mes. La preproducción es más larga. Por lo tanto, siento que ya estoy filmando mi segunda película".

El autor de Tinta roja habla sin aspavientos, con una sinceridad provocadora. No quiere embaucar al inocente con verdades parciales porque para Colombia, Se arrienda es una novedad.

Su incursión en el cine era un paso obvio. En el pasado ese fue uno de sus temas favoritos y una de sus mejores novelas se titula Las películas de mi vida.

El libro es un proyecto individual, mientras que el cine es algo colectivo. ¿Qué significa pasar de un lenguaje a otro?

Sin duda el libro es más solitario, pero no hay que ser tan dogmáticos. El cine es colectivo, pero las decisiones más importantes se toman en solitario.

¿El editor también juega un papel importante en un libro?

"Su oficio se parece mucho al montajista del cine. Y en algunas ocasiones uno hecha de menos en la literatura la labor del productor, que es la persona que a veces uno odia pero es la que te está cuestionando la creación".

Es difícil mantener en un solo sitio a este chileno, pero hay que ubicarlo en los otros asuntos que lo convocan por estas tierras: sus libros Cortos y Apuntes autistas.

"Cortos es un libro para mí antiguo, un trabajo más intimista. Apuntes autistas es un experimento al que le tengo mucha vibra. Es una especie de memoria de blog, de crónicas, de apuntes, de reseñas, de confesiones. Son cosas que estaba escribiendo y revisando mientras estaba haciendo la película. Inventé un libro ideal para alguien que no tiene tiempo para escribir y que le gustaría".

¿Cómo sabe cuando una idea es un libro o una película?

"No tengo esa disyuntiva, tengo una doble militancia. Elijo cuando veo que el proyecto necesita muchas palabras, entonces es un libro. Si la puedo contar con no tantas quizás sea una película. Por lo tanto, Se arrienda pudo ser una mala novela".

Volviendo a la literatura, ¿qué paso con la generación 'Mc Ondo'?

"No la veo como una generación. El boom se trató de de definir como una generación y creo que toda la gente que los estaba mirando los veía así. Aplicar eso ahora es un error. Han pasado tantas cosas a nivel de informática,de cambios tecnológicos, de libertades personales, de fluidez y de mezcla que ya no se puede hablar de generaciones.

"Mc Ondo nunca fue una idea de crear una generación. Fue una forma de burlarme de la gente que imita a García Márquez y de lo que los gringos querían imponernos.

"Ahora, si uno mira por la prensa todo lo que sucedió en Cartagena, eso es una escena muy Mc Ondo".

¿Por qué?

"Creo que se les pasó la mano. Eso no fue realismo mágico fue un bombardeo mediático y posmoderno. Fue como hacer un entierro de una persona que todavía no está muerta. Es Mc Ondo porque aparece gente muy despierta para hacer negocio y dice: 'aprovechemos esta marca y mejoramos la economía'".

Lo dicho, Fuguet habla y se edita después. Aunque no se desdice nunca. "De McOndo lo más importante fue el prólogo y reventar el globo del realismo mágico, del cual muchos estaban hastiados. Creo que estuvo bien".

ANDRÉS ZAMBRANO D.
EDITOR DE CULTURA

Monday, April 16, 2007

hablando tontras en danes


en el Metro Express de Copenhague

Var det på en date? Eller en hyggelig aften med venin derne? De fleste kobler en filmoplevelse sammen med store følelser.

For en film oplevelse handler ikke så meget om plottet eller om, hvorvidt filmen var god eller ej, mener den chilenske forfatter og filminstruktør Alberto Fuguet, som har skrevet bogen ‘Mit livs film’.

»Jeg mødte engang en fyr, hvis yndlingsfilm var ‘Nørderne kommer 2’. Det er jo ikke en god film. Men det var den sidste film, han så sammen med sin far, inden han døde,« siger forfatteren.

Splittet mellem to kulturer
Ved hjælp af 50 film fra barn dommens biografture og tv-aftener forsøger hovedpersonen Beltrán Soler i ‘Mit livs film’ at forstå sin op vækst gennem 1960’erne og 1970’erne. Han er splittet mellem to kulturer. For han blev født i Chile, men vokser op i USA.

Meget lig forfatterens egen baggrund. Han bor i dag i Santiago de Chile, er uddannet journalist og har skrevet flere bøger.

I bogen bliver filmenes handling ikke gennemgået fra a til z. Men minderne omkring oplevelserne bliver genoplivet. Alberto Fuguet blev inspireret til at skrive bogen under en rejse.

»Jeg indså, at alle knytter bånd over film. Jeg kendte ikke sproget og havde ingen venner, da jeg rejste. Men man kan hurtigt indgå i et fællesskab med folk, som har set samme film som en selv. Film er lidt ligesom politik. Du kan finde ud af, hvem en person er, ved at vide, hvilke film han eller hun kan lide,« siger Alberto Fuguet.

Lyst til at skrive
Hans yndlingsfilm er nu ikke en del af bogen. For ‘Mit livs film’ handler kun om de vigtigste film i hovedpersonens liv, indtil han fylder 18 år. Og Fuguets yndlingsfilm så han, da han lige var fyldt 18 år.

Det var filmen ‘Motorcykeldrengen’ (på ameri kansk ‘Rumble Fish’) af Francis Ford Coppola. Filmen gav Alberto Fuguet lyst til at skrive. Han så den tre gange på en dag, og mellem fore stillingerne var han lige ude og få en hotdog.

Bøger får minderne frem
»Jeg har altid haft en ambition om at skrive. Men den film gav mig virkelig lyst. For jeg indså, at man kan skrive om alt. Historien skal bare være godt fortalt,« siger han.

Alberto Fuguet håber, at bogens læsere vil genopleve egne filmminder, når de bladrer gennem ‘Mit livs film’:

»Bøger skal give læseren en oplevelse og få ham eller hende til at tænke over egne minder. Ikke få læseren til at fokusere for meget på bogen i sig selv.«

Wednesday, April 11, 2007

el pasado (segun Yourcenar)



"Cuando se habla del amor por el pasado, se debe tener cuidado, ya que se trata del amor por la vida; la vida está mucho más en el pasado que en el presente. El presente siempre es un momento corto, aunque su plenitud lo haga parecer eterno. Cuando se ama la vida, se ama el pasado porque es el presente tal como ha sobrevivido en la memoria humana. Lo que no quiere decir que el pasado sea una edad de oro: igual que el presente, es a la vez atroz, soberbio, o brutal, o sólo mediocre".

Margarite Yourcenar