Sunday, April 29, 2007

el ultimo clavo de la ataud de McOndo



Domingo 29 de abril de 2007

Feria del Libro de Bogotá
Realismo, LITERATURA Y MAGIA

Álvaro Matus

La presencia de Gonzalo Rojas y Alberto Fuguet, entre los autores chilenos, así como la de Juan Villoro, Margo Glantz y Darío Jaramillo, demuestra que una feria puede servir no sólo para promocionar novedades, sino también para transmitir ideas y tomar contacto con figuras de primer orden.

ÁLVARO MATUS DESDE BOGOTÁ

"No, no, yo no he matado a nadie", dice Alberto Fuguet. Son sus primeras palabras en el epicentro del realismo mágico, en Colombia, un país donde los "garciamarquianos" o los "gabistas" abundan como el café y la guayaba. A su lado está Juan Villoro y al frente Fuguet tiene una enorme cantidad de rostros de todas las edades y colores y estilos. La sala está colmada; en el aire se siente la tensión. Hace un momento, la moderadora del encuentro ha presentado a Fuguet como el autor del "prólogo más famoso que se ha escrito en América Latina en los últimos cincuenta años. O, al menos, el que más ha dado que hablar". Se refiere al texto introductorio de McOndo, la antología en que el escritor chileno daba por superada la estética rural y maravillosa de García Márquez.

- ¿Es necesario matar al padre para ganarse un espacio como escritor?, insiste la moderadora.

- No - agrega Fuguet- . Y si esto fuera un juicio, podría decir que Villoro con su libro Tiempo transcurrido, o Manuel Puig, mucho antes, ya pensaban distinto.

Sólo han pasado cinco o diez minutos de conversación, pero es evidente que una feria del libro puede ser algo más que un muestrario de novedades a las que se suman los libros de saldo, esos ejemplares que duermen durante todo el año, entumidos, en una inhóspita bodega. En Bogotá, donde se celebra por estos días la vigésima versión de la Feria del Libro, quedó claro que un evento de esta naturaleza sirve para reflexionar sobre la literatura, transmitir ideas y, claro, encontrarse con figuras de talla mundial.

Para Villoro, el realismo mágico es algo así como un desastre cultural provocado por la mirada ajena: "No creo que García Márquez haya pretendido ser intencionalmente colombiano. La etiqueta misma de realismo mágico vino después, con los estudios europeos y norteamericanos. Sería injusto pensar en algo deliberado, como pensar que si un personaje mío toma tequila es para parecer mexicano o que si uno de Alberto toma pisco sour es para verse chileno. Creo que ambos beben porque tienen sed... o porque son borrachos".

El humor del autor mexicano ayuda a distender el ambiente. "Lo que más me gusta de esta feria es que siempre está Villoro", comenta una persona del público, mientras Fuguet explica que para él la literatura no es algo tan ideológico como algunos piensan, que lo fundamental es el placer de las lecturas, la confianza que entregan ciertos autores, la cercanía que se siente al tomar sus libros. "Hay que ser honestos - señala el autor de Mala onda- . Más allá de la calidad de García Márquez o de Kafka o de Diamela Eltit, también uno tiene sus propios gustos. Entre leer a Fresán y a García Márquez prefiero a Rodrigo Fresán. Para mí, lo importante es confiar en un artista, sobre todo en los momentos malos. Y dentro de ellos estaba Vargas Llosa y Manuel Puig, con quien a pesar de no compartir sus gustos cinematográficos, sí sentía que era un cinéfilo auténtico. Y me parecía muy latinoamericano y muy cojonudo titular una novela como The Buenos Aires affair" .

"Míralo qué engreído es", susurra una señora que da justo en el clavo: Fuguet, para los colombianos, es un provocador. Los irrita su falta de respeto ante EL MAESTRO. La propia Feria está dedicada a los 80 años de García Márquez. O a los 40 años de Cien años de soledad. O a los 25 años del Premio Nobel. O a todo eso junto. Hay un pabellón de mil metros cuadrados titulado "Gabo del alma", y entre las actividades hay charlas tan desproporcionadas como "El realismo mágico en Orhan Pamuk".

Con todo, lo esencial del encuentro Fuguet-Villoro fue la refutación del concepto de territorialidad de la obra del colombiano. No en vano, hay conexiones claras entre Cien años de soledad y La hojarasca, por citar un par de ejemplos, y las obras de Salman Rushdie, Ismaíl Kadaré o el Günter Grass de El tambor de hojalata. Todos son escritores sin denominación de origen, como sí lo tienen el tabaco, las artesanías, los licores.

Al final hubo que interrumpir las preguntas del público para desalojar el auditorio. Y a Fuguet no lo dejaban salir. Sus fans le pedían una firma, los periodistas una entrevista, otros, una simple foto. La idea de la urbe como material narrativo, más que como mero paisaje, queda dando vueltas en el aire. Y dando vueltas por la Feria se siente que Bogotá podría ser considerada no sólo la Capital Mundial del Libro, como la nombró la Unesco, sino también la Capital de la Crónica Latinoamericana.

No es casualidad que en Bogotá se haya fallado esta semana el Premio de Crónica Seix Barral, que tuvo como ganador a Braulio García Jaén, periodista español que recibió 20 mil dólares para financiar la investigación y escritura de un libro sobre dos marroquíes condenados en España a 100 años de cárcel por una serie de violaciones perpetradas en Barcelona en 1991, pero también en 1995, cuando ambos ya estaban en prisión. El proyecto, titulado provisoriamente "Condenados por la cara", también abordará la historia de los dos gitanos que fueron detenidos en este mismo caso. Uno de ellos es "idéntico" a uno de los marroquíes, y de acuerdo a las pruebas de ADN sería el auténtico violador.