Friday, May 05, 2006

MIL PEDAZOS


He escrito x ahi y x alla de EN MIL PEDAZOS, sin duda el libro que mas me impacto el año pasado. El libro saldrá en Chile, via Epicentro, pronto. Se va a imprenta la próxima semana. Viene con escándalo detras ("qué es ficción, que no es verdad, acaso mintio... bla, bla, bla").

Me tiene muy contento que EN MIL PEDAZOS no solo circule x Chile y, ojalá, el Cono Sur, sino que la versión local será no sólo más manuable (no un mamotreto) sino más barato.

EN MIL PEDAZOS me dejó en mil pedazos y alimentó no sólo varias columnas sobre el tema ficción/no-ficción sino que me servido de motor para dos proyectos muy personales: PERDIDO y MISSING, mi propio libro de no-ficción (mas de ello... pronto)

EN MIL PEDAZOS, the chilean version, viene, además, con esas frasesitas "marketeras" de Paz Soldán, Gus Van Sant, Easton Ellis y, quizás, si se apura, Fresán. Y una mía también. Creo que el libro no necesita tanto apoyo taquilla pero, al no ser publicada por mi nuevo amigo, Jorge Herralde, creo que necesita todo el apoyo que puede tener.

AQUI va un articulo sobre el libro, de Alvaro Matus y, para degustar, un pequeño adelanto, al final:


Polémica Autobiografía
Las turbulencias subjetividad

Viernes 5 de mayo de 2006

"En mil pedazos" no es sólo el minucioso relato de un joven de 23 años que intenta combatir su adicción al alcohol y a las drogas. Tras comprobarse que algunos pasajes eran inventados, su autor, el norteamericano James Frey, fue acusado de mentiroso por Oprah Winfrey, la popular conductora televisiva que lo catapultó a la cima del ranking de ventas.

Álvaro Matus

Mientras algunos creen que la realidad es un hermoso pastel que puede trozarse a voluntad en rebanadas de verdad y falsedad, otros constatan que se trata de una masa tan imprecisa, deforme y sucia como el fango. James Frey pertenece a estos últimos. Nacido en Cleveland, en 1969, a los 10 años comenzó a beber los restos de vino y cerveza que los invitados de sus padres dejaban en sus vasos. A los 12 se drogó por primera vez con marihuana. Tres años después bebía y fumaba todos los días. Whisky, cocaína, vodka, anfetaminas. Más tarde vinieron el crack, la heroína, los vómitos, la pérdida de conciencia. Además de las detenciones por posesión de drogas, por conducir borracho, por perturbar el orden público o, como dice en su libro autobiográfico En mil pedazos (Taurus), por haberse convertido en "un Alcohólico, un Drogadicto y un Delincuente". Sí, con mayúsculas. Como el tamaño de su adicción.

El volumen, del que ofrecemos un anticipo exclusivo, arranca con un Frey al borde del colapso. Tiene 23 años, en su sangre hay más sustancias químicas que glóbulos blancos y se dirige a la "Residencia para el Tratamiento de Toxicoma-
nías y Alcoholismo más antigua del Mundo". Sí, también con mayúsculas, como todas las palabras que Frey desea resaltar: Casa, Sobrio, Terapia Familiar.



La descripción de su ingreso al establecimiento da una idea de la magnitud del daño: "Entramos en el Aparcamiento y dejamos allí el coche y yo me acabo una botella y salimos y empezamos a caminar hacia la Entrada de la Clínica. Yo y mi Hermano y mi Madre y mi Padre. Toda mi Familia. Todos entramos en la Clínica. Me paro y ellos se paran. Miro hacia los Edificios. Son bajos, largos y están conectados entre sí. Funcionales. Simples. Amenazadores. Quiero salir corriendo o morirme o drogarme. Quiero estar ciego y mudo y no tener corazón. Quiero arrastrarme a un agujero y no salir nunca. Quiero borrar mi existencia del mapa. Del puto mapa. Respiro hondo".

Las primeras doscientas páginas - el libro tiene 425- son la reconstrucción pormenorizada del calvario que significa una rehabilitación. Apenas llega a la clínica, le asignan la tarea de limpiar los baños y le enchufan Librium y Diazepam para calmar los temblores, estabilizar el corazón y ayudarlo a tolerar la abstinencia. Tiene que ir tres veces al día a charlas del tipo "Mente sana, cuerpo sano". Puede ver televisión, fumar, tomar café o pasear por los jardines, pero nada de eso es suficiente. Los sueños en los que se pincha la vena, disuelve la roca de crack o se come una bolsa de basura llena de hongos son tan recurrentes como los síntomas de privación. "Empiezo a temblar. Temblar, temblar, temblar. Todo mi cuerpo tiembla y el corazón se me dispara y lo veo palpitar debajo del pecho y sudo y se me escuece. Los bichos se meten bajo la piel y empiezan a picarme y yo intento matarlos. Me araño la piel, me arranco el pelo, empiezo a morderme. No tengo dientes y me estoy mordiendo y hay sombras y luces brillantes y destellos y gritos y bichos, bichos, más bichos. Estoy perdido. Estoy perdido del todo, estoy jodido y perdido", escribe Frey. Rápido, duro, sin rodeos. Cada tanto salpica el texto con breves reflexiones: "El dolor es inmenso, pero lo necesito porque me impide enloquecer". Más adelante: "Yo sé lo que es la pérdida de dignidad. Sé que cuando un hombre se queda sin ella hay un agujero, un agujero hondo y negro que se llena de desesperación, de humillación y de odio por uno mismo, se llena de vacío, de vergüenza, de deshonra, se llena de pérdida y de aislamiento y de Infierno".



En la segunda mitad del libro aparecen destellos de recuperación, seguidos inmediatamente de crisis nerviosas, peleas con los compañeros de unidad o tiritones de variada índole. Todo es muy real. Como en una montaña rusa, James oscila entre la mejoría y el malestar. Se hace amigo de un mafioso, de un ex campeón de boxeo y de un juez. Se enamora de una interna, Lilly, por quien desafía la prohibición de conversar con mujeres. Inicia una terapia con sus padres, a pesar de que éstos desatan la "Furia". James da un paso, pero retrocede dos. Vacila. Desprecia la Biblia, pero lee el Tao Te Ching. Le da ánimo a un amigo que es dado de alta, aunque tras cartón siente deseos de inhalar un tubo entero de pegamento. Sus recuerdos son borrosos. La realidad - o la experiencia o la vida- no es un pastel que puede trozarse en rebanadas de verdad y falsedad. Es una masa fangosa.

Con todo, Frey cruza el camino. De lo contrario, no habría escrito En mil pedazos. Y no sería el autor de no ficción más exitoso de Estados Unidos. Y el con más problemas, porque todos esperaban que las memorias de un drogadicto fueran más verificables que las de un ex gobernante o una estrella de rock. Nada neblinoso ni exagerado. Una memoria fiel. Pero, ¿se puede exigir eso? Es aquí cuando aparecen los que se ilusionan con fraccionar la realidad en rodajas de verdad y mentira. El pastel estaba servido.

EL IMPASSE DE OPRAH

En septiembre del año pasado, la popular conductora de televisión Oprah Winfrey invitó a Frey a su programa e incluyó "A Million Little Pieces" - título original- en su club de libros. La respuesta del público fue inmediata: la "velocidad de venta" del libro fue la más rápida en los 10 años de historia del club. Tres meses después, En mil pedazos superaba los dos millones de ejemplares vendidos, lideraba el ranking de no ficción y a nivel general sólo era superado por el último Harry Potter.

La polémica explotó en enero de este año, después de que el sitio web The Smoking Gun informara que Frey había tergiversado algunos hechos e inventando otros. Por ejemplo, que debió soportar una operación dental sin anestesia o que era buscado por la policía en tres estados: Michigan, Ohio y Carolina del Norte. Indignada, Oprah lo trató de mentiroso, de querer pasar gato por liebre al vender ficción por autobiografía.

Invitado al programa de CNN "Larry King Live", Frey reconoció que había inventado algunas partes, pero que los pasajes polémicos no alcanzaban al cinco por ciento. "Sigo defendiendo mi libro. Sigo afirmando que se trata de mi historia", afirmó. En ese minuto fue interrumpido por Winfrey, que llamó al programa de King para perdonar al autor.

A los pocos días, sin embargo, la conductora que según la revista Forbes gana 300 millones de dólares anuales con su programa, retiró su apoyo e invitó a Frey nuevamente al set. Allí, con Oprah aguijoneándolo, el escritor admitió que cometió un error: "Construí una imagen recia de mí mismo como mecanismo para luchar contra la adicción. Y cuando escribí el libro me aferré a esa imagen en lugar de hacer una adecuada introspección". El autor también admitió que decidió presentar el libro como autobiografía porque, cuando presentó el manuscrito como novela, las editoriales no mostraron interés.

Varios biógrafos saltaron a la palestra diciendo que este tipo de casos eran una deshonra para el género; algunos editores con espíritu positivo invitaban a sacar lecciones: hay que chequear los datos; los escritores teorizaron sobre la disolución de los géneros narrativos; especialistas en medios analizaban el impacto que este traspié tendría en la credibilidad de Oprah.

Pero la pregunta acerca de cómo leer En mil pedazos sigue en pie. Porque si la verdad también se inventa, como diría Machado, a qué viene tanto escándalo. ¿No puede un tratamiento de conducto dental ser una metáfora del dolor y la
desesperación que Frey sintió cuando dejó de consumir drogas? ¿O no se permiten este tipo de licencias en un texto de no ficción? ¿Alguien se ha puesto a contrastar fuentes o pesquisar omisiones para establecer la verosimilitud de las autobiografías de García Márquez, Sándor Márai o Martin Amis?

Enrique Vila-Matas ha dicho que escribir es una oportunidad para corregir la vida, y Vargas Llosa advierte en La verdad de las mentiras que contar cualquier hecho supone "una profunda modificación", pues hay que cortar y realizar todo un trabajo de montaje que implica alterar al curso del tiempo. El punto es por qué algunos exigen tener claridad absoluta sobre lo que leen: que todo sea verdad o mentira, como si en la vida las cosas fueran blancas o negras. A un paso de la clonación y con ochenta por ciento de los alimentos elaborados con aditivos sintéticos, no toleran esa ambigüedad intrínseca a toda narración. ¿No es válido, finalmente, aquello que funciona?

En este sentido, el libro de Frey, leído como testimonio, convence. Es real el malestar físico y el terror psíquico durante la abstinencia. Es real su rebeldía ante los tratamientos evangelizadores. Es real el misterio acerca de por qué unos se hacen adictos y otros no. Es real, incluso, el vacío en la memoria.

Por lo demás, es sabido que todo lo verificable en las autobiografías suele ser anecdótico y trivial. "La primera exigencia de la biografía, la veracidad, atributo pretendidamente científico, no es otra cosa que el supuesto retórico de un género literario, no menos convencional que las tres unidades de la tragedia griega, o el desenmascaramiento del asesino en las últimas páginas de la novela policial", escribió Juan José Saer en El concepto de ficción. Así como la narración de hechos concretos no es garantía de veracidad, la presencia de imaginación, delirio y obsesión tampoco es sinónimo de mentira. James Frey, navegando en las turbulentas aguas de la subjetividad, lo está demostrando.



EL ADELANTO....

"En mil pedazos"
James Frey

Editorial Taurus, Sello Epicentro, Chile, 2006, 423 páginas.


El Edificio es una ruina, una puta ruina hecha un asco. Hay basura por todas partes, hay colchones sucios tirados por los Pasillos y las Habitaciones. Tuberías podridas que destilan líquidos repugnantes. Oigo ratas por las paredes y veo sus cacas amontonadas en las esquinas, un olor que recuerda a huevos podridos y a muerte impregna el aire y me hace estremecerme, ponerme tenso, querer taparme la nariz. Me muevo deprisa, llevado por el hedor y la mierda, recorro un Pasillo y subo por el primer tramo de escaleras que encuentro.

Hay oscuridad total en la escalera, así que avanzo con cuidado. Piso una lata y se aplasta bajo mi pie. Oigo ratas escabulléndose las oigo parlotear y chillar. Pongo la mano en una Barandilla, pero está cubierta de algo espeso y húmedo y frío, y la retiro. Al final del primer tramo hay un cubo de basura vacío al que han prendido fuego. Veo huellas de hollín y sombras de ceniza. Las evito con un rodeo. Sigo adelante.

A medida que subo va estando más limpio, aunque sigue siendo repulsivo. Al final del segundo tramo empiezo a oír ruidos de actividad humana. Pasos, voces ahogadas, inhalaciones profundas, exhalaciones profundas. El silbido de un mechero de butano. Se oye una risa, pero no es una risa alegre. Es una risa cascada, aguda, áspera, como la risa de una Bruja. Hace eco, eco, eco.

Llego al tercer piso. Entro en un Pasillo que se bifurca a mi derecha y mi izquierda. A mi izquierda, una voz masculina grave grita quién coño está ahí, Cabrón, quién coño está ahí. Echo a andar hacia la voz. Vuelve a gritar será mejor que me digas quién coño está ahí. No digo una palabra. Avanzo, me tenso, me preparo para pelear. Te vas a joder Cabrón, te vas a joder. Me acerco, me preparo.

Todo queda en silencio menos el silbido del butano. Sé que la voz sale de una Habitación dos puertas más allá de donde estoy. Tengo los puños cerrados, la mandíbula apretada, los músculos tensos.

Giro una esquina y entro en la Habitación. Apoyado en la pared del fondo hay un hombre mayor ajado que parece un fantasma. Tiene el pelo pegajoso, la piel es de un tono gris de raza desconocida, de ese color que aparece después de muchos meses sin lavarse. Sonríe sin dientes y se aferra a una pipa, una pipa larga y fina de cristal al rojo vivo y llameando. Veo que la pipa le quema la mano. Tiene el mechero de butano en la otra mano y me apunta con él como si fuera una pistola. El olor a crack, como gasolina y menta agridulce, flota en la Habitación. El olor me tienta y me enfurece me encantaría saborear ese olor, pero quiero encontrar a Lilly más de lo que quiero la gran roca, la roca terrible. Cuando le miro el hombre habla.

No tengo roca. No tengo nada.

Retrocedo.

No tengo nada, no tengo nada, no me quites la roca, no me la quites.

Salgo por la puerta.

Aquí no hay nada, Hijoputa, nada para ti, Cabrón blanco Cerdo
asqueroso.

Salgo y vuelvo sobre mis pasos. A mitad de la escalera, cuando la voz empieza a desvanecerse, el hombre empieza a gritar quién coño está ahí, Hijoputa, quién coño está ahí. No le hago caso. Quién coño está ahí, Hijoputa, quién coño está ahí.

Recorro el otro Pasillo. Por debajo de los gritos oigo otro ruido. Otro silbido, la risa cascada, crujir de madera en el suelo, inhalaciones y exhalaciones. Abro otra puerta empujándola. Veo a tres mujeres y un hombre sentados en el suelo en medio de una Habitación. Tienen los ojos muy abiertos y vacíos. Una de las mujeres inhala de una pipa. Chupa con tal fuerza que se le hunden las mejillas. Termina y pasa la pipa a la mujer que tiene al lado, que la coge y le aplica el mechero e inhala.
No les digo nada y ellos no me dicen nada. Quiero esa pipa mataría por esa pipa aguanta aléjate. Cuando alargo la mano hacia la puerta oigo la risa cascada. Cierro la puerta y sigo avanzando por el Pasillo.

Se hace un silencio. El hombre ha dejado de gritar. El único ruido es el de mis pasos sobre madera vieja, periódicos amarillentos y cristales rotos. Miro en todas las Habitaciones, pero están vacías. Lucho contra el impulso de volver a buscar la roca el impulso se hace más fuerte cada segundo. Casi al final del Pasillo oigo la voz de un hombre diciendo venga Nena, venga, chúpamela, chúpame esa polla gorda. Por debajo de esa voz oigo saliva sobre carne moviéndose hacia delante y hacia atrás, delante y atrás.

La Furia se enciende con toda su fuerza y me tengo que recordar a mí mismo que estoy aquí para rescatar, no para hacer daño. Estoy aquí para rescatar y marcharme. Las ganas de meterme algo van en aumento. Rescata y vete. Todo lo deprisa que puedas.

Llego al final del Pasillo y me paro al llegar a una puerta. Detrás oigo sí, sí, Putita, así métetela toda, so Puta. Abro la puerta y entro en la Habitación y ella está de rodillas, con la cara hundida en la entrepierna del viejo. Hay una pipa y un mechero en el suelo junto a ella.

Él me ve dice qué coño ella levanta los ojos y da un grito ahogado. En sus ojos hay la necesidad ansiosa, la demencia desesperada, la horrenda vergüenza y la absoluta obsesión del crack. Se aparta del hombre que tiene los pantalones por los tobillos él grita qué coño haces aquí. No le hago caso y voy hacia ella estoy aquí para buscarla. Él alcanza una botella lo veo de reojo y me detengo y me vuelvo y doy un paso hacia él. Estoy lo bastante cerca para pegarle y tiene una botella en la mano. Le doy un golpe. Le cruzo la cara dándole un golpe fuerte con el revés de la mano. Le deja atontado y doy otro paso hacia él. Se encoge contra la pared y me quedo mirándole.

No voy a hacerte nada.

Él me mira también. Con los ojos muy abiertos. Está asustado.

Coge tus mierdas y vete de aquí de una puta vez.

Empieza a subirse los pantalones, buscando por el suelo lo que sea que se va a llevar. Yo me vuelvo hacia Lilly, que aprieta la bolsa de crack y la pipa y se arrastra hacia un rincón. Le ofrezco una mano.

Ven aquí, Lilly.

Ella retrocede, sacude la cabeza.

Venga. Vamos a Casa.

En el rincón, agarrada a sus cosas. Niega con la cabeza.

Vamos a dejar esa mierda aquí y nos vamos a Casa.

Se agarra, sacude la cabeza, tiene los ojos idos, está ciega. Habla.

No.

Me acerco a ella.

Sí.

Detrás de mí oigo que el viejo se va. Lilly sacude la cabeza.

Déjame en paz.

No me voy sin ti.

Lilly grita.

Déjame en paz coño.

Me acerco.

No.

Se acurruca más contra el rincón, aprieta la bolsa y la pipa.

Déjame en paz coño.

Me acerco más, me inclino hacia ella, la rodeo con los brazos. Ella forcejea, intenta empujarme, intenta pelear. Yo la abrazo fuerte, me incorporo, la pongo de pie.

Vamos.

Está jadeando, emitiendo gruñidos, debatiéndose, luchando. Sé que es la droga el crack la roca lo que lucha conmigo, sé que no es ella. Si resisto el tiempo suficiente puedo vencerla.

Venga. Vamos a Casa.

Ella intenta empujarme.

Puedes negarte todo lo que quieras, pero nos vamos a ir a Casa.

Ella lo intenta con más fuerza. Más fuerza. Más.

Levanto la voz.

Deja de pelear conmigo, coño. Vamos a Casa.

Hay un último estallido de ira y miedo y puñetazos y empujones y para. Se queda sin fuerzas. Noto la bolsa y la pipa dándome en el pecho. Noto cómo resbalan, las oigo caer al suelo. Pienso en cogerlas y el impulso es tan jodido, tan fuerte que me abrazo a ella. Me abrazo hasta que pasa. Aguanta.

Lilly empieza a llorar en mi hombro a sollozar. Está vencida la droga está vencida me quedo inmóvil un momento para asegurarme. La abrazo y la hago girar y empiezo a caminar hacia la puerta. Salimos al Pasillo empezamos a avanzar hacia la escalera. El Fantasma está gritando otra vez y la risa cascada se repite. Sostengo a Lilly y ella llora y empezamos a bajar la escalera despacio y con cuidado si la suelto se caerá al suelo. Está rota y perdida y ciega, no sabe qué está pasando. Si la suelto se caerá al suelo.

Llegamos al final de la escalera cruzamos el Sótano el olor el olor subimos otras escaleras y salimos a la noche. (…)