Sunday, April 23, 2006

robarse el verano



Hoy me solicitaron presentar un libro de un autor q no conozco y menos he leido. Dije que no. No presento libros de gente que no siento cercana. A la Pepy la siento cercana. No solo por los años sino por su sensibilidad. Nos gustan las mismas peliculas y libros. Apoyo 100% esta novela. Me gustaron los cuentos de la Pepy y me gustó Anita en la Zona y creo que esta novela llega justo a tiempo. A pesar de su titulo, es una novela de invierno. Es distimica. Es femenina. Aparece Heyne en un cameo. Le hice una frase para el afiche. Ojala la lean. Ahora quizas trabajemos un guión juntos. Maria Jose Viera-Gallo tiene algo oriental, como una cinta de Tsai Ming-Liang pero en mujer. No sé, me gusta. No es la tipica "literatura femenina" que es de "género" sino simplemente es una voz. Su voz. Leanla.

Algunos cosas q subrayé:

"He escuchado decir cosas peores sobre mí: que soy simplemente una perra, y otras mejores: que tengo los ojos de Bette Davis. Sus calificativos, feos o lindos, me tienen sin cuidado. Lo que cuenta en esta vida es lo que uno dice a sí mismo. Ahí no hay manera de mentirse".

"Es reconfortante saber dónde van a veranear los demás cuando uno se queda en Santiago. Es como si uno se fuera con ellos".

aqui va una entrevista q salio este pasado viernes:

ENTREVISTA A MARÍA JOSÉ VIERA-GALLO
Verano caliente

Viernes 21 de abril de 2006


Con "Verano robado", su primera novela, esta joven periodista y escritora vuelve sobre el mundo adolescente tratado en sus cuentos, pero también habla de las debilidades y excesos de una sociedad que no se decide a madurar.


MARÍA TERESA CÁRDENAS

"De eso se trata la vida al final, de descubrir cuál es tu propio secreto", dice Livia Spector, una adolescente de 17 años abandonada a su suerte en un Santiago caluroso y fantasmal. O más bien en Ñuñoa, uno de los pocos reductos de la memoria de una capital en frenética transformación. Con el doble de la edad de su protagonista, María José Viera-Gallo dice haber descubierto su secreto y cree que hay que escribir en base a él. "Uno puede pretender muchas cosas escribiendo, pero la gracia es hacerse más vulnerable, meter un poquito el dedo en esa llaga que te ha acompañado desde que naciste y que quizás siempre te va a acompañar".

Hace cuatro años vive en Nueva York; antes estudió literatura en la Sorbonne y sólo a los catorce llegó a Santiago desde Italia con su familia, una vez concluido el exilio de su padre, José Antonio Viera-Gallo. Más de la mitad de la vida fuera del país, pero su foco de atención está puesto en Chile, en el tipo de sociedad que se ha construido, en los personajes que la conforman y aquellos que están en los márgenes. Lejos de la teoría, María José habla desde sus propias vivencias y sobre todo desde la observación y el buen oído, dos condiciones que le son tan naturales como el humor, pero que sin duda se le han agudizado con el periodismo, carrera que estudió en la Universidad Católica, después de tres años de literatura. Una época en que además participó en la Zona de Contacto con sus cuentos y con la columna de Anita Santelices, una adolescente ingenua y de buena familia que reveló todas sus experiencias en ese espacio.

Y si bien sus personajes siguen habitando el mundo de la adolescencia, también la sociedad y muchos adultos retratados en las páginas de Verano robado (Alfaguara) parecen no poder salir de esa edad.

- ¿Fue necesario crecer para escribir esta novela?

- Uno puede escribir siendo adolescente sobre la adolescencia, y te puede salir instantáneo y sincero, pero yo sentí que esto no era tan confesional. Yo quería escribir una novela con una estructura más bien clásica y con personajes, y eso lo pude hacer ahora recién, concentrarme más en cómo lo quería decir. El qué ya lo tenía. En el fondo, yo escribo un libro sobre este personaje que tiene 17 años, porque siento que es la edad que tengo atrás. No sé si en este minuto podría escribir sobre los 30, me da lata, lo tengo muy encima. En general, yo creo que me demoro en procesar las cosas. El primer borrador lo escribí hace diez años y después lo dejé porque sentí que me había tirado muy rápido a hacer una novela, creyendo que era súper fácil, como escribir un cuento largo.

- ¿Qué aprendizajes fueron importantes en ese período?

- La concentración. Yo creo que es difícil escribir a los 20 años, de verdad. Es mucho más fácil agarrar una guitarra y hacer una canción, o tomar tu cámara de video y grabar un cortometraje con tus amigos. Yo escribía todo el tiempo, pero ordenarme y concentrarme y tener una rutina, sólo lo pude hacer ahora. Para escribir esta novela yo tuve que encerrarme. Es normal, todos los escritores lo hacen, pero me costó llegar a ese punto. Quizás hay un poco más de madurez.

- ¿Y en qué se tradujo esa madurez?

- Antes tenía miedo de delatar cosas cuando escribía. Y ahora me solté no más, dije no importa perder un poco el pudor y también asumir que es ficción. Yo no estoy escribiendo mi vida, estoy escribiendo una historia particular con personajes. En la ficción todo te sirve y tampoco como escritor te puedes hacer cargo de todo. Siempre me acuerdo de una frase de Nietzsche que dice que tienes que escribir como si estuvieras escuchando en voz alta lo que estás escribiendo, o sea tienes que imitar la realidad. Ésa era mi única regla al escribir, escribir los diálogos o contar una situación tal como si yo lo estuviera escuchando o viendo. Para mí no tiene interés contar mi vida. Ahora hay todo este boom de la no ficción, pero la ficción va a seguir siendo súper poderosa y bonita; cuando uno lee es como ir al cine, yo siempre voy a preferir la ficción al documental.

- ¿Por qué subrayas en tu libro la diferencia entre una adolescente "con" problemas y una adolescente "en" problemas?

- Si tienes 17 años y te has salido un poco de la norma, eres un adolescente con problemas. O sea, los problemas son tuyos, tú te estás equivocando frente a la sociedad, frente a tu familia, frente a tu vida. Nunca se piensa que hay muchos adolescentes que son víctimas de los problemas que los adultos les han inculcado. Si fumas marihuana, eres una adolescente con problemas, no eres una adolescente en problemas. Ahí está el caso de Hans Pozo, que yo he seguido por la prensa; él no era un adolescente con problemas, sino en problemas. Y hay momentos en que tu eres joven y el mundo adulto te agobia.

- ¿Fue eso lo que te llevó a escribir?

- Yo siempre me he sentido un poco adentro y afuera de la realidad, desde chica, como observando, y quizás una manera de acercarme a la realidad es escribiendo. Cuando era adolescente y vivía muchas cosas, también tenía como otro oído. Se me quedan grabadas cosas que he escuchado, que he visto, sensaciones, y cuando uno escribe una novela no sé como salen todas esas cosas y tú las ordenas de alguna manera. Pero yo creo que todos los escritores son un poco desadaptados.

- ¿Te ha ayudado la distancia para tener una mirada crítica sobre esta sociedad?

- Sí, porque cada vez que vengo a Chile hay cosas que me chocan, me deprimen, me hacen cuestionarme muchas cosas. Por un lado hay un frenesí y un ánimo de que estamos muy bien, de que vamos para arriba, pero lo que hay que asumir también es que detrás del progreso siempre hay un desgaste. A mí me interesa más hablar de la gente que se queda atrás, a la sombra, que de los personajes que encajan en el modelo y son felices porque tienen más autos. Si uno revisa la literatura americana en eso ha sido implacable, siempre ha estado para desmantelar un poco los efectos del progreso, entre comillas. Hay muchas capas dentro de una sociedad que avanza. Pero tampoco soy ideológica, en el sentido de decir el modelo capitalista está fallado, hay que cambiarlo. Por eso yo no hago una crítica intelectual, son pequeñas cosas que te hacen sentir quizás perdida.

- ¿Otra razón para elegir la voz de una adolescente?

- Hay muchos adolescentes que cuestionan la globalización, el consumismo, las multinacionales y lo hacen desde una mirada muy contemporánea que no tiene nada que ver con el clásico discurso de izquierda. Crecieron con eso y quieren otra cosa. Pero mi novela no es un tratado sobre estos temas, están ahí porque son parte de la vida de los personajes, del mundo en que les tocó vivir, y lo que importa es lo que ellos sienten más que lo que piensan. Me interesan los personajes adolescentes porque a esa edad no hay moderación en nada de lo que sientes. Todo lo vives con gran intensidad y riesgo, y por lo mismo, todo es presente, lo que hace que después la recuerdes como una edad hecha de momentos.

- Da la impresión de que la tuya es una crítica con afecto.

- Sí, porque hay cosas que de un día a otro han cambiado en Chile y las puedes notar en la rutina. Es imposible no sentir afecto si tú caminabas por una calle y había una casa, como la de mi abuela, en Providencia, y tú vuelves a caminar por esa calle y hay una torre de Banmédica o de un seguro de vida. Hay cosas que se construyen y se destruyen en este país todo el rato. Quizás en veinte años más nadie se va a dar cuenta, porque vamos a estar viviendo en una ciudad rodeada de rascacielos y la memoria no va a estar. Pero yo tengo memoria, yo viví acá, en un Santiago distinto, y me choca. Escucho el martillo.

- ¿Ñuñoa todavía escapa un poco a eso?

- Yo estudié en el Campus Oriente y pasé casi siete años dando vueltas por ese barrio, almorzando, tomando cervezas con mis compañeros, muchos amigos míos vivían en Ñuñoa. Es un barrio que se puede haber tratado bastante en la literatura chilena, pero yo lo siento cercano; y tiene esa cosa de que intenta ser una especie de aldea y de resistirse un poco al cambio que está sufriendo el resto de Santiago, y pienso que hay buenos personajes en ese barrio. Es que esta ciudad está llena de contradicciones, por un lado está el Starbucks Café y por otro sigue el viejo con la carretilla galopando. A mí me interesan esos contrastes. Yo no sé si están reflejados en el libro, pero son imágenes que se me quedan y, sí, hay gente loser, la palabra ya no me gusta pero no sé cómo decirlo de otra manera; está lleno de ganadores, pero también está lleno de gente que se quedó viviendo tal como hace veinte años y no se subió al barco. Aquí las diferencias se marcan mucho. Entre los mismos adolescentes, el que tiene iPod es cool y el que no tiene es no sé qué. Es un modelo más gringo, muy competitivo.

- ¿Y te gusta vivir en Nueva York?

- Sí, me encanta, creo que me sirvió mucho para escribir este libro, porque siempre estaba pensando en Chile y además no sé por qué, pero acá yo me siento como más aplastada, más temerosa de mostrarme. En cambio Nueva York es una ciudad muy suelta, donde cada uno hace lo que quiere, dice lo que quiere y las cosas no tienen tanto peso. Nada produce escándalo, lo que es bueno. Y es una ciudad que tiene mucha energía; a pesar de que estuve todo el año pasado medio encerrada escribiendo, me bastaba ir a la esquina y hablar con el tipo del almacén para sentirme con sangre nueva. Yo creo que es una buena ciudad para escribir, no tanto quizás para pensar, porque es muy agotadora, pero sí para ponerte activo y hacer cosas.

- Para Livia, no hay manera de mentirse a uno mismo, pero varios personajes de tu novela reflejan lo contrario.

- Yo creo que hay mucha evasión y mucha apariencia y mucho definirse a través de tus gustos. O sea, dime el disco que escuchas y te diré quién eres, dime el libro que lees y te voy a escanear tu personalidad. Lo de mentirse o no mentirse es una pregunta que yo en realidad descubrí leyendo a Salinger. Siempre me interesó cómo sus personajes adolescentes se planteaban en un contexto que era cínico y trataban de trascender a eso. Es como la búsqueda de la sinceridad y de algo puro. Y son preguntas que uno se hace a esa edad porque está menos contaminado. Es un clásico, ¿no?, desde todos los siglos de la literatura ha habido personajes que chocan con su entorno, porque son puros y sienten que lo otro está mal.

- No es la primera vez que aparecen estas especies de ángeles en lo que escribes, como Dangil, el hermanastro de Livia.

- Yo no tengo conciencia de eso, pero ahí están, aparecen. Y también en la vida real me he encontrado con ángeles, o sea con personas que uno las ve y están como recortadas. Son amigos que he tenido; o mi hermana chica, siempre sentí que tenía una luz propia.

- ¿Era tu propósito salvar a Livia?

- Yo escribí esto con mucho cariño a Livia, y sentí que ella tenía que, en algún minuto, sonreír y estar bien. Basta que haya un momento feliz para que tú seas feliz, sobre todo a esa edad, sobre todo después de haber tenido muchos momentos malos. La inocencia de Livia fue interrumpida de manera violenta y durante el libro busca reencantarse. Ahí me sale mi cultura cristiana católica, no soy del todo nihilista.

- En tu libro también hay una crítica a la impostura intelectual, por ejemplo cuando hablas de "esa librería al frente del cerro Santa Lucía donde va la gente inteligente a comprar libros inteligentes".

- Es que a mí me dan risa los intelectuales que además se creen intelectuales. Pero también siento que hay una clase de intelectuales que a uno le dan miedo, porque son los que dictaminan lo que es valioso y no valioso, y en ese sentido es mejor reírse que sentirse afectada. Yo no le tengo mucho respeto a la grandilocuencia intelectual. Pero aparentar plata o buen gusto o cosas materiales me parece mucho más patético que aparentar sabiduría.

- ¿Con "Verano robado" quisiste también rendir un tributo a Jean-Luc Godard?

- Mi hermana que es editora de cine, me mostró por primera vez "Sin aliento". Debo haber tenido como 19 años. Tuve la impresión de ver una película completamente fuera de las normas. Tiene una energía rockera que perdura hasta hoy. Viendo a Godard y las películas de la nouvelle vague, siempre me dan ganas de escribir.

- ¿Y Livia, por qué se oculta usando el nombre de Patricia Franchini?

- En esa película, Godard tiene algo como light, agradable, que es un poco lo que ella busca en la vida. Tiene que ver con la identidad, con querer ser otro y poder ser otro en algún momento, para protegerse, para soportarse más a sí mismo. Yo siento que hoy en día todo el mundo es demasiado sí mismo, si tú lees los blogs, está todo tan desenmascarado, tan como ME VENDO, ESTOY ENTERA. En el arte también hay mucho de confesional. A mí me gusta más el juego de máscaras.

INICIACIÓN

- ¿Qué valor le das a los talleres de la Zona de Contacto en tu aprendizaje?

- Mucho, yo creo que toda mi formación pop viene de los años 90 y la Zona de Contacto fue un momento en que te avalaron escribir y contaminar tu escritura con cualquier cosa que fuera pop. Hubo un quiebre en la literatura; para mí, un avance. Se hizo inevitablemente más contemporánea, a pesar de los conflictos y mucho más allá de la calidad de cada obra. En los 90 pasaron muchas cosas, estaba la música, hubo una efervescencia de toda la gente de mi generación que habíamos vivido en la sombra de la dictadura. Además, yo siempre me he sentido más cercana a la música, tengo amigos músicos, siempre voy a recitales. Entonces hay escritores que yo conocí en los talleres de la Zona con los cuales en vez de estar hablando de un libro estábamos intercambiando discos. Con Hernán Rodríguez Matte, Pancho Ortega, el mismo Alberto Fuguet fue bien alentador en eso, escribe lo que te dé la gana.

- ¿Crees que quedaste muy estigmatizada con la columna de Anita Santelices?

- Sí. Como estaba firmada con seudónimo, la gente tendía a mezclar. Los que me conocen sabían que tenía mucho de ironía, pero muchas otras personas se confundían y hasta me decían Anita. Ya, para.

- ¿Qué importancia tuvo ese personaje en la creación de Livia?

- Yo quise hacer el antónimo de la Anita. De verdad; lo que pasa es que Anita para mí fue algo importante, y siempre tuve la fantasía de escribir una Anita B, como Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo. Es un poco el reverso de ella. Separé totalmente las historias, pero yo me propuse escribir un personaje más dark, más oscuro. Quizás tiene más que ver conmigo que Anita.

- Pero es oscuro más por las cosas que le pasan que por ella misma.

- Sí, no lo pude evitar. Soy una nerd.

En internet

Anticipo de la novela en: http://diario.elmercurio.com/_portada/revista_de_libros.asp