Thursday, January 01, 2009

CAMBIO DE DIRECCION

este blog ha caducado y se ha ido a nuevo sitio

www.albertofuguet.cl

por favor, apretar el link e irse para allá

gracias


AF

1 de enero del 2009

Wednesday, December 31, 2008

APUNTES AUTISTAS--- cambio de casa


OK, fin de año...
buen año, además

par de novedades para el 2009:

uno es www.cinepata.com (mas data, pronto, pero será un sitio de distribución de cine digital)
y debutará en abril (ahora no nada en el sitio, así que no vale la pena ni entrar). Es vía Cinépata
que Tanto Tiempo y Dos horas y, espero, muchas otras producciones, nuevas y viejas, cortas y viejas, puedan llegar, en calidad óptima, y gratuitamente, a las nuevas salas de cine que la gente ahora tiene en sus casas o donde andan.

lo otro: se terminan este blog y mi otro blog, Las películas de mi vida. Los dos terminan entre hoy, 31 de dic del 2008 y algo del día de mañana. En efecto, mañana, el 01 del 01 del 2009, hacia el final de la tarde, los dos blogs se "pasarán" y "fundirán" en uno solo:

APUNTES AUTISTAS.

La dirección será: www.albertofuguet.cl/wordpress

eso
fin a una etapa, inicio de otra
bien.

Sunday, December 21, 2008

Matías Vicuña cumple 17 años

el otro día, en una librería, firmando CELDA,
se me acercó un lector para que le autografiara un ejemplar
de
Mala onda (la edición verde). El asunto es que, mientras
pensaba en la dedicatoria, me comentó:

-tengo la misma edad que Matías.
-tienes 17, le dije
-sí, nací el 91, en octubre.

Nunca me he puesto a pensar en qué mes el personaje de Matías Vicuña cumple años
(algo me dice que es piscis, no sé) pero claramente en el libro,
ambientado en sept de 1980, Vicuña tiene 17 años.

La novela apareció en Buenos Aires la primera semana de diciembre de 1991
(los primeros ejemplares llegaron a librerías chilenas unos días antes de esa Navidad)
x lo que, justo en estos días, cumple diecisiete años.

El libro tiene la misma edad que su protagonista (algo que nunca va a volver a suceder)
y, de paso, la misma edad que alguno de sus nuevos lectores

Raro

Yo, la verdad, nunca pensé que el libro
seguiría imprimiéndose ni menos leyéndose 17 años después

me alegro que así sea...

como homenaje o regalo de cumpleaños,
aquí va la portada original y, más abajo, la crítica del Cura Ignacio Valente
aparecida en la Rev de Libros de El Mercurio
(de Marzo del 92-- solo coloco la parte conciernente al libro)

q me arruinó la siquis por un buen tiempo. ya no.





Tb va un link a la versión final, posteada en Vimeo, a uno de las piezas
audiovisuales que hice yo como parte de un "tiser" que había que hacer para cumplir
las peticiones de un premio CORFO. Se postuló para estudiar la posiblidad de hacer una película. Personalmente, como están las cosas, lo veo imposible. Tampoco me interesa. Creo que, con esas piezas, ya me di el gusto de poder filmar a MV en vivo.


Esta es la pieza uno, que tb postee hace unos meses en You Tube,
llamada Matías va al sicólogo, algo que no sucede en la novela. Las otras piezas, todas filmadas
a fines del 2007, debutarán como parte de
www.cinepata.com a mediados del primer semestre del 2009.

el rol de Matías lo interpreta Ignacio Aycaguer que, después de este experimento,
optó por abandonar la actuación.

eso

http://www.vimeo.com/2587524


Revista de Libros
El Mercurio; Marzo 1992

NOVELAS DE VERANO

Por Ignacio Valente

Los cuatro libros más leídos en Chile durante febrero han sido, al parecer, obras de ficción y, más exactamente, novelas de autores chilenos. Sin desmedro de mis reservas particulares, el hecho general me complace, por lo que significa de éxito y difusión para nuestra narrativa….

…de la tercera novela más leída en febrero, Mala onda de Alberto Fuguet, hablaré poco, entre otras razones porque sólo pude leerla hasta la mitad. Se me hizo insoportable. Grandes serán las tragaderas que necesita un crítico literario, y creo que las mías lo son, pero no llegan a tanto como para terminar esta bazofia. Diré de inmediato, en aras de la verdad y la justicia, que si bien no me gustan los argots – en principio prefiero el idioma común sobre cualquier argot-, debo reconocer que Fuguet ha tratado la jerga de cierta juventud burguesa actual con cierta plasticidad literaria: que su prosa, incluso utilizando los desechos de esa jerigonza de prostíbulo pituco, consigue cierto efectos verbales interesantes; tiene agilidad, suele fluir bien, es expresiva, aunque lo sea sólo por ahora y sólo de ese submundo primario de niñitos ricos ociosos vacíos más reciamente frívolos que terriblemente degenerados. Si el lector no se aburre de la vida tan soberanamente como ellos, entonces se hastía con su hastío, se latea con su lata. El autor se especializa en lo más tonto que el alma adolescente pueda albergar, rindiendo un culto desproporcionado a lo más efímero de la moda juvenil del día.

Porque no es con la prosa de Fuguet que me he estrellado, sino con la persona, la atmósfera, la tipología humana y el mundo de sus protagonistas, sobre todo del principal, petimetre papanatas infatuado de su propia decadencia. Me refiero a la abrumadora inanidad de esos muñecos de clase media–alta santiaguina, que frecuentan los locales, oyen la música, usan las marcas de polera, viajan a los lugares, tienen el talante antropológico, etc., profusamente descritos en esta novela. Hasta la cocaína se vuelve más estúpida que mala en esta frivolísima onda.

Prefiero los antros de la delincuencia común, del terrorismo político, del lumpen de las ideologías más arrastradas, de las subculturas más bobas, porque incluso en ellas –como lo demuestra una abundante narrativa- pueden encontrarse más atisbos de sentido humano, de interés psicológico y psicopatológico, de significado ético y, en buenas cuentas, de humanidad; en todos ellos, más que en este submundo de imbéciles viciosillos ni siquiera bastante degradados, que transitan en la novela por el vacío, la droga blanda y la dura, la borrachera, el orgasmo, las señales de status, la oquedad sofisticada, la penuria de alma, la bajeza intrascendente, los sentimientos de pacotilla, la depresión insubstancial, el tedium vitae y en definitiva –porque es la única palabra adecuada-, la inanidad de estos peleles que protagonizan la peor onda de la novela chilena actual.

Saturday, December 20, 2008

tartamudo y malo para bailar

esta nota-entrevista de Quique Planas apareció en El Comercio de Lima el
domingo pasado, después q estuve "presente" via Skype en la presentación
de CELDA en Peru el viernes anterior. Poco a poco, supongo, el bombardeo
Caicedo irá disminuyendo... pero la verdad es que la recepción crítica, mediática
y de ventas ha sido notable. Caicedo es, ahora, un autor que es parte del mapa
literario

EN LA FERIA DEL LIBRO. Andrés Caicedo y "Mi cuerpo es una celda"
El salsero que no sabía bailar

ORDENANDO Y EDITANDO TEXTOS Y CARTAS INÉDITAS, ALBERTO FUGUET RECONSTRUYE LA COMPLEJA Y CONTRADICTORIA VOZ DEL MÍTICO ESCRITOR CALEÑO

Por Enrique Planas

Lo admiraba como crítico de cine, pero nunca creyó del todo en las virtudes de su literatura. Por eso, el escritor chileno Alberto Fuguet siempre pensó que faltaba una gran obra en la producción del tempranamente desaparecido autor colombiano Andrés Caicedo (Cali 1951-1977). Razón por la cual, decidió componerla él mismo.


Así, con originales dispersos y heterogéneos de Caicedo, correspondencia y prosas en gran parte inéditas, a las que nadie había puesto atención, Fuguet compone (o dirige) un verdadero documental literario. Mi cuerpo es una celda (La otra orilla) es, para el autor de "Mala onda" , la obra cumbre del autor caleño y el resto, libros como "El atravesado" o "Que viva la música", serían, más bien, textos complementarios.

Una "obra cumbre" fabricada, paradójicamente, con las sobras que dejaron otros editores que bucearon en los baúles llenos de manuscritos que el joven escritor dejó al suicidarse a los 25 años, horas después de recibir la primera edición de su novela "Que viva la música".

"Tradicionalmente, si un escritor joven muere y ha dejado material, lo primero que uno mira son sus cuentos y novelas. Se consideraba que un escritor importante era el más creativo, el más dotado para contar historias. Pero hoy, está más legitimado pensar que un escritor es alguien que no solo narra sino que se confiesa, que se desnuda, que reflexiona, que critica. Por eso me atrevo a decir que una parte importante de su obra está en "Mi cuerpo es una celda", señala el escritor chileno vía telefónica, horas antes de participar, a través de una teleconferencia, en la presentación del libro en la Feria Ricardo Palma, realizada el pasado viernes.

Sin duda, profundizar en la vida de un escritor maníaco depresivo, brutalmente obsesivo, y contradictorio hasta el límite, era una empresa agotadora. "A pesar de que yo le tenía cariño como personaje, y había tomado la decisión de protegerlo, a veces me hacía la vida insoportable", confiesa Fuguet. Pero la fascinación por este personaje genial y complicado compensaba cualquier agotamiento.

Por cierto, aquel lector que busque una clave que explique la razón de su suicidio, encontrará más bien una suma de razones y sinrazones. "Para nada tengo la respuesta de por qué se suicidó. Pero lo que sí tengo claro es que no tenía que ver con lo que él decía, que la vida no valía la pena vivirse después de cumplir los 25 años. Creo que el libro logra desenmascarar la pose. En verdad, Caicedo no era tan rocanrolero como él mismo se creía. Y tampoco sabía bailar salsa, algo increíble para quien escribió una novela como "¡Que viva la música!" Al final, Andrés era un tartamudo, un tipo que veía películas todo el día, una persona dañada y escindida", explica.

Sin embargo, en la estructura de esta autobiografía editada 30 años después de su muerte, Fuguet muestra cómo un fracasado viaje que Caicedo hace con 24 años a Hollywood con la ingenua idea de vender un guion cinematográfico motivó el derrumbe anímico del escritor.

"Claramente el viaje a Estados Unidos marcó un antes y un después en su vida. Caicedo no volvió a ser el mismo. Este chico con un apellido que le abría puertas en Cali llega a Hollywood, donde cree que por saber tanto de cine le abrirían las puertas como si llevara una tarjeta Gold Visa. Pero solo hace el ridículo. Caicedo quedó dañado de ese golpe. A partir de allí el edificio empezó a derrumbarse", afirma el escritor.

Friday, December 19, 2008

Roth y sus manías


respuestas de Roth a Andrew Corsello, en la última GQ.

"I can only really write when I´m alone in a place that´s mine, that I´m accustomed to,
and there´s no interruption. I don´t have a phone. I don´t have anything that can distract me. And I spend the hours ruminating. If you spend six or seven hours rumminating on your invention, the next part of it will come to you. When I´m walking the streets, I don´t have that kind of concentration. Nor do I want to be writing when
I´m not writing."


"Hard work, steady work, is my greatest... satisfaction. I have worked hard and steady
over these last fifty years. And when I´m at work, I´m pretty satisfied"


Tuesday, December 16, 2008

HURT


un poco atrasado, pero ahora ya hay crítica chilena. Alvaro Bisama indaga y explora
a Caicedo en El Mercurio

Domingo 14 de diciembre de 2008
Rev de Libros /Artes y Letras -El M

"Mi cuerpo es una celda":
Un imperio de miseria

La figura de este escritor y mito colombiano revive en una "autobiografía" construida por Alberto Fuguet, quien recopiló y editó sus diarios personales, cartas privadas, críticas de cine, poemas perdidos y cuanto tuviera a mano.

ÁLVARO BISAMA

En uno de sus momentos más paradójicos, Mi cuerpo es una celda puede ser leído como un pequeño cuento moral respecto de las relaciones del intelectual latinoamericano con la cultura global. Eso, porque en su punto más desquiciado Andrés Caicedo (1951-1977), colombiano, escritor suicida y cinesifilítico, se pierde en Estados Unidos intentando escribir y vender un par de guiones (escritos en un inglés que nadie parece entender) para unas películas de terror basadas en la obra de Lovecraft.

Parece un chiste y es una de las muchas interpretaciones que puede tener el texto. Lo puntual: a Caicedo le va mal. Derrotado, termina volviendo sobre sus pasos y retornando a la intensidad del tedio de la vida colombiana de Cali. Pero esta anécdota queda grabada y quizás puede revelar por qué al chileno Alberto Fuguet (quien montó esta "autobiografía" de Caicedo sobre fragmentos de diarios personales, cartas privadas, críticas de cine, poemas perdidos y cuanto tuviera a mano) le interesa la vida y obra del colombiano: el angst vital de Caicedo es quizás parecido al que esgrimen casi siempre sus personajes, expertos en extraviarse y encontrarse en lugares insólitos o cercanos.

Pero hay una trampa ahí. Leer el volumen como una obra de Fuguet le resta la virtud más provocadora que puede esgrimir el relato ante el lector: por derecho propio, Andrés Caicedo puede ser interpretado -más allá o más acá de las hagiografías sobre el exceso, la locura o la banalidad- como un poderoso símbolo cultural. Aquello recae en su involuntaria capacidad de sintetizar el espíritu de la época que le tocó -los 70, el boom, los golpes de estado en América Latina, el cine de Bergman y Truffaut, la cocaína- y volverla involuntariamente la mejor virtud de su escritura. Por supuesto, aquello está en algunos de sus otros libros (el demoledor compendio de reseñas Ojo al cine o la novela Que viva la música) pero acá resucita (¿Caicedo como un zombi literario?) con fuerza y claridad reveladoras gracias a la condición patética, contradictoria y frágil de su voz: "Palabras, palabras fuertes mías, concédanme unos sueños en los que pueda mirar al futuro (...) que mande yo, que mande el que habita en mí y hace cinco años que no sale".

Bajo todo eso, yace una historia tan sencilla como dramática, la de un adolescente amalditado que escapa de su Cali natal (a la que llama Calicalabozo: "No quiero más a esta ciudad, no así de cerca") para perderse y fracasar en sus sueños americanos de fuga y finalmente retornar a un país que lo abruma, mientras busca -por medio de adicciones tan diversas como la fiesta, las drogas, el cine, la literatura y el deseo- un modo de remontar su propia desesperación: "Me tomé, impecablemente, 25 Valiums Blues y me hice profundas cortadas en las muñecas con el cuchillo de cocina más oxidado que pude encontrar: no me pasó nada (...) las heridas están perfectamente cicatrizadas".

Por lo mismo, en el libro se vuelve relevante leer, al lado de los fragmentos puramente biográficos, las reseñas de cine de Caicedo, verdaderas instantáneas de su universo en descomposición. Quizás el valor central del texto y de la obra de Caicedo está acá, donde el morbo de la autodestrucción cede a algo más profundo, menos ligero o romántico, infinitamente más viscoso. Interesa así, más que el artista que se automutila y esparce su reino de miseria mientras se dopa con Seconal y fetichiza a los Rolling Stones, el perfil del crítico de cine que pone a prueba los límites de su escritura. Ese gesto, donde el héroe se acerca de modo inexorable a la propia destrucción, el silencio se homologa como una forma de la paz interior, lo que conmueve al lector.

Ese espectáculo -que podría estar, sobre todo hacia el final, acompañado con Hurt de Nine Inch Nails como fondo- es el de la demolición de la personalidad, percibido por el lector en una alucinante confusión final, como si la alucinante obsesión del colombiano por una juventud congelada esbozara, contradictoriamente, los estigmas terminales de una madurez desconsoladora y prematura. Dice Caicedo: "No puedo más con la vejez de mi adolescencia" (...) No estoy bien vivo. Estoy muerto".

Monday, December 15, 2008

el cuento vs la novela (según Millhauser)

hace unos meses leí este ensayo de Steven Millhauser
--creo q en the NY Times, no me acuerdo- acerca de los cuentos
y su diferencia con las novelas y la (¿secreta?) ambición que tienen...

tema a debatir: ¿cuál es la diferencia en ambición entre un corto y un largo?
y, ahora, ¿entre un largo y una serie? ¿se puede hacer analogía entre los largos y los documentales,
tal como entre la ficción y la no-ficción?

No sé: sólo sé que deseo seguir con cuentos, con cortos, con novelas,
con no ficción y con "investigaciones", con documentales, con largos....

aqui un par de trozos de lo plantado por Millhauser (en inglés)


The Ambition of the Short Story

By STEVEN MILLHAUSER

The short story — how modest in bearing! How unassuming in manner! It sits there quietly, eyes lowered, almost as if trying not to be noticed. And if it should somehow attract your attention, it says quickly, in a brave little self-deprecating voice alive to all the possibilities of disappointment: “I’m not a novel, you know. Not even a short one. If that’s what you’re looking for, you don’t want me.”... The novel is the Wal-Mart, the Incredible Hulk, the jumbo jet of literature. The novel is insatiable — it wants to devour the world.

What’s left for the poor short story to do?

It can cultivate its garden, practice meditation, water the geraniums in the window box. It can take a course in creative nonfiction. It can do whatever it likes, so long as it doesn’t forget its place — so long as it keeps quiet and stays out of the way... The short story is always ducking for cover. The novel buys up the land, cuts down the trees, puts up the condos. The short story scampers across a lawn, squeezes under a fence.


The novel is exhaustive by nature; but the world is inexhaustible; therefore the novel, that Faustian striver, can never attain its desire. The short story by contrast is inherently selective.
By excluding almost everything, it can give perfect shape to what remains. And the short story can even lay claim to a kind of completeness that eludes the novel — after the initial act of radical exclusion, it can include all of the little that’s left... What the novel cares about is vastness, is power...The novel wants things. It wants territory. It wants the whole world. Perfection is the consolation of those who have nothing else...

... the ambition of the short story, the terrible ambition that lies behind its fraudulent modesty: to body forth the whole world. The short story believes in transformation. It believes in hidden powers. The novel prefers things in plain view. It has no patience with individual grains of sand, which glitter but are difficult to see... The short story concentrates on its grain of sand, in the fierce belief that there — right there, in the palm of its hand — lies the universe...

...It looks for the moment when the grain of sand reveals its true nature. In that moment of mystic expansion, when the macrocosmic flower bursts from the microcosmic seed, the short story feels its power. It becomes bigger than itself. It becomes bigger than the novel. It becomes as big as the universe...

...Therein lies the immodesty of the short story, its secret aggression. Its method is revelation. Its littleness is the agency of its power. The ponderous mass of the novel strikes it as the laughable image of weakness. The short story apologizes for nothing. It exults in its shortness. It wants to be shorter still. It wants to be a single word. If it could find that word, if it could utter that syllable, the entire universe would blaze up out of it with a roar. That is the outrageous ambition of the short story, that is its deepest faith, that is the greatness of its smallness.