Saturday, December 24, 2005

Entrevista Aguja

A pesar de no ser tan fanático de la red, y no bloggear tanto como debería, el otro día me tocó dar una entrevista a un sitio literario de la red. Se llama El guardagujas (www.guardagujas.cl). Quedé gratamente impresionado con la charla, con el el periodista (en rigor, no lo es) y con el sitio.

Aqui va esta entrevista. Me reconozco en mis palabras, algo que no siempre sucede. Da lo mismo. Aqui va la entrevista realizada por Juan Pablo Rocone

“Somos actores secundarios de los demás y protagonistas de nuestras propias historias”

Dos meses después del exitoso estreno de “Se arrienda”, Fuguet habla de su primera incursión tras las cámaras y deja claro que, en literatura y cine, le interesa más crear personajes sólidos que contar una gran historia.

Alberto Fuguet no necesita presentaciones. En los noventa remeció la narrativa nacional. Su obra, repleta de referencias a la cultura pop y a la literatura norteamericana, no deja a nadie indiferente. Desde “Sobredosis”, su primer libro de cuentos, Fuguet se ganó un puñado de detractores y muchísimos seguidores. “Mala onda” fue su primera y salingereana novela. Luego vino “Por favor, rebobinar”, novela coral/generacional que está entre lo más destacado de su obra. “Tinta roja”, publicada en 1996, terminó de hacerlo conocido en España –adaptó la novela al cine Francisco Lombardi-. Posteriormente, Fuguet optó por el silencio y dejó de publicar ficción. Entre tanto, recopiló sus artículos periodísticos en “Primera parte”, escribió la película “En un lugar de la noche” y copiló las antologías “McOndo” y “Se habla español”.
Siete años después, en 2003, Fuguet volvió con sus dos mejores libros: “Las películas de mi vida” y “Cortos”. Ambas obras, mucho más Unplugged e íntimas, dejan claro que Fuguet nunca olvidó su gran pasión: el cine.
Este año Alberto Fuguet estrenó “Se arrienda”, su primera película. Protagonizado por Luciano Cruz Coke, Francisca Lewin, Ignacia Allamand y Felipe Braun, el film se convirtió rápidamente en un éxito de crítica y taquilla.
Actualmente, Fuguet hace clases en la Universidad Alberto Hurtado, escribe un nuevo libro y prepara su siguiente película.


En “Se arrienda” los que se venden y los que renuncian al sistema terminan mal –los últimos peor-. ¿Por qué arrendarse es la opción?

Yo creo que la obra existe por sí sola, y que en cada lugar y en cada momento se ve distinta. “Se arrienda” ahora está teñida de mí, de la campaña publicitaria y del éxito que ha tenido. Lo principal era la historia de un tipo que arrienda departamentos y la segunda lectura, la que viene después, era el tema del sistema. La agencia publicitaria inventó una campaña que consideró menos riesgoso lanzar la idea grande, la de la sociedad, como tema principal, y luego el tema emocional. Pero yo siento que no es una película realmente política. Es una película más chica que grande. “Se arrienda” al final conquista por la emociones, por lo loser o por la gente que está media perdida. Ahora, creo que los dos temas confluyen bien. Me da un poco de risa que la película se haya analizado más a nivel intelectual que a nivel emocional, siendo que la mayoría de la gente que la ha ido a ver ha enganchado más por las emociones. Yo creo que si el afiche no hubiese sido “Bienvenido al sistema” y hubiera sido el que yo quería, el discurso oficial hubiera sido otro. Ahora, también es verdad que probablemente hubiera entrado menos gente a ver la película. Mi afiche era una foto de Luciano en la micro. Pero yo no soy el productor de la película…“Se arrienda” tenía que ver más con arrendar departamentos y después el tema grande entraba por debajo. Y a veces siento que primero entró el tema grande y después entró lo otro, lo que me importa más… Si bien no entré a hacer la película por el asunto del sistema, es un tema que me interesa porque lo veo en mi generación y en la mayoría de las personas. Me parece que de las tres posibilidades de la pregunta, arrendarse es la menos mala. Como escritor, y ahora como cineasta, creo que la cuarta vía, que de alguna manera está insinuada en la película, es crear tu propio mundo o tus propias reglas. Es un poco lo que hace Gastón, al final, al crear un disco a su manera, aunque puede que no venda mucho. Ese es el camino real, por el cual siento que avanzo yo. Yo siento que he mi propio mundo, lo que llamo “Planeta Fuguet”. Y es un mundo que puede insertarse, arrendarse o venderse en el sistema. Ahora, efectivamente la gente que no es creadora le cuesta más inventar sus propios sistemas. Pero puede que no sea tan así… Ya los blogs, las comunidades virtuales o reales, los partidos políticos, etc. Hay personas que dicen “este tipo de familia o de sociedad no me gusta”, y arman su propio mundo. O la gente que arma su propia empresa. Ahora yo estoy armando mi propio estudio de cine. O, como tú, que tienes tu página web. Pero tú también puedes arrendarte si empiezas a escribir para la Revista de Libros o Rocinante.

¿Pensaste en Cruz-Coke cuando escribiste el guión?, ¿cómo fue el trabajo con los actores?

Sí, bastante pronto pensé en Cruz-Coke. Mi método con los actores es muy personalizado, muy de a uno. Siempre hablaba privadamente con todos los actores. Era como una terapia: yo era el terapeuta y ellos mis pacientes. Nunca permití que un actor supiera lo que yo había hablado con otro. Quería, entre otros motivos, que cada actor se sintiera protagonista de la escena. Quería que sintieran que cada uno de ellos tenía la razón. Que no tenían que estar al servicio de Luciano, sino que cada uno era un ente verdadero. Que a pesar de que quizá algunos actores iban a parecer muy poco rato, eso no significa que ellos no existían como seres humanos. Yo soy de la idea que todos somos actores secundarios de los demás y protagonistas de nuestras historias. Es casualidad que uno en la película sea protagonista. La película puede contarse desde cada uno de ellos. Perfectamente pudo haber sido protagonista de la película Diego Casanueva, que interpreta a Pancho Santander, un tipo que busca un departamento. Y Luciano, en esa posible película, podría haber sido alguien que aparece en una sola escena… Sí soy especialmente exigente con los textos. No permitía improvisación. Traté de lograr que los actores hicieran suyos los textos. Básicamente les preguntaba a los actores qué sentían por Gastón.

La escritura es un acto solitario. En el cine hay que interactuar con mucha gente. ¿Te sentiste cómodo trabajando en equipo?

Sí, muy cómodo. Por eso me atreví, porque quería interactuar con gente. Siento que en el cine tienes que ser mucho más creativo porque debes manejar los elementos que tienes… Es que yo también tengo dudas y crisis con respecto a la literatura. Hay varias cosas que no me gustan: el “mundillo” o eso que todo es tan personalizado. Y también cosas de la creación, como la soledad. Me molesta que un escritor tenga todo a mano. Esa idea de que tú puedes escribir de todo, que todas las palabras del mundo son tuyas. Es una cosa bien extraña porque cuando haces cine no tienes todos los elementos para ti. Un tipo puede escribir una novela de mil o de dos mil páginas. Tú puedes demorarte todo el tiempo que quieras en escribir un libro. Pero tú al filmar no puedes demorarte todo lo que quieras. La película no puede durar nueve horas. Tú en el cine no tienes todos los elementos. Tú, más bien, tienes que jugar con todo aquello que no tienes. Tienes un montón de carencias económicas. Por eso está fallando la literatura: es tal la libertad que se tiene, que la mayoría de los escritores la usan mal. Cuando tú tienes todas las posibilidades te bloqueas. Es como ir al mall. No tienes nadie que te acote, nadie que te critique. Por eso algunos escritores, ante la desesperación de este infinito, comienzan a repetirse. Es una cosa muy rara. Yo no estoy criticando a la literatura porque quiero seguir escribiendo. Pero eso lo aprendí en el cine. Esa es la diferencia de estar solo y estar acompañado. Los escritores son más millonarios que los cineastas porque tienen todos los recursos para si; todas las palabras son gratis. La mayoría de la gente dice “la página en blanco es tan atroz”. No lo sé. En el fondo tienes la página llena. Todo el universo es tuyo. En el cine tú no tienes todo el universo. No tienes todo el celuloide, no tienes a todos los actores, no tienes todos los horarios de los actores, no tienes todas las horas de sol. También creo que mi llegada al cine no se produce sólo porque siempre quise director… creo que a estas alturas del siglo la literatura está con problemillas. No todo el mundo lee. Sin duda no es el arte de nuestro siglo. Ahora, esto último no implica que no sea un arte y una forma validísima de expresión. Y también me pasa que lo que más estoy leyendo es no ficción.

¿Qué te atrae de la no ficción?

Tengo dudas si para ser un escritor hay que contar historias. ¿No bastará simplemente con tener una voz? Cada vez me doy cuenta que de muchos escritores que escribieron ficción lo que más me gusta de ellos es su voz, su mirada, que va desde Vargas Llosa y García Márquez hasta Richard Ford y Raymond Carver. Si yo tuviera que rescatar un libro de mucha gente, rescataría el libro de no ficción de Carver. Es algo muy raro que me ha pasado. Por ejemplo, si uno piensa en alguien como Fitzgerald o Hemingway. Al principio uno diría bueno, hay que salvar “El gran Gatsby”. Pero yo no sé si a la larga salvaría “El gran Gatsby”. Yo salvaría “El derrumbe”. Claramente. O, pensando en Hemingway, salvaría “París era una fiesta”, más que “Por quien doblan las campanas”. Entonces, ¿hasta qué punto un escritor es alguien que cuenta una historia? ¿Un escritor es el que narra una historia o simplemente es alguien que tiene una voz, una mirada? Y eso es lo que está ocurriendo ahora. No sólo pasa conmigo. El mismo Jorge Edwards, que cada vez me gusta más como cronista. Me parece que su libro “El inútil de la familia” es increíble. Y no es realmente una novela. Yo no sé quién va a envejecer mejor con el tiempo, si Donoso o Edwards. Es raro, porque antes no había ninguna duda que Donoso era el mejor. La no ficción antes era el género menor.

¿Vas a adaptar “El empapado Riquelme”, de Mouat?

Sí, ayer trabajé todo el día en eso. También me ocurrió con “El empapado Riquelme”… Me parece que nadie me había contado una historia así en Chile, recientemente, vía ficción. Todo esto es con matices. No estoy diciendo que ningún escritor me interese. Pero yo también estoy cuestionándome a mí mismo. Siento que lo que estoy leyendo o lo que más me fascina es el cruce de géneros. Me interesa, por ejemplo, cómo se cruza la literatura con el cine. Por eso, quizá, mis escritores canónicos favoritos son Manuel Puig o Cabrera Infante o Andrés Caicedo. Gente que estuvo mezclando.

¿Cuáles son tus directores de cabecera?

Van cambiando, van rotando. A la larga uno los quiere a todos. Es distinto ser fan o crítico de cine que rodar. En el momento de rodar cambia. Es lo mismo con escribir. Uno puede decir “a mí me gusta mucho Borges”, pero a la hora de los qué-hubo Borges no tiene nada que ver conmigo, Borges no me sirve para nada. No lo siento cercano. Es importante que los creadores te puedan acompañar. Hablando no sólo como lector sino también como creador. Si tú te comparas con Borges, no te da ninguna forma que te sirva. Pasa lo mismo con García Márquez. Todo lo que te pueden dar te tiñe. Y llegado el momento te transformas en un mero copión. Tal como son importantes tus padres o tus maestros, es muy importante saber elegir quienes son tus pares. Saber quienes son los creadores que te van a acompañar.

Beltrán Soler, en “Las películas de mi vida”, dice que las películas que uno considera realmente importantes son las que tratan sobre uno.

Claro, claro, ese es el tema. “Stalker” o “El ciudadano Kane” no son sobre mí. En cambio, “Los cuatrocientos golpes”, de Truffaut, sí es sobre mí. Hay películas basura que son mucho más sobre mí que películas importantes, que no tienen nada que ver conmigo… Es que a la hora de rodar… No sé, por ejemplo, yo siempre me he sentido muy cercano y quiero mucho a Tim Burton. Pero a la larga no tengo tanto que ver con Tim Burton. Me ha llamado la atención que estoy mucho más ligado a lo europeo que a lo norteamericano. Eso me sorprendió. Quizá es por pobreza. Lo norteamericano indie está más ligado con lo europeo. Un director que me gusta mucho es Michael Mann, aunque no lo utilicé tanto para “Se arrienda”. A mí me parece que “Colateral” está entre las grandes películas del año. Es una gran película sobre Los Ángeles.

En el cine todas las escenas nacen de un largo proceso. Quizá cada escena puede leerse como un pequeño cuento. Un de las escenas más impresionantes de “Se arrienda” tiene que ver con el cuento “Far west” –un padre que balea a su hijo-. Otra escena clave es cuando Gastón está con su padre dentro del auto viendo cómo las gotas suben y despejan el vidrio. ¿Cómo nació esa escena?

Yo estoy de acuerdo con que las escenas son como cuentos. Creo que hay películas que son más parecidas a novelas y otras que son más parecidas a cuentos. En Woody Alllen eso está súper claro. Woody Allen tiene películas que son un montón de cuentos, que son sus películas “menores”, y otras que son como novelas. Las películas-novelas de Woody Allen son “Hannah y sus hermanas”, “Manhattan” o “Crímenes y pecados”. Dentro de la película-novela, las escenas son como pequeños cuentos o pequeños momentos. Billy Wilder dice que una película buena no es más que cinco o seis escenas buenas bien pegadas. Es importante eso. Ahora, no resulta una película en la que todas la escenas son muy epifánicas, conmovedoras o totalmente jugadas a lo visual o a lo escrito. Tiene que ser una mezcla de todo. Yo entré en “Se arrienda” con tres o cuatro ideas. La primera idea era dos desconocidos que se hablan en un lugar vacío, que se transformó en la escena en la que un tipo le cuenta a Gastón que su papá lo baleó. Yo sabía que venía una escena ligada a la anterior. Yo quería una escena de reconciliación que no fuera hablada y que fuera visualmente poderosa. Y siempre me di cuenta, estudiando películas y en un curso que di una vez en la Escuela de Cine, que siempre ocurren escenas potentes en los autos. Especialmente entre hombres, porque en los autos no están mirándose. Tú en un auto tienes un grado de intimidad, pero a la vez de distancia porque los ojos no se están enfrentando. Mucha gente se ha dicho muchas cosas en los autos, desde peleas hasta declaraciones de afectos. Todo sin mirarse, aunque no puedes estar en un lugar más privado que un auto; es como una cápsula totalmente ajena al mundo. A partir de ahí, comenzamos analizando escenas que a mí me gustan en autos. Después empecé a pensar “¿cómo puedo hacer que Gastón y su padre enganchen en algo en común sin tener que mirarse?” También está la misma idea en la escena de Pancho Santander y Luciano. En esa escena hay diálogo, pero no se miran, no están de frente. Ahí enganchan los dos mirando hacia la pared de el frente, pero lo que los une es esta especie de confesión de Pancho que va bajando cada vez más de tono. La otra escena, la del papá, también viene de un día en el que estaba lavando mi auto –cuando tenía auto-. Entonces me di cuenta de esta imagen. Mucha gente cree que es un efecto óptico especial, pero simplemente pusimos el auto… Y la indicación que le di a cada uno fue que no hicieran nada, que no actuaran, que sólo miraran por el ángulo de ellos las gotas. Entonces, cuando uno lo ve varias veces te das cuenta que cada uno mira y mira, y están como fascinados... Yo sabía que con la música y con las gotas… Básicamente era la idea de que esto se iba a ir limpiando, que este mundo turbio se está limpiando. Más que mal, si estás haciendo una película tienes que tener ideas visuales. Ese es el tipo de cine que me gusta hacer. También me interesa, claro, el montaje y todo, pero mucha gente dice que hay que hacer sólo cine, sólo narrar sin palabras…Yo no estoy muy de acuerdo. Tener de repente alguna imagen potente es bueno. Además que esa es como “la” escena de la película, que sale de la escena de los dos en el departamento. En esa escena, la del diálogo en el departamento, la idea visual era que el sol cayera.

Muchas veces es importante que los actores no actúen demasiado.

Sí, estoy de acuerdo. Ahí está el director. Los actores no deben sobreactuar porque la cámara lo muestra todo. La cámara es capaz de mostrar los pensamientos. Yo le pedí a Luciano que pensara mucho. A veces lo pillaba cuando estaba pensando en otra cosa.

Eso se nota en la escena de la micro. Cruz Coke prácticamente no se mueve y el espectador ve todo.

Claro. Pero también no es verdad, en la micro había veinticinco huevones… Pero es la magia que se logra con montaje, con la música... Esa es una de las cosas que me atrae del cine, que puedes proponerle al espectador que rellene los espacios vacíos, los blancos. Tú en el cine puedes hacer monólogo interior. Tú puedes hacer que los personajes piensen. Gastón piensa y siente harto sin decirlo. En cambio en literatura tú estarías obligado a escribir algo como “cuando estoy en la micro me siento mal porque…”. Y yo no sé si hubiera logrado conmover describiendo esa escena con palabras. Una de las cosas más buenas que me han sucedido es que ahora tengo la posibilidad de hacer ambas cosas. Mi desafío consiste en que cuando vaya a escribir voy decir cosas que sólo se pueden decir por escrito. Porque yo siento que hay cosas que sólo se pueden decir por escrito, donde realmente la letra es la herramienta que corresponde. Y también hay cosas que sólo se pueden decir visualmente, con todos los elementos extras, como sonido o música.

¿Cómo recuerdas “En un lugar de la noche”?

La recuerdo bastante parecida a cómo enfrenté a “Se arrienda”. Yo trabajo igual para todo. Con los libros también. Hago una especie de extraño análisis de la realidad. Lo que yo llamo “los territorios”. Siento que para fundar un territorio tienes que saber qué otros territorios hay. Si yo me diera cuenta, por ejemplo, que soy fordiano o borgiano, y si ya existe ese país llamado Borges, ¿vale la pena realmente invadirlo?, ¿construirlo?, ¿vale la pena habitar en ese país de Borges? Cuando surgió la posibilidad de hacer “En un lugar de la noche” pensé cosas que ya tenía almacenadas: la mayoría del cine chileno no me gustaba, no idolatraba realmente a nadie, no quería hacer un homenaje o un remake de, por ejemplo, “El chacal de Nahueltoro”. Había un montón de cosas que no estaban contándose; un montón de estética, de personajes, de sentimientos y de tonos que no estaban. Así se comenzó a trabajar la película. Yo creo que “En un lugar de la noche” se adelantó a su tiempo. Es una película que no tuvo tanto apoyo de producción. Me parece que es más pobre de lo necesario en cuanto a recursos. Yo le tengo harto cariño a la película y además siento que me gusta. Pero una vez que la película salió a la calle no fue entendida. Fue muy mal recibida tanto por la crítica como por el público. Fue el fracaso más grande de la historia del cine. A nivel personal a mí me sirvió. Primero, encuentro atractivo tener un fracaso, sobre todo porque decían que todo lo que yo tocaba era oro, que yo era como un best seller imparable. Y segundo, no me importó tener un fracaso, me di cuenta que no tiene ninguna importancia porque yo sé que hay alguna gente a la que le tocó y le gustó la película. Además, ahí conocí a Luciano y ese es el tipo de cine que me interesa hacer. Es una película más en tono menor, no es una película que trata de contar la historia de Chile. Es como cine independiente, más chico, más de personajes. No es una película de acción o de historia. No es una película que trata de abarcarlo todo. Es una película centrada en los personajes. Y sin duda “Se arrienda” viene de ahí. Ahora, sin duda siento que tengo lazos con las películas que se estrenaron este año. Me llama la atención que sí está cambiando el imaginario. Hoy me siento mucho más acompañado en cine... Ahora, en literatura todo escritor va a ser distinto a uno. Incluso tu hermano va a escribir distinto a como escribes tú. Pero hay gente que está más de un lado o de otro. Yo todavía siento que en literatura lo que yo hago no tiene mucho que ver con lo que se está haciendo acá, lo que me hace cuestionar si realmente existen las generaciones o si existen los países... Hasta me hace dudar si existen los idiomas, ¿me entiendes? Sí creo que existe lo que yo llamo la hermandad cósmica o las cosas en común. A mí, por ejemplo, me encantó mucho más “Broken flowers”, de Jim Jarmusch, que “Cachimba”, de Caiozzi. Yo, obviamente, tengo muchas más cosas en común con Caiozzi que con Jarmusch: hablamos el mismo idioma, vivimos en la misma ciudad, ambos conocimos a Donoso, ambos tuvimos el mismo asistente de dirección. Y sin embargo, es como un planeta distinto. En cambio, me siento muy cercano, ahora, a un escritor japonés que se llama Haruki Murakami o a Cesare Pavese, que ya está muerto. A la larga, una de las cosas que creo que deberían ocurrir en el futuro es dejar de hablar de “chileno”. A pesar que yo escribo como chileno, escribo y filmo desde Chile, pero eso es distinto. Las verdaderas uniones se hacen por tus gustos y por tus ideologías. El mundo de la música y del cine está mucho más avanzado en muchas cosas con respecto a la literatura. Cuando entras a una librería todavía está dividido en “Literatura Chilena”, “Literatura Latinoamericana” o “Clásicos”. Tú cuando entras a una disquería está todo dividido en “Soul”, “Rock”, “Disco” o “Rap”. Probablemente yo estaría en el mesón de realismo pop, en el mismo paquete con…

Entre Coupland y Bolaño.

¿Por qué me comparan con Bolaño? Aunque yo tengo mucho más en común con Bolaño de lo que la gente cree…Lo leo harto. Pero es como pecado decirlo. Es atroz porque se supone que yo soy el tonto y el escritor malo de Chile… comparado con Dios.

El cuento “Road movie”, una de las mejores cosas que has escrito, está influenciado por Bolaño.

Gracias. Afuera también ha sido súper bien recibido ese cuento, ahora que “Cortos” salió en inglés… Sí. Pero fíjate en lo que te decía sobre las divisiones. En las disquerías dividen las cosas de otra manera. En la sección “Rock” está Radiohead al lado de The Beatles. O en “Rap” hay gente como Eminem al lado de tipos de La Legua. Fíjate en Blockbuster, en “Drama” o “Comedia” hay películas de cualquier país. Al lado de una película de Tom Cruise puede estar una película francesa. Eso no sucede en las librerías.

Wong Kar-Wai: “Para mí una película es algo más que una historia, es contar una experiencia”. Creo que esta cita tiene que ver con “Se arrienda” y, de alguna forma, con “Cortos”. ¿Qué opinas?

Me encanta Wong Kar-Wai. Todo lo oriental me interesa muchísimo. Es la mayor sorpresa que he tenido durante el rodaje. El cine oriental es mucho más latinoamericano de lo que creemos. El cine oriental, dentro de todo, es pobre. Tiene mucha poesía el cine de Wong Kar-Wai. Ahora, en relación a la frase, yo quedé muy decepcionado y triste con Ascanio Cavallo, que destrozó bastante “Se arrienda”. Pero, al final, me dejó muy contento una frase de esa crítica: “…a la larga, a Fuguet le interesa más la atmósfera que los datos”. Y yo a cada rato repito la frase de Ascanio Cavallo. La crítica a veces te sirve... Ahora, Cavallo dice que la película no funciona nada, critica que no se muestre a Gastón componiendo. Yo nunca quise mostrarlo componiendo porque sentí que toda la música que él escucha es la música que él está pensando, creando o inventando. O recordando. Mucha de la música que aparece en la película –nadie se ha dado cuenta de esto- no es real; o sea, no suena la música que debería corresponder a ciertos lugares. En Mcdonalds suena música clásica o cuando Gastón entra a la fiesta no está sonando música punchi-punchi-electrónica, que es la que debiera escuchar el personaje de Felipe Braun, sino que suena algo mucho más oscuro… A mí me interesan más las atmósferas. Siento que los orientales captan bien las atmósferas. Me encanta un cineasta que se llama Tsai Ming-Liang ¿Lo has visto?

No. Háblame de él.

La película que más me gusta de él se llama “¿Qué hora es ahí?”. Tiene otra que se llama “The Hole”. Otra que se llama “Goodbye Dragon Inn”, que es sobre el fin de un cine. “El río” también es de él. “¿Qué hora es ahí?” es sobre un tipo que le vende un reloj a una niña. Nunca más la vuelve a ver. El tipo como que se enamora de ella. Antes, ella le dice que va a París y el tipo empieza a obsesionarse con qué hora es allá en París y va al persa de Taiwan y compra “Los cuatrocientos golpes” porque no sabe nada de Francia. Es una película que no trata de nada, pero que a la vez trata sobre todo. También me encanta Wong Kar-Wai. Reconozco que me gustó menos “2046”.

Simón, el personaje de “Road Movie”, deja todo y se lanza a una aventura. Beltrán Soler, narrador de “Las películas de mi vida”, también. ¿Escribir es para ti una aventura?, ¿es una acción de arrojo, riesgosa?

No creo tanto que sea un acto temerario o riesgoso. Lo que sí creo es que es un viaje. Es una experiencia. Creo que son todas polaroids del momento en el que estás. Son recuerdos del momento en el que tú lo hiciste. Yo nunca he podido hacer algo que no me interese. Admiro a los escritores que escriben sobre temas que no les interesan, los directores que filman temas que no les interesan. Es un viaje. Me tiene que interesar el tema: es mucho mejor estar viajando en buena que en mala. Ahorra, yo no lo veo como una experiencia sin retorno o trágica. Es como celebratorio, a pesar de que a veces tocas temas no tan celebratorios. Pero también siento que a la larga todos mis finales son felices. Y quizá por eso yo me atrevo a tomar ese camino. No sé si me metería en un viaje tipo Nine Inch Niles, onda caer, caer y caer…

¿Cómo fue el proceso de creación de “Las películas de mi vida”?, ¿en cuánto tiempo lo escribiste?, ¿bajo qué circunstancias?

Me demoré harto. Fue el primer libro después de casi renunciar a ser escritor. Yo dejé de escribir durante siete años. Me metí en cine, hice una obra de teatro, traté de escribir una novela y no me resultó. Y también me cansé de ser el tonto del barrio. Me aburrió que publicara lo que publicara la respuesta siempre iba a ser negativa. En ese abandonar la literatura y buscar nuevos mundos, entre otras cosas, aprendí a escribir en inglés. La primera parte de “Las películas de mi vida” fue escrita en ingles. La escribí en español, pero la pensé en ingles... Por primera vez planeé lo que iba a publicar…Hice un combo de cine: “Las películas de mi vida” y “Cortos”. Quería dos títulos que tuvieran que ver con el cine. Tal como ahora estoy en un combo distinto: estoy preparando una película y un libro sobre personas que se pierden. Aquí, en Chile, las personas se pierden mucho. En todo el mundo sucede, pero aquí es especial… En esos años en los que no publique conocí Amazon, me metí mucho en Internet, llegó el siglo XXI... Todo eso se sumo con la idea de las listas, el ranking y de que la gente se define por sus gustos. Lo otro que me pasó, con relación a McOndo, es que todo el mundo podía escribir sobre otros países y nadie los criticaba. En cambio, si yo escribía sobre Estados Unidos, todos me criticaban. Hay novelas del Boom ambientadas en París, como “Rayuela”. O una novela como “Morir en Berlín”, de Cerda, que nadie criticó. Entonces, quise hacer una novela chilena o latinoamericana incorporando el imaginario norteamericano. Además, yo siento que Estados Unidos es un país latinoamericano, cada día Nueva Orleáns me da la prueba. Estados Unidos se está transformando en un país latinoamericano como cualquier otro. La idea de trabajar con la memoria también fue importante. Sí me pasó que el libro mutó “N”. Yo me imaginaba, al principio, que “Las películas de mi vida” iban a ser otras. Pensé que iban a ser las películas que me gustaban más. Muchas de las películas que nombro en el libro no las tengo en mi casa. Tengo mucho más Scorsese, Truffaut, Lynch, Woody Allen… Igual tengo ganas de hacer algún día algo parecido a la parte dos con las películas que realmente me gustan. Pero, ¿valdrá la pena hacer la segunda parte de una novela? De alguna manera, en mi web estoy anotando las películas de mi vida…

Háblame de la estructura de “Las películas de mi vida”.

Quise mandar a la chucha la estructura. En “Cortos” también quise mandar a la chucha lo que yo llamo el cuento-Paula. Siento que todos los cuentos chilenos de talleres literarios tienen una sorpresa al final, son ordenaditos, son todos cortos… “Cortos” sólo tiene un cuento corto. Son todos desordenados… El típico cuento latinoamericano o chileno inteligente es el del hombre que se encuentra una mano en su mochila o cualquier otra situación creativa. De Borges, por ejemplo, uno recuerda que la anécdota está muy bien, pero no tienes idea, generalmente, quién escribió ese cuento. Yo quería que en mi libro de cuentos importaran más las sensaciones y los personajes que una buena historia.


*Juan Pablo Roncone es estudiante de Derecho en la Universidad de Chile y editor de la revista Guardagujas. jpr@guardagujas.cl

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