danza, arquitectura y tratar de escribir sobre el arte
columna publicada el dgo pasado en Rev de Libros...
eso
Domingo 8 de julio de 2007
Bailar al son de la arquitectura
por Alberto Fuguet
¿Se puede coreografiar la arquitectura? ¿Se puede montar un ballet en torno a, no sé, las obras de Frank Gehry? Probablemente no. De ahí el dicho. Bailar acerca de la arquitectura. La frase trata de captar aquello que es imposible. O que, por excéntrico y sin sentido, no vale la pena. Dicen que el que inventó esta frasecilla fue Elvis Costello durante una entrevista a la revista Musician en 1983: "Writing about music is like dancing about architecture: it's a really stupid thing to want to do". O sea, escribir de música es como bailar acerca de la arquitectura. "Es algo realmente tonto", concluyó. Algo imposible, inútil, futil.
La frase fue mal interpretada y muchos críticos de música se sintieron tocados, y hasta molestos, pero si se escudriña la respuesta de Costello es tan simple como sincera: la música se escucha. Punto. Así se procesa, se entiende, se conecta con ella. Y, a lo más, se conversa acerca de ella. Y si quieren, si están de ánimo, se puede bailar. ¿Pero escribir de música?
¿Cómo?
¿Se puede escribir de cine? ¿Cómo se reproducen, por escrito, las sensaciones y emociones que provoca, por ejemplo, Wong Kar Wai o, no sé, para estirar la cuerda, uno de Bela Tarr?
¿Es posible? ¿Vale la pena?
Sigamos: ¿se puede escribir acerca de la literatura? ¿Escribir acerca de lo escrito? ¿Los libros acaso no se leen? ¿No fueron hechos para eso? Entonces qué: ¿se cierra este suplemento?, ¿se fusila a todos los críticos profesionales y a los miles de opinadores anónimos circulando por la red? Por cierto que no. Sin duda que no.
Digamos las cosas como son: el mundo no termina en los libros o en los dvd o en los discos, sino parte ahí. Un libro fallido puede iluminarnos ante lo que implica perder un hijo o que una empresa se venga abajo. La labor del crítico, me gustaría pensar, es ser un vocero del vocero, un puente; es contarnos esas cosas que ese determinado libro le provocó. Su misión es que nos den ganas de leer un libro o, si considera que está frente a una afrenta chanta, abyecta, explicar por qué, pero desde el punto de vista moral, terrenal, humano, más que buscar razones estrictamente literarias y, por lo tanto, eventualmente irrelevantes.
Al final, escribir sobre las artes no es intentar reproducir ese arte o canonizarlo o buscar sus defectos, sino hablar acerca del mundo. Lo importante es la gente, es el mundo, no la obra ni menos el artista. Los creadores y sus obras son simplemente una excusa, un medio, para zambullirse en el mundo, en el estado de las cosas, y si el artista realmente es bueno, logrará que el tipo que está escribiendo acerca de él no lo mencione, pero sí que termine hablando de sí mismo. Acaso ésa es la meta final: provocar recuerdos en los autores y lograr que el crítico deje de ser crítico y sea simplemente un lector con suerte, con tribuna, un tipo que logra usar su sitio para abrir puertas más que cerrar rejas. Pero para eso tiene que creer en cosas, creer en sí mismo, ojalá, y creer también en el mundo, estar agradecido, creer que las cosas sí pueden cambiar, que este mundo es mucho mejor gracias a que hay creadores de todos los tipos y que no todos tienen que ser buenos o malos, sino que tienen que tener la misma cantidad de curiosidad como de generosidad.
Tal como tiene que tenerla un crítico.
Para eso tiene que tener fe, tiene que estar tranquilo, tiene que creer no sólo en los personajes, sino en las personas, tiene que darse cuenta si dejó de interesarse en el mundo y empezó a refugiarse en el cine, en la biblioteca, en su iPod, en el computador, donde sea.
Cito a Javier Porta Fouz, el editor de la revista de cine argentina "El Amante":
"... mi interés por el cine no puedo entenderlo sin prestarle atención a mi curiosidad bastante omnívora: esa de conocer el mundo. Conocer y mirar el cine para ver más y mejor el mundo, y en definitiva, mirar hacia el mundo... (el crítico) tiene la responsabilidad de descubrirle al lector otras películas que le hablen de otros mundos preocupándose por cómo lo hace. Es decir, quien escribe crítica de cine debe preocuparse por cómo escribir".
Qué pocos logran eso. El mejor crítico no es aquel que sabe más, sino aquel que es más curioso y se siente más llano viviendo en este mundo. Los peores críticos, columnistas y comentaristas son aquellos a los que no les interesa lo que les rodea y están presos dentro del determinado gueto artístico por el que optaron. Aquellos que huyen y se esconden del mundo y creen que esas obras reemplazan al mundo se equivocan. La labor del arte -para mí, al menos- es recordarte que sí, estás en este mundo y que, te sientas bien o mal, el mundo es primero y el arte viene después. Si no todo se vuelve ruido, un ejercicio tan inútil como intentar bailar al son de la arquitectura.
eso
Domingo 8 de julio de 2007
Bailar al son de la arquitectura
por Alberto Fuguet
¿Se puede coreografiar la arquitectura? ¿Se puede montar un ballet en torno a, no sé, las obras de Frank Gehry? Probablemente no. De ahí el dicho. Bailar acerca de la arquitectura. La frase trata de captar aquello que es imposible. O que, por excéntrico y sin sentido, no vale la pena. Dicen que el que inventó esta frasecilla fue Elvis Costello durante una entrevista a la revista Musician en 1983: "Writing about music is like dancing about architecture: it's a really stupid thing to want to do". O sea, escribir de música es como bailar acerca de la arquitectura. "Es algo realmente tonto", concluyó. Algo imposible, inútil, futil.
La frase fue mal interpretada y muchos críticos de música se sintieron tocados, y hasta molestos, pero si se escudriña la respuesta de Costello es tan simple como sincera: la música se escucha. Punto. Así se procesa, se entiende, se conecta con ella. Y, a lo más, se conversa acerca de ella. Y si quieren, si están de ánimo, se puede bailar. ¿Pero escribir de música?
¿Cómo?
¿Se puede escribir de cine? ¿Cómo se reproducen, por escrito, las sensaciones y emociones que provoca, por ejemplo, Wong Kar Wai o, no sé, para estirar la cuerda, uno de Bela Tarr?
¿Es posible? ¿Vale la pena?
Sigamos: ¿se puede escribir acerca de la literatura? ¿Escribir acerca de lo escrito? ¿Los libros acaso no se leen? ¿No fueron hechos para eso? Entonces qué: ¿se cierra este suplemento?, ¿se fusila a todos los críticos profesionales y a los miles de opinadores anónimos circulando por la red? Por cierto que no. Sin duda que no.
Digamos las cosas como son: el mundo no termina en los libros o en los dvd o en los discos, sino parte ahí. Un libro fallido puede iluminarnos ante lo que implica perder un hijo o que una empresa se venga abajo. La labor del crítico, me gustaría pensar, es ser un vocero del vocero, un puente; es contarnos esas cosas que ese determinado libro le provocó. Su misión es que nos den ganas de leer un libro o, si considera que está frente a una afrenta chanta, abyecta, explicar por qué, pero desde el punto de vista moral, terrenal, humano, más que buscar razones estrictamente literarias y, por lo tanto, eventualmente irrelevantes.
Al final, escribir sobre las artes no es intentar reproducir ese arte o canonizarlo o buscar sus defectos, sino hablar acerca del mundo. Lo importante es la gente, es el mundo, no la obra ni menos el artista. Los creadores y sus obras son simplemente una excusa, un medio, para zambullirse en el mundo, en el estado de las cosas, y si el artista realmente es bueno, logrará que el tipo que está escribiendo acerca de él no lo mencione, pero sí que termine hablando de sí mismo. Acaso ésa es la meta final: provocar recuerdos en los autores y lograr que el crítico deje de ser crítico y sea simplemente un lector con suerte, con tribuna, un tipo que logra usar su sitio para abrir puertas más que cerrar rejas. Pero para eso tiene que creer en cosas, creer en sí mismo, ojalá, y creer también en el mundo, estar agradecido, creer que las cosas sí pueden cambiar, que este mundo es mucho mejor gracias a que hay creadores de todos los tipos y que no todos tienen que ser buenos o malos, sino que tienen que tener la misma cantidad de curiosidad como de generosidad.
Tal como tiene que tenerla un crítico.
Para eso tiene que tener fe, tiene que estar tranquilo, tiene que creer no sólo en los personajes, sino en las personas, tiene que darse cuenta si dejó de interesarse en el mundo y empezó a refugiarse en el cine, en la biblioteca, en su iPod, en el computador, donde sea.
Cito a Javier Porta Fouz, el editor de la revista de cine argentina "El Amante":
"... mi interés por el cine no puedo entenderlo sin prestarle atención a mi curiosidad bastante omnívora: esa de conocer el mundo. Conocer y mirar el cine para ver más y mejor el mundo, y en definitiva, mirar hacia el mundo... (el crítico) tiene la responsabilidad de descubrirle al lector otras películas que le hablen de otros mundos preocupándose por cómo lo hace. Es decir, quien escribe crítica de cine debe preocuparse por cómo escribir".
Qué pocos logran eso. El mejor crítico no es aquel que sabe más, sino aquel que es más curioso y se siente más llano viviendo en este mundo. Los peores críticos, columnistas y comentaristas son aquellos a los que no les interesa lo que les rodea y están presos dentro del determinado gueto artístico por el que optaron. Aquellos que huyen y se esconden del mundo y creen que esas obras reemplazan al mundo se equivocan. La labor del arte -para mí, al menos- es recordarte que sí, estás en este mundo y que, te sientas bien o mal, el mundo es primero y el arte viene después. Si no todo se vuelve ruido, un ejercicio tan inútil como intentar bailar al son de la arquitectura.
<< Home