Sunday, December 03, 2006

pez o agua: ser anfibio




El escritor, cinéfilo, guionista, ex crítico de cine, reportero, periodista y futuro director de cine, Marcelo Figueras,
vino a Santiago, por unas horas, a presentar su novela La batalla del calentamiento. Leí, años atrás,
El muchacho peronista pero ahora Figueras está mucho más suelto y conectado, como bien dijo en Via X,
a sus emociones. La novela Kamchatka, que recomiendo, surgió a partir del guión del mismo nombre. Figueras tuvo la tarea de adaptar Plata quemada, de Piglia, para la pantalla.

si bien es medio extraño postear textos acerca de uno, sobre todo textos que no son críticas o entrevistas, aquí va esto de Figueras q me gusto pues siento que no es sólo acerca de mí sino tb es acerca de él y de mucha gente que o ya se debate o se debatira entre narrar con imágenes o con palabras.



Esto aparecio en la revista G7 de Buenos Aires

Cada vez que me preguntan: "¿Qué te gusta más: la literatura o el cine?",
pienso en Fuguet. Debe padecerlo más que yo. En esas circunstancias digo que
la pregunta me parece improcedente, como la igualmente obvia: "¿A quién
querés más: a papá o a mamá?", y recurro a la imagen del anfibio para
explicarme. Un anfibio pertenece a dos medios a la vez, de los cuales no
puede prescindir: moriría si debiese quedarse para siempre en tierra, y
moriría si permaneciese en el agua. Es una característica de la generación
nacida en los 60: la de haber crecido tan fascinados por la lectura como por
las películas (el huevo no fue primero, pero la gallina tampoco), como
asimismo la de haber crecido en alguna clase de exilio aun cuando siguiesen
viviendo en su lugar natal (Fuguet creció en California hablando en inglés,
mientras otros tantos crecimos en Buenos Aires con el inglés por segundo
-¿segundo?- idioma) y la de romper compulsivamente con las etiquetas: cuando
nos reconocieron como periodistas nos volvimos escritores, cuando nos
registraron como escritores nos convertimos en cineastas, guionistas,
traductores, cambiando de monta en mitad del río para evitar cualquier mella
de nuestra libertad. Ahora Fuguet reniega de la escritura, contentándose con
el sino del cineasta. Yo descreo de lo definitivo de la opción porque el
cine es tan sólo otro tipo de escritura, pero si Fuguet se apegase a sus
cañones estaría de su lado. El mundo que conocemos no sería el mismo si un
anfibio no se hubiese negado alguna vez a regresar al agua, estableciendo
algo que se volvería norma: todo lo que no crece, muere. Y en lo que a mí
respecta, Fuguet sigue creciendo.