RS en RS
Road Story en la Rolling Stone, edicion chilena,
del mes de noviembre
articulo de Fco Ortega, presentador del libro y,
de alguna manera, padrino de este proyecto.
Aqui va.
La foto tomada en un tren Amtrak, cruzando Nvo Mexico, del arquitecto chileno y amigo
Jose Luis Gaete. Las otras las encontre googleando y son de Abelardo Garza, español.
Road Story
ROUTE 66
Un viaje físico y moral es el tour de force que Martínez y Fuguet proponen en su novela gráfica, partido en el cual, el cómic chileno dejó de jugar como amateur.
Por Francisco Ortega
En medio de los dimes y diretes provocados por el maletín literario, la escritora Marta Blanco opinó en Artes y Letras de El Mercurio que incluir historietas dentro del plan equivalía a inyectarle la peste negra. Blanco estiró sus juicios asegurando que el cómic era un reductor del lenguaje y que los monitos no eran más que algo ligero, intrascendente, que atentaba contra el propósito de hacer que los adolescentes y niños volvieran a leer. Pero mientras Blanco despotricaba contra los monos de tinta y papel, el dibujante Gonzalo Martínez revisaba las pruebas de Road Story, una novela gráfica inspirada en el relato del mismo nombre, incluido en el libro Cortos de Alberto Fuguet y le gustaba lo que veía.
Según se puede rastrear en la red, Road Story es un proyecto que atrae pasiones de todo tipo. Un buen porcentaje de la comunidad comiquera nacional apuntan al libro como la primera novela gráfica chilena, casi un salvavidas al 9º arte local. Otros sostienen que no hay que darle tantas glorias. La iniciativa es notable, pero definirla como la “primera novela gráfica” es pasarse por una buena parte casi medio siglo de tradición historietística, ignorando el trabajo de gente como Máximo Carvajal, Félix Vega, Themo Lobos, Mario Igor y algunos más nuevos, como Félix Vega, Jorge “Zombie” David y Fyto Manga. Lo interesante de esta geometría es que cada ángulo tiene un poco de razón: Road Story tal vez no sea la primera novela gráfica chilena como tal, pero si es la que inaugura un nuevo camino en el desarrollo local de esta forma narrativa, por decirle de alguna forma, el cómic ascendió a primera división. Es probable que sin el nombre de Alberto Fuguet de por medio, Road Story nunca hubiese visto la luz, pero eso no es condenable, todo lo contrario, es oportuno.
El propio Martínez agrega más caldo a la sopa, “hay gente que plantea que Road Story ni siquiera es una novela gráfica sino una adaptación gráfica. Respetable, pero podríamos perdernos en discusiones bizantinas al respecto. Personalmente creo que la discusión nos aleja de lo realmente importante, que es que una editorial importante se arriesgo con esta forma narrativa y eso es tremendo para todos los que llevamos años en esto del cómic”. Fuguet añade: “Más que preocuparse si es la primera lo que verdaderamente debería preocuparnos es que no se trate de la última”.
En el camino
Road Story es la historia de Simón, un chileno que ha escapado de todo. Familia, relaciones estables, trabajo. Ha traicionado, estafado, jodido, todo lo que uno piensa puede hacerse. Por eso está solo, porque eligió estarlo. Y nada mejor que buscar la soledad en un lugar en medio de la nada, donde no hay pertenencia ni lugar de arraigo. Simón cabalga sobre un sedán viejo por las carreteras del sur de Estados Unidos, cruzando el desierto y deteniéndose en pueblos fantasmas donde espera exorcisar los suyos propios. Y ese es el cuento, no hay más, no tiene que haber más. La excusa narrativa la dio Fuguet, el recorrido en imágenes, Martínez, apoyado en las eficientes tintas de Demetrio Babel. El tono blanco y negro de la historia, se replica en el estilo desarrollado, la opción no fue impuesta por un límite de recursos, fue una cuestión estética. Road Story es un cómic, una novela o un store borrad para una película independiente, el lector escoge con qué quedarse.
Aporta Martínez, “durante el año en que me dediqué a Road Story me preocupé por contar una historia. Por adaptar un cuento que me gustaba mucho, de un autor cuya obra admiro, al lenguaje del cómic o historieta o tebeo o como quieras llamarle. Me preocupé por darle vida a sus personajes, por hacer que el lector se identifique con ellos, que entienda y se emocione con su vida interior. En resumen, por “narrar”. Soy un narrador y me encanta mi pega, espero haberla hecho bien, soy responsable de ello. Eso es lo importante en una obra artística”. “Concuerdo con Gonzalo: lo importante es narrar y aquí se narro y, ojalá, podamos también emocionar, que es de lo que se trata a fin de cuentas”, cierra Fuguet.
Extraños en el paraíso
Y volviendo al inicio, los juicios de Marta Blanco contra el cómic no son más que una muestra del mayor oponente que ha tenido este arte para lograr un lugar digno dentro de las diversas manifestaciones narrativas: el prejuicio de escritores, académicos, cineastas e incluso de sus propios cultores. Todos se han encargado de reducirlo a un relleno de diarios y material desechable para escapistas. Pero como siempre hay luz al final del túnel, mucho de eso ha venido cambiando. Europa, sobre todo Francia, hace harto rato que puso al cómic de igual a igual con la llamada literatura seria. En el 2005, la revista de libros del The New York Times puso los puntos sobre las “íes”, primero al incluir un cómic de superhéroes (Watchmen) en el canon de las mejores novelas de las últimas tres décadas y luego al mencionar que los críticos literarios del semanario estaba recibiendo mejores historietas que novelas. Otro golpe a la cátedra, The Newyorker disparó a la novela gráfica Jimmy Corrigan, el Chico más llisto del mundo de Chris Ware a la altura de Ulises de Joyce, “en lo que respeta a propuesta narrativa y fórmula estética, Ware y Joyce son lo mismo”, se atrevieron a decir. Y mientras eso pasaba el top 10 de la lista de best sellers del ya mencionado The New York Times incluía por primera vez en sus primeros cinco puestos a un “libro de monitos”, Sandman; las Noches Eternas del prolífico Neil Gaiman. No es de extrañar que autores como Edmundo Paz Soldán y Rodrigo Fresán, sostengan que El Eternauta, es una pieza de literatura latinoamericana tan o más importante que 100 años de Soledad. Y desde entonces, mucha agua ha corrido bajo el puente. Aguas turbulentas, como Road Story, pero con harta más carne y condimento que la reducida visión de Marta Blanco. Puede sonar fuerte, pero sin faltar al respeto a la escritora, pararse el 2007 y decir que una historieta reduce el idioma y son solo monos, es pecar de la más penosa de las ignorancias, esa que se niega a mirar más allá del muro. Fuguet lo insiste, “ojala ocurra lo que se llama el cruce de mundos. Seria ideal que un lector-lector, un lector de libros, o un lector que me lee, pueda ingresar al mundo de las historietas y las novelas graficas vía Road Store. Y, por cierto, al revés, que alguien que consume y devora habitualmente historietas, le de una oportunidad a los libros, ya sea cuentos o relatos. No se si eso pasara pero eso seria ideal y algo digno de celebrar. Si uno lo piensa, el Portal Lyon está a un cuadra del Drugstore, donde están las librerías mas importantes de la ciudad”.
del mes de noviembre
articulo de Fco Ortega, presentador del libro y,
de alguna manera, padrino de este proyecto.
Aqui va.
La foto tomada en un tren Amtrak, cruzando Nvo Mexico, del arquitecto chileno y amigo
Jose Luis Gaete. Las otras las encontre googleando y son de Abelardo Garza, español.
Road Story
ROUTE 66
Un viaje físico y moral es el tour de force que Martínez y Fuguet proponen en su novela gráfica, partido en el cual, el cómic chileno dejó de jugar como amateur.
Por Francisco Ortega
En medio de los dimes y diretes provocados por el maletín literario, la escritora Marta Blanco opinó en Artes y Letras de El Mercurio que incluir historietas dentro del plan equivalía a inyectarle la peste negra. Blanco estiró sus juicios asegurando que el cómic era un reductor del lenguaje y que los monitos no eran más que algo ligero, intrascendente, que atentaba contra el propósito de hacer que los adolescentes y niños volvieran a leer. Pero mientras Blanco despotricaba contra los monos de tinta y papel, el dibujante Gonzalo Martínez revisaba las pruebas de Road Story, una novela gráfica inspirada en el relato del mismo nombre, incluido en el libro Cortos de Alberto Fuguet y le gustaba lo que veía.
Según se puede rastrear en la red, Road Story es un proyecto que atrae pasiones de todo tipo. Un buen porcentaje de la comunidad comiquera nacional apuntan al libro como la primera novela gráfica chilena, casi un salvavidas al 9º arte local. Otros sostienen que no hay que darle tantas glorias. La iniciativa es notable, pero definirla como la “primera novela gráfica” es pasarse por una buena parte casi medio siglo de tradición historietística, ignorando el trabajo de gente como Máximo Carvajal, Félix Vega, Themo Lobos, Mario Igor y algunos más nuevos, como Félix Vega, Jorge “Zombie” David y Fyto Manga. Lo interesante de esta geometría es que cada ángulo tiene un poco de razón: Road Story tal vez no sea la primera novela gráfica chilena como tal, pero si es la que inaugura un nuevo camino en el desarrollo local de esta forma narrativa, por decirle de alguna forma, el cómic ascendió a primera división. Es probable que sin el nombre de Alberto Fuguet de por medio, Road Story nunca hubiese visto la luz, pero eso no es condenable, todo lo contrario, es oportuno.
El propio Martínez agrega más caldo a la sopa, “hay gente que plantea que Road Story ni siquiera es una novela gráfica sino una adaptación gráfica. Respetable, pero podríamos perdernos en discusiones bizantinas al respecto. Personalmente creo que la discusión nos aleja de lo realmente importante, que es que una editorial importante se arriesgo con esta forma narrativa y eso es tremendo para todos los que llevamos años en esto del cómic”. Fuguet añade: “Más que preocuparse si es la primera lo que verdaderamente debería preocuparnos es que no se trate de la última”.
En el camino
Road Story es la historia de Simón, un chileno que ha escapado de todo. Familia, relaciones estables, trabajo. Ha traicionado, estafado, jodido, todo lo que uno piensa puede hacerse. Por eso está solo, porque eligió estarlo. Y nada mejor que buscar la soledad en un lugar en medio de la nada, donde no hay pertenencia ni lugar de arraigo. Simón cabalga sobre un sedán viejo por las carreteras del sur de Estados Unidos, cruzando el desierto y deteniéndose en pueblos fantasmas donde espera exorcisar los suyos propios. Y ese es el cuento, no hay más, no tiene que haber más. La excusa narrativa la dio Fuguet, el recorrido en imágenes, Martínez, apoyado en las eficientes tintas de Demetrio Babel. El tono blanco y negro de la historia, se replica en el estilo desarrollado, la opción no fue impuesta por un límite de recursos, fue una cuestión estética. Road Story es un cómic, una novela o un store borrad para una película independiente, el lector escoge con qué quedarse.
Aporta Martínez, “durante el año en que me dediqué a Road Story me preocupé por contar una historia. Por adaptar un cuento que me gustaba mucho, de un autor cuya obra admiro, al lenguaje del cómic o historieta o tebeo o como quieras llamarle. Me preocupé por darle vida a sus personajes, por hacer que el lector se identifique con ellos, que entienda y se emocione con su vida interior. En resumen, por “narrar”. Soy un narrador y me encanta mi pega, espero haberla hecho bien, soy responsable de ello. Eso es lo importante en una obra artística”. “Concuerdo con Gonzalo: lo importante es narrar y aquí se narro y, ojalá, podamos también emocionar, que es de lo que se trata a fin de cuentas”, cierra Fuguet.
Extraños en el paraíso
Y volviendo al inicio, los juicios de Marta Blanco contra el cómic no son más que una muestra del mayor oponente que ha tenido este arte para lograr un lugar digno dentro de las diversas manifestaciones narrativas: el prejuicio de escritores, académicos, cineastas e incluso de sus propios cultores. Todos se han encargado de reducirlo a un relleno de diarios y material desechable para escapistas. Pero como siempre hay luz al final del túnel, mucho de eso ha venido cambiando. Europa, sobre todo Francia, hace harto rato que puso al cómic de igual a igual con la llamada literatura seria. En el 2005, la revista de libros del The New York Times puso los puntos sobre las “íes”, primero al incluir un cómic de superhéroes (Watchmen) en el canon de las mejores novelas de las últimas tres décadas y luego al mencionar que los críticos literarios del semanario estaba recibiendo mejores historietas que novelas. Otro golpe a la cátedra, The Newyorker disparó a la novela gráfica Jimmy Corrigan, el Chico más llisto del mundo de Chris Ware a la altura de Ulises de Joyce, “en lo que respeta a propuesta narrativa y fórmula estética, Ware y Joyce son lo mismo”, se atrevieron a decir. Y mientras eso pasaba el top 10 de la lista de best sellers del ya mencionado The New York Times incluía por primera vez en sus primeros cinco puestos a un “libro de monitos”, Sandman; las Noches Eternas del prolífico Neil Gaiman. No es de extrañar que autores como Edmundo Paz Soldán y Rodrigo Fresán, sostengan que El Eternauta, es una pieza de literatura latinoamericana tan o más importante que 100 años de Soledad. Y desde entonces, mucha agua ha corrido bajo el puente. Aguas turbulentas, como Road Story, pero con harta más carne y condimento que la reducida visión de Marta Blanco. Puede sonar fuerte, pero sin faltar al respeto a la escritora, pararse el 2007 y decir que una historieta reduce el idioma y son solo monos, es pecar de la más penosa de las ignorancias, esa que se niega a mirar más allá del muro. Fuguet lo insiste, “ojala ocurra lo que se llama el cruce de mundos. Seria ideal que un lector-lector, un lector de libros, o un lector que me lee, pueda ingresar al mundo de las historietas y las novelas graficas vía Road Store. Y, por cierto, al revés, que alguien que consume y devora habitualmente historietas, le de una oportunidad a los libros, ya sea cuentos o relatos. No se si eso pasara pero eso seria ideal y algo digno de celebrar. Si uno lo piensa, el Portal Lyon está a un cuadra del Drugstore, donde están las librerías mas importantes de la ciudad”.
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